Seis

1209 Words
—¿Piensas que por cubrir tu rostro dejarás de ser una mujerzuela desvergonzada que se desnuda frente a cientos de hombres cada noche?, y de paso se revuelca con el que más dinero pague—, rechinó los dientes mientras lanzaba veneno en cada palabra que salía de su boca. Los azules ojos de Kristhel se llenaron de lágrimas, su corazón ardió al escuchar las palabras de aquel desconocido. —Emir, déjala—. Arvid presionó el hombro de su amigo —No quiere hablar contigo. La mirada cristalizada de Kristhel estaba fija en el joven tras del que presionaba su brazo. Aunque sentía dolor por el fuerte apretón Kristhel no dejó de mirar a los ojos de Arvid, mientras mantenía la mirada fija en los ojos de este gruesas lágrimas se desprendieron de sus ojos y se perdieron bajo la oscura máscara. Arvid conectó la mirada con la de aquella joven y vio los ojos cristalizados de Kristhel, un no sé qué le hizo destellar el pecho, sintiéndose ya algo incómodo, sigiló —Vamos hermano. Emir aflojó el brazo de Crysthel dejando su piel enrojecida, más allá del dolor que provocó ese hombre al presionar sus brazos, ella sintió uno más profundo en el pecho, porque Arvid estaba frente a ella y no la reconocía, se suponía que sus ojos estarían gravados por siempre en su memoria, esas fueron las palabras que dijo cada mañana al dirigirse al colegio. —Arvid, sabes que esta clase de mujeres cuando tienen un cuerpo demasiado hermoso se hacen las de rogar para así obtener un alce de tarifa, pero sé que con un poco más de dinero cambiará de opinión—. Sacó la billetera y de ella extrajo un fajo de dinero el cual colocó frente de Crysthel —Quiero pasar la noche contigo, ¿esto es suficiente? —Le sacudió en la cara —¿O quieres más?, pon el precio, ¿Cuánto cobras… Pu—ta?, hizo entonación en la última palabra provocando que el corazón de Kristhel terminada desmigajándose. Kristhel reprimió las ganas de llorar, se sintió sucia y manchada, suspiró profundo y con su brazo apartó del frente la mano llena de dinero, pasó empujando a los dos hombres y corrió hasta el vestidor, una vez ahí agarró sus cosas para luego salir de ese lugar donde la trataron como la peor mujerzuela que pudiera existir. Al estar lista corrió sin descanso hasta que la barriga le dolió, lo que más quería era estar lejos de ese horrible lugar al cuál no quería volver jamás. Llegó hasta la playa y se dejó caer, sus rodillas se clavaron entre la arena e hizo presión de sus manos con esta. —Mamá, ¡por qué me dejaste!, ¡por qué no bajas y me abrazas!, vuelve te lo pido—, sollozó mientras gruesas lágrimas cayeron de sus ojos como gotas de lluvia. Soltó un grito que dejó su garganta seca, continúo reprochando entre sollozos lo desdichada que era su vida. En la orilla de la calle un auto oscuro se parqueo y un hombre vestido de n***o caminó hasta donde se encontraba ella, al ver la espalda de la joven descubierta la cubrió con su chaleco. Al sentir la calidez de una abrigo caer sobre su espalda Kristhel detuvo el llanto para luego levantar la mirada y descubrir el rostro del hombre que cubrió su espalda. —¿Kristhel Randall? Con sus piernas temblando y llenas de arena se levantó, pasó las manos por su rostro y limpió la humedad de sus mejillas. —¿Como sabe mi nombre? —Acompáñame y te diré quien soy y por qué estoy aquí. Sintió algo de pánico y se alejó un poco. —No soy una prostituta si es lo que está pensando—, aclaró limpiando la arena de sus manos en su falda. Con el Fuerte viento que soplaba, las huellas de las lágrimas quedaron enmarcadas en el perfecto rostro de Kristhel. —Tranquila, no quiero comprar tu cuerpo, solo soy un intermediario de una persona que quiere verte. Cuando Kristhel escuchó aquello abrió los ojos con asombro, al mismo tiempo sintió temor, puesto que la única persona que ella sabía que la estaba buscando era él, Jacinto Stephens. Sin dar tiempo a que hombre continuará hablando, Kris dio varios pasos hacia atrás para luego emprender una corrida más veloz que la anterior. Sabía que su progenitor, el malvado hombre que acabó con la vida de su madre estaba tras ella, para asesinarla de igual forma. —Señorita Randall, ¡deténgase! —, aunque el hombre corrió no logro alcanzarla, la perdió de vista en medio de la oscuridad, pues Kristhel Randall se adentró a lo más oscuro para así no ser atrapada. Kris Llegó a casa de Jhared, su amiga del colegio, antes de tocar lo pensó una y otra vez, cuando vio que no tenía nadie más en quién acudir tocó la ventana de su amiga, sobre bajo la llamó. —Jhared, Jhared—, en su garganta se había formado un nudo —Soy Kris, Jhared, ayúdame ¡por favor! Jhared escuchó las súplicas de su amiga, al principio creyó que estaba sonando, pero cuando abrió los ojos y escuchó el sollozó tras la ventana se levantó. —¡Jhared! —Volvió a murmurar entre sollozos. —¡Kris!, ¿eres tú? Kristhel se levantó y apegó su rostro en la venta —Si, soy yo. La joven de la habitación abrió la ventana — ¿Qué te sucedió? —, al verla llorando de esa forma solicitó —Vamos a la puerta. Jhared caminó lentamente hasta la puerta, de la misma forma la abrió, al estar frente a su amiga, Kris se lanzó a los brazos de esta y se desgarró en llanto. —No hagas tanta bulla, vas a despertar a mis padres—, susurró sobre bajo —Ven, vamos a mi habitación. Una vez dentro de la habitacion de su amiga, Kristhel soltó todo el dolor que tenia reprimido. El llanto desenfrenado que soltó al contarle a su amiga su vida, lo aplacó entre las almohadas. Jhared suspiró grueso y pasó saliva con dificultad, sintió un dolor en su pecho al ver cómo su amiga estaba sufriendo. La abrazó y lentamente Kristhel se fue recostando en las piernas de Jhared, al poco rato se quedó dormida. Acariciando el cabello Jhared susurró —Duerme hermosa—, con sutileza le recostó el rostro en la almohada, seguido la abrigó y se recostó al lado. Por la mañana, cuando Kristhel despertó encontró a su amiga saliendo de la duchaba. Buenos días bella durmiente —Farfulló Jhared pasando al vestidor. —¿Que hora es? —Las diez—, expuso al buscar ropa. —Debo irme a casa. —No iras, si te encontró anoche ha de seguir buscándote, incluso tú casa ya ha de estar vigilada. Kristhel suspiró al recordar que anoche le contó a su amiga su gran secreto. —No tengo donde más quedarme. —Pues te quedarás aquí. —Jhared, no creo que tus padres acepten. Además, no quiero incomodar. —Mis padres aceptarán, ellos son buenas personas. Y créeme que no incómodas, tenerte aquí será fabuloso.
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