Después de volver de Valleral, Marlín Brenes se encerró en su habitación y lloró con desolación la muerte de su amiga, cuando salió de aquel pueblo tuvo la esperanza de volverla a ver. Solo faltaban dos años para que eso ocurriera, ya que su hijo tomaría el poder cuando cumpliera los veintidós años, así lo dispuso su padre antes de morir. Y una vez que Arvid Mehmet fuera posesionado como el CEO de Kemper, ella sería libre, ambos serían libres y podría ir aquel pueblo donde pasaron los mejores años de su vida, pero ahora qué su amiga había muerto ya nada le animaba a volver aquel lugar.
En cuanto a Arvid, canceló el viaje hasta que su madre se encontrara mejor, eso solo hizo enfurecer a Camila Bruce.
—Gordo, ya teníamos todo listo.
—Lo siento Cami, pero no puedo dejar a mi madre así, ella se siente muy mal por la muerte de su amiga.
—Pero ya se murió ¿qué saca con llorar?
—La quería mucho, y se llora y sufre cuando se pierde a un ser querido.
Camila suspiró y se giró poniendo los ojos en blanco. Detestaba que su novio se preocupara tanto por su madre, en si odiaba a su suegra como está la odiaba a ella, estaba segura que Marlín se había hecho la dolida para arruinar su viaje con Arvid a las islas Estrelee, un lugar mágico donde el mar es tan claro como la misma agua del cielo, rodeada de hermosos paisajes y aves volando en lo bajo del firmamento, llena de todo tipo de mamíferos encantadores.
Arvid se acercó a ella y por detrás la abrazó, le dio un beso en la cabeza y suspiró —Prometo que iremos, pero solo dame una semana para que mi madre se sienta mejor. Y a cambio de eso te invito a cenar mañana, tengo una sorpresa para ti.
La giró y ella sonrió, subió sus manos al cuello de Arvid e Inquirió —¿Qué sorpresa?
—Lo sabrás mañana, mi amor.
—Ok, esperaré ansiosa a mañana. Pero no me iré de aquí sin que me hagas el amor.
Camila besó los labios de Arvid hasta provocar un deseo incontrolable en él. Esté la hizo suya sobre el escritorio de su despacho.
Al día siguiente, cuando la noche llegó, Arvid Mehmet pasó por Camila Bruce, aquella hermosa mujer vestía un hermoso vestido brillante y corto a mitad de muslo ajustado a su cuerpo, unos altos tacos que la hacían ver más alta de lo normal. La modelo era extrañamente hermosa.
—Estás bellísima mi amor.
—Son tus reflejos, querido.
Acercó su rostro al de Arvid y le plantó un beso apasionado.
Horas más tardes se encontraban en un hermoso restaurant, uno de los más elegantes de Tuntaqui. Arvid abrió la puerta del lado de su novia y la ayudó a bajar, tomados de la mano ingresaron aquel esplendoroso restaurant, dónde captaron la atención de todos, pues Camila Bruce era una reconocida modelo, a decir verdad, el rostro más hermoso de Tuntaqui. Dónde llegara robaba miradas, ya sea de envidia o de admiración, pues a su lado siempre estaba Arvid Mehmet, el joven apuesto que había robado el corazón de más de una, el hijo de Sergio Mehmet, el segundo ceo más importante de Estaquía, sobre él, estaba Jacinto Stephens, el demonio de Estaquía, un capo de la mafia.
Arvid Mehmet, se Inclinó frente a Camila Bruce y con sutileza colocó el anillo en su dedo, aquella joven llevó su mano libre a la boca y con ojos brillante observó aquel precioso anillo de diamantes que su novia había puesto en su dedo.
—¿Quieres casarte conmigo, Camila Bruce?
Aferrándose al musculoso cuerpo de Arvid, Camila asintió.
La petición de matrimonio de Arvid Mehmet fue transmitida por tv. No porque él así lo planeo, si no porque Camila Bruce siempre era noticia de farándula y sus pasos siempre eran seguidos por los paparazzi.
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Cuando Kristhel Randall vio aquella escena, su corazón se terminó de romper, el plato que sostenía en sus manos cayó al igual que de sus ojos se desprendieron gruesas lágrimas, aquella bajilla quedó destrozada y difícil de reparar, al igual que su tonto corazón.
—Niña, ¿qué hiciste? —, exclamó Camelia.
Kristhel Randall dio media vuelta y corrió a su habitación, puso seguro y se lanzó a la cama a llorar como el día que perdió a su mamá.
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Por otro lado, Jacinto Stephens apagó el televisor y lanzó el control de mala gana.
—En serio sacan tiempo para mostrar tremenda estupidez. La televisión es una porquería hoy en día.
La mujer a su costado acarició su espalda y se acercó más a él —No te amargues cariño.
Jacinto Stephens, hombre de treinta y siete años se sintió fastidiado por el toque de su acompañante, llevaba muchos años junto a esa mujer, a la cual un día creyó amar, pero con el pasar de los años se dio cuenta que no era amor, que solo era una ilusión de su adolescencia —Dormiré—, dijo con voz fría.
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Al día siguiente, Kristhel Randall se levantó con los ojos hinchados, se observó en el espejo por un segundo, luego enjuagó su rostro para mejorar las ojeras que tenía. Tras darse un baño se cambió de ropa y salió de su habitación.
—Pensé no ibas a levantarte temprano hoy.
—Es mi primer día de clases, no puedo faltar.
—Estuviste llorando hasta muy tarde, ¿Puedo saber por qué llorabas?
—No tiene importancia—, mordió un pedazo del pan, bebió café y se levantó.
Kristhel Randall había decidido continuar con su vida al igual que él lo hizo. Su único objetivo era terminar el colegio y estudiar la universidad, ser una excelente doctora y salvar vidas, solo así haría feliz a su madre.
Los días pasaron y Marlín se sintió mejor, salió de su habitación y se reunió con un amigo que le ayudaría a buscar a la hija de su mejor amiga. Al ver que su madre se encontraba mejor, Arvid Mehmet realizó el viaje con su futura esposa, aún no habían elegido la fecha de la boda, lo único que quería era disfrutar de esos días juntos fuera de Tuntaqui.
Durante quince días disfrutó de la compañía de Camila, cada día se sentía más enamorado de ella, al menos eso era lo que creía sentir en su corazón, estaba convencido que ella era la mujer que siempre había esperado. La conoció hace un par de meses, ya la había visto en televisión, pero jamás había tenido el placer de cruzar palabra con ella, no había pasado nada con ella, más que citas concurridas, pues Arvid la quería para algo serio, no solo un revolcón de una noche. Pero hubo una noche que no resistió ante la seducción de Camila, y fue ahí cuando amaneció en su cama.
Después de haber pasado unas excelentes vacaciones junto a su amado Arvid, Camila llegó a su casa y se lanzó sobre el mueble.
—¿Qué tal tu viaje cariño?
—De lo mejor mamá, Arvid es… caballeroso, ardiente, fogoso, como amante es lo que más me encanta.
—Me alegro que estés muy enamorada de él, esa familia tiene mucho dinero. A diferencia de ya sabes quién.
—Ni lo digas mamita, eso ya quedó enterrado—, Camila suspiró —Aparte del sexo, lo que más amo de Arvid es su billetera.
Ambas mujeres sonrieron.
—¿Ya pusieron fecha de boda?
—Aun no, primero debo terminar mi contrato para luego casarme e irme de luna de miel.
—No dejes que se escape.
—No se escapará, está locamente enamorado de mí.
—Los hombres suelen confundirse con facilidad hija. No pueden ver un trasero más grande que corren a ellos.
—En este país no hay mujer más hermosa que tú hija, por eso todos quieren tenerme a su lado. Y uno de ellos es Arvid Mehmet, lo tengo comiendo de mi mano—. Sacudió su cabello y dejó en el aire un aroma a rosas, seguido se levantó, se despidió de su madre y se marchó a su departamento.
Mientras tanto Arvid retomaba su rutina de trabajo, el detective que había solicitado para buscar a Kristhel aún no le llamaba, a diario su madre le insistía con que busque a la joven y él no podía darle ninguna noticia positiva sobre Kristhel.
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Por la tarde, cuando Kristhel llegó a su casa encontró a su tía camelia llorando.
—¿Qué pasó?
—Fercho, lo detuvieron.
—Pero, ¿por qué?
—Debe mucho dinero a un hombre, y este le metió preso, y creo que será difícil que salga.
—¿Qué podemos hacer?, debemos visitarle, ayudarle para que salga.
—Es imposible, además, no quiere que nos involucremos, él teme que nos hagan daño. Es mejor que nos mantengamos al margen.
—Pero no podemos dejarle ahí, él no se merece eso.
—Él se lo buscó, le dije sin número de veces que deje ese vicio, pero no hizo caso, ahora que afronte su destino.
Camelia agarró su cartera y suspiró —Dejo comida en el refrigerador, calientas y cenas, hoy me toca empezar mi turno más temprano.
Camelia Randall salió de su casa, llegó al bar nocturno donde trabajaba desde hace ya varios días, se estaba cambiando cuando dos hombres ingresaron, al ver esas figuras por el espejo, ella se giró.
—¿Quiénes son?, ¿qué hacen aquí?
—Tú nos pagarás la deuda que tiene tú primo.
—¡Qué!
Camelia pidió ayuda, pero nadie llegó para salvarla, aquellos hombres la llevaron a su auto y por consiguiente a la presencia del hombre al que Fercho le debía dinero.
Desde aquel día, Kristhel no supo de su tía, fue varias veces a buscarla, pero nadie le dio noticia. Dejó de ir porque una de las camareras le dijo que corría peligro si continuaba yendo aquel lugar. Un mes pasó y el dinero que Camelia tenía guardado Kristhel lo ocupó, pensando siempre que cuando su tía volviera y ella trabajara se lo pagaría. Una vez que el dinero se le terminó, abandonó los estudios, no quería, pero se vio obligada hacerlo, ya que nadie quería contratarla por ser aún menor de edad y sobre todo por no tener experiencia. Kris se encontraba entre la espada y la pared, y no le quedó de otra que seguir los pasos de su tía.
—Solo bailaré—. Afirmó y el hombre lamió sus labios, la mirada perversa de este iba de los pies a la cabeza de la joven. Sabiendo que aquella pollita le daría buena lana.
—Esta bien—. Apretó la mano de la joven —Eres mayor de edad, ¿verdad?
—Si—, dijo sin titubeo.
—Bien, abrirás el escenario está noche.
—¿Ahora?
—Si, ahora. Y si no quieres, ahí está la puerta. La joven de diecisiete años cubrió su rostro con una máscara, con los pies temblorosos caminó hasta el escenario. Al estar parada frente a cientos de hombres que contemplaban su cuerpo como si quisieran quitarle la poca ropa que cargaba, sintió náuseas.
Pero se armó de valor, al recordar que no tenía que comer, los servicios básicos habían sido cortados y que a pesar de que su tío era el dueño de la casa, aquella necesitaba mantenimiento y no tenía ni para comprar un detergente. Kristhel uso lo que más sabía hacer, bailar. Se paró al lado del tubo y bailó seductoramente. En primera fila de aquel centro nocturno se encontraba Arvid Mehmet, y a su costado dos de sus amigos, uno de ellos lanzó dinero sobre la tarima donde Kristhel bailaba.
La mirada fija de Kristhel incomodó a Arvid, este ultimo pasó gruesa saliva al momento que conectó la mirada con esos azules ojos.
—Hermosa, sácate la máscara —. Pidió Emir, y ella hizo caso omiso. Cuando bajó de la tarima, Emir intentó descubrir su rostro, ya que aquel cuerpo esplendoroso debía tener un hermoso rostro, pensó para si mismo —¿Dónde crees que vas? —, sigiló al detenerla. Una cachetada paró en el rostro de aquel hombre, lo que hizo enfurecerlo.
—¡No vuelvas a tocarme!—, gruñó Kristhel y dirigió su mirada Arvid, que se acercaba.
—¡Maldita zorra!, pagarás por esto – Ladró Emir apretándola de los brazos.