CAPÍTULO OCHO Renard seguía yendo a la posada de la Escama Rota por tres razones, y ninguna tenía que ver con la cerveza, que era muy mala. La primera era la tabernera, Yselle, a quien parecía gustarle los hombres fornidos y pelirrojos como él, y quien alternaba entre acusarlo de engañarla y reclamarle que la visitara más seguido. La segunda razón era que, en los días en los que estaba dispuesto a ganarse la vida de forma honesta, no les molestaba que él sacara su laúd y tocara algunas viejas baladas. Generalmente, Renard no tenía ganas de hacerlo, pero a veces sus dedos ansiaban la interpretación. La tercera razón era que sus dedos solían ansiar otras cosas, y la taberna era un buen lugar para escuchar rumores. —Se parece mucho a un cuento —le dijo al hombre sentado enfrente de él, ut