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Promesa Olvidada

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Sus madres eran las mejores amigas, ellos se criaron juntos y así se enamoraron. Cuándo Él cumplió dieciseis años, su padre fue por él, se lo llevó del pueblo obligando así abandonarla. Le prometió que volvería por ella, pero cuando llegó a la mansión de su padre se deslumbró con los lujos y olvidó su promesa.

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Uno
Magda Randall, colocó sobre la mesa del comedor los resultados de la prueba de embarazo, estaba emocionada porque en sus inocentes pensamientos creía que un hijo cambiaría la actitud indiferente que tenía su esposo para con ella. Con sutileza rodó los papeles para dejarlo frente a su amado, y a la espera de una reacción emocionante por parte de él, se paró a un costado. Cuando Jacinto Stephens leyó lo que decía aquel papel, lo arrugó con odio he inmediatamente se levantó y mirándole con ojos afilados la abofeteó, sin darle tregua a nada comenzó a golpearla brutalmente, mientras la maltrataba, replicaba lo aberrante que era para él tener un hijo con ella. Mientras los golpes caían por todas partes de su cuerpo, Magda cubrió su vientre, proteger a su bebé era lo único que le importaba en ese momento. Una vez que el hombre se cansó de golpearla salió de casa. Magda se arrastró hasta las sillas, intentó pararse pero no pudo, todos los huesos le dolían, se hizo un ovillo en el suelo y ahí se quedó llorando de forma desgarradora. Después de unos minutos las empleadas corrieron a su socorro, llamaron al doctor y este se hizo presente en un par de horas. Al verla en ese estado apretó los puños y bufó. —Esto ya fue demasiado lejos, Mag, sal de aquí, ese hombre terminará matándote. —Es la primera vez que lo hace. —¿Y que esperas?, ¿Una segunda, tercera, cuarta vez?, ¡Por Dios mujer!, entiende que Jacinto no te ama—, se acercó y enganchando su dedo en la barbilla de ella le levantó el rostro —Eres demasiado hermosa para mendigar amor—, el doctor bajó la mirada al vientre de Magda —Te golpeó porque le dijiste de tu embarazo ¿Verdad? — Ella asintió y lloró con fuerzas, el doctor la abrazó y acotó —Ni un hijo cambiará la actitud de Jacinto, ¿quieres esta vida para tu hijo? — Ella negó. —Tal vez cuando Nazca él cambie. —¡No! —, dijo al levantarse, Josep —No cambiará nunca, porque tiene un resentimiento hacia ti, él cree que eres la culpable de que no pueda estar con la mujer que dice amar—, la vio llorar y se sentó a su lado —Escucha. Si él descubre que no abortaste con la paliza que te dio, te obligará abortar. Por qué no puedes darte cuenta que lo único que quería Jacinto al momento de golpearte de esta forma, era que perdieras al bebé. Vete de aquí Magda, desaparece de la vida de él, ya te quitó toda la fortuna de tu padre, no esperes que te arrebate la vida y la de tu hijo también. Dos semanas pasaron, y Jacinto no volvió a casa. Josep volvió a revisar a Magda y volvió a cuestionar. —¿Lo pensaste? — Ella asintió. —Me voy—, el doctor sonrió. Por otro lado, Marlín Brenes encontró a su esposo en brazos de su hermanastra, cuando Sergio Mehmet quiso detenerla, ella golpeó su entrepierna y se dirigió junto a su hijo de dos años hasta la terminal más cercana. Con gran esfuerzo reprimió las lágrimas que se desprendían de sus ojos por el dolor que le causó ver a su esposo en brazos de otra. Todo el amor y admiración que sentía por él se convirtió en desprecio, aborrecía haber amado a un hombre que no la valoraba y que la engañaba con su propia familia. Para que él no la encontrara, porque sabía que la buscaría por mar cielo y tierra. Marlín se dirigió a la estación de chivas, sabía que ese era el único lugar donde su esposo no iría. Marlín subió a la chiva, ni siquiera tenía idea a dónde se dirigía, lo único que quería era salir de Tuntaqui y estar lejos de su esposo y familia. Fueron muchas horas de viaje, tantas que incluso le dolía el trasero de ir tanto tiempo sentada. Delante de ella iba una joven que cada instante arreglaba el pañuelo que cubría su cabeza, él viento volvía a desordenarlo y ella volvía arreglarlo. En una de esas, Marlín se percató de los moretones que cubrían el rostro de aquella joven, sintió lástima de la muchacha, pues la situación de aquella mujer era más crítica que la suya. Al menos a ella Sergio nunca le puso una mano encima, pero los golpes que le daba con cada infidelidad eran más dolorosos que otros. —Última parada—, avisó el oficial. Magda observó con asombro el lugar, era un pueblo de unas cuantas casas, sintió miedo al momento que vio a todas las personas bajarse. En el recorrido que dio su vista se percató de que tras de ella había una mujer con un niño en brazos, la cual preguntó —Disculpa, ¿dónde puedo encontrar un hotel aquí? —No… no lo sé, yo no soy de aquí, es más, ni siquiera se que hago aquí. El oficial se acercó y solicitó —Deben bajar, guardaremos la chiva. —Señor, no soy de aquí. —Como que no es de aquí, entonces, ¿por qué se subió? Magda mordió su labio, no tenía idea de porque el doctor le dijo que vaya al estacionamiento de chivas y cogiera la que venía en esta dirección. —Yo tampoco soy de aquí, pero necesito que me ayude con la dirección de un hotel—, el oficial sonrió. —Aquí no hay hotel señorita—, a pesar de que Marlín tenía un niño en brazo era muy joven, apenas contaba con veintidós años de edad —Como puede ver, estamos en medio de la nada. Este es un pueblo de gente humilde, esto es Valleral. —¿Entonces no hay donde hospedarse? —No, no hay. —Entonces me lleva de vuelta a la capital. —Pues será mañana, porque hoy no saldremos, dormiremos aquí en este pueblo. —Pero no tenemos dónde dormir. —Hay una señora que presta habitación a los oficiales y choferes, ella podría ayudarles. Tanto Magda como Marlín siguieron al oficial que los llevó a casa de la viuda Aleana. Cuando aquella mujer vio el rostro de Magda Randall y aquel pequeño de dos años y un par de meses, les abrió la puerta de su casa y la acogió. —Pueden quedarse el tiempo que crean conveniente, pero necesito que sean sinceras conmigo—, miró a ambas mujeres —¿Están escapando? —Yo si—, dijo Marlín —Mi esposo me era muy infiel, le perdoné muchas veces pero cuando lo encontré con mi hermanastra decidí abandonarlo, sabía que la única forma de que no me encontrara, era yendo a un lugar donde él jamás pisaría. La viuda Aleana dirigió la mirada a Magda y ella tragó grueso —Supongo que tú también escapas de tu esposo maltratador—, Magda era una muchacha tímida, y por ello no dijo nada, solo bajó la mirada y asintió.

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