Capítulo 2. Un terrible accidente sería su perdición…
Salvatore Colombo lo había planeado muy bien todo, y como cada cosa en su vida, no había cabida para ningún error. Con este matrimonio, Salvatore conseguiría los votos necesarios en la próxima junta de directorio, lo que le aseguraría el control de la empresa familiar. Luciana no solo era la mujer que amaba, sino que también representaba una pieza clave que lo ayudaría para acabar con todos sus enemigos potenciales, principalmente con la familia Olivari, su mayor competencia en el país.
Salvatore volvió a tocar la bocina desesperado y aceleró aún más, intentando aprovechar un espacio en el pesado tráfico, pasó al lado de un auto estacionado sin ver que la luz del semáforo había cambiado ya, cuando de repente, algo apareció en su campo de visión. Una figura femenina cruzaba la calle sin darse cuenta de la velocidad con la que él se acercaba, ninguno de los dos tuvo tiempo de reaccionar.
El sonido del impacto resonó en sus oídos, y todo su cuerpo se tensó. El hombre pisó el freno bruscamente, haciendo que su cuerpo chocara contra el timón mientras que su corazón dio un vuelco cuando vio como el cuerpo de la muchacha volar por los aires y caer sobre el pavimento, justo frente a su auto.
Salvatore Colombo maldijo entre dientes y se bajó de su coche a toda velocidad. Una chica estaba tendida en el suelo, con la ropa completamente ensangrentada y desmayada, apenas podía respirar. Su cabello estaba revuelto, y su rostro pálido, pero de alguna manera, parecía recordarle a alguien que hubiera visto en algún lugar. Él se acercó lentamente, no estaba seguro si la joven ahí tendida todavía respiraba, el charco de sangre sobre su cabeza comenzaba a extenderse cada vez más.
-- No puede ser... maldita sea – murmuró Salvatore, al llegar hasta donde se encontraba tendida, se inclinó sobre ella revisando el pulso de su cuello con los dedos sobre él.
Grazzia abrió los ojos por un breve instante. Su visión era borrosa, pero lo primero que vio fue el rostro de Salvatore a solo escasos centímetros del suyo. A pesar del dolor en todo su cuerpo y la confusión por lo ocurrido, algo en el rostro de aquel hombre le resultaba vagamente familiar, como si ya lo conociera de antes. Trató de decir algo, pero antes de que pudiera formar una palabra, la oscuridad se volvió a apoderar de ella nuevamente.
Salvatore Colombo respiró hondo, su mente daba vueltas. Había atropellado a una chica el mismo día que se casaría con la mujer de su vida. El destino era cruel con él, pensaba como siempre el empresario, y ahora, precisamente ahora, parecía empeñado en complicarle la vida mucho más.
Salvatore observó a Grazzia y pensó que por su culpa estaba a punto de perderlo todo, no podía creer que, por culpa de esa mujer, estaba perdiendo la oportunidad de llegar a tiempo para casarse con Luciana, la mujer que ha amado por siempre, y si eso resultaba de ese modo, no se lo iba a perdonar jamás.
-- ¡Carajo! – exclamó al revisar su reloj y percatarse de lo retrasado que estaba.
El hombre no tenía tiempo de llamar a una ambulancia y mucho menos de esperar por una en ese lugar, así que, sin pensarlo dos veces, levantó a la joven en sus brazos y la metió en su auto. Condujo acelerado llevándola rápidamente al hospital más cercano. Aún tenía la esperanza de llegar a tiempo a su boda, sin saber que ese accidente lo cambiaría todo para él.
Grazzia herida y sin conciencia era trasladada a toda velocidad, su equipaje se quedó regado en el lugar del accidente, lo único que llevaba con ella era su pequeña cartera aferrada a su cuerpo. Salvatore Colombo llegó al hospital, él sacó de su automóvil con sumo cuidado a la jovencita, ingresó corriendo con ella en brazos por la sala de emergencia del lugar, exigiendo que alguien se hiciera cargo de ella, él hombre necesitaba salir de ahí cuantos si quería llegar a tiempo al registro civil…
-- ¿Qué pasó, no me digas que Luciana te dejó plantado? – le pregunta una voz del otro lado del teléfono, Salvatore sin ánimos de dar muchas explicaciones, y con rostro de muy pocos amigos solo respondió.
-- Estefano no estoy para bromas, tuve un accidente antes de llegar al registro. Necesito que vengas al hospital central, debes hacerte cargo de una mujer – con esas palabras el hombre caminó hacia la salida,
-- Un momento señor, necesitamos el nombre de la joven para hacer el registro ¿Usted fue quién la atropello?, si es así debe esperar a que llegue la policía, es nuestro deber informar el hecho… – Salvatore se detuvo por un segundo, observó a una empleada del nosocomio que se le acercaba rauda, su rostro de pocos amigos la hizo retroceder, el hombre no tenía tiempo para darle explicaciones a nadie, además la joven según él no era alguien importante y mucho menos iba a detenerse a sabiendas de que perdería a su amada si así lo hacía.
Él tenía la cartera que Grazzia llevaba en sus manos cuando la cargó, la abrió de mala gana y solo encontró un teléfono completamente destrozado, una hermosa billetera con varios billetes extranjeros y una tarjeta negra que le llamó mucho la atención.
Salvatore observa la tarjeta y puede leer el nombre de Grazzia en ella, no había nada más. Él sabe muy bien que las tarjetas negras son completamente exclusivas, no llevan los nombres de las personas gravadas en ella, salvo que sean personalizadas, así que está parecía haber sido hecha especialmente por la mujer. Levantó la mirada y arqueando una ceja le respondió,
-- Su nombre es Grazzia y pronto vendrá alguien para hacerse cargo de ella – con esas palabras se alejó de ahí, dejando a la trabajadora completamente confundida.
Salvatore Colombo subió a su auto y condujo veloz, esta vez no iba tan rápido como antes, pero su desesperación lo estaban llevando al límite. Había hablado con Luciana el día anterior y le prometió estar en el registro a la hora indicada, conocía a la familia de Luciana y sabía que, si se enteraban de lo iban a hacer, estarían en contra por completo. Sobre todo, porque los padres de Luci tenían otros planes para ella.
Cuando por fin llegó al registro civil, se estacionó donde pudo, bajó tan rápido del auto que olvidó cerrarlo dejando las llaves adentro, Salvatore ingresó y fue directo hacia el segundo piso, sabía muy bien donde se llevaría a cabo el registro de su matrimonio, sin embargo, al llegar, no había rastros de Luciana. La mujer que tanto amaba no estaba por ningún lugar.
-- ¡Maldición! – Exclamó desesperado,
-- Luciana Novoa – llamó en voz alta, pero nadie respondió…
Desesperado, lleno de rencor y frustración comenzó a abrir cada una de las oficinas que se encontraban ahí, pero en ninguna de ellas estaba su prometida, el hombre decidió llamar a su teléfono, pero la llamada iba directa al buzón. No había duda de que Luciana ya no estaba en ese lugar, desesperado sabiendo todo lo que perdería golpeo la pared con el puño cerrado, luego bajo las escaleras furioso, salió a caminar pensando que quizás podría encontrar a la mujer que ama en algún lugar afuera de ahí, pensando que quizás Luciana solo estaba dándole un pequeño merecido.
Salvatore revisaba su teléfono por décimo quinta vez en la última hora, mientras regresaba luego de recorrer todas las calles al rededor, había esperado un mensaje, una llamada, cualquier señal de Luciana, pero no recibió nada. Su furia había ido en aumento conforme pasaban los minutos. Estaba atrapado en ese lugar por culpa de una joven desconocida, y ahora, por su culpa, el amor de su vida se alejaba más con cada segundo que pasaba. Al fin, la pantalla de su celular se iluminó indicando que había ingresado una notificación.
un mensaje de Luciana había llegado a su teléfono, Salvatore no pensó un segundo más antes de abrirlo y leer lo que decía.
** No te molestes en buscarme, Salvatore . Me cansé de esperarte. Si me hubieras amado, habrías estado aquí. A esta hora ya no estaré en el país. Es mejor que sigamos por caminos separados. No quiero volver a verte nunca más. Luciana **
El corazón de Salvatore se detuvo por un momento, y luego explotó lleno de furia. Apretó el teléfono con sus manos con tal fuerza que pensó que podría romperlo. La ira burbujeaba en su pecho. Estaba tan cerca de casarse, de consolidar su poder y su posición en la familia y en la empresa. Y ahora, todo se había ido al demonio. Por culpa de una desconocida a la que había atropellado en su desesperación por llegar a tiempo con Luciana.
-- Esto no puede ser. ¡Maldición! – susurró, con las palabras de Luciana repitiéndose en su cabeza, salió del estacionamiento y volvió al hospital, su semblante oscuro como una tormenta. Apenas podía controlar su frustración.
-- ¿Cómo carajos terminé en esta situación? – se preguntaba mientras avanzaba por las calles de la ciudad. Pensaba en todas las maneras en que podía solucionar el desastre en que su vida se había convertido en solo cuestión de horas.