NARRA ALBERT GUZMÁN
Un poco más y hago trizas el celular, por Dios que esta mujer no entiende, tengo miedo, miedo de que ese desgraciado de Sarmiento la descubra, y se está saliendo de mis manos, este maldito plan de mi suegro no me gustó desde el principio, sin embargo, parecía muy sólido, pero ahora, Fanny lo cambio todo, según ella tiene un plan, se le va a insinuar, de nada valió que se lo prohibiera, me mando al carajo, entonces grite de impotencia.
—¡Maldita sea!
Me arrodillé en mi habitación, estaba solo, Erick salió con mis hijos a darles un paseo, lloré, lloré como si fuese un puberto, no quiero perderla, no quiero saber que algo le sucedió, estoy muy lejos, no puedo ver ni saber nada, Luis solamente puede decirme lo que está a su alcance, pero, dentro de esa hacienda no puede estar vigilando más.
No sé de qué sea capaz mi esposa por conseguir atrapar a ese maldito hijo de puta, y todo por conseguir pruebas irrefutables para encarcelarlo, para hacerlo pagar por todos sus delitos, quisiera estar cerca de ella, para protegerla, para encañonar a ese desgraciado y hasta quizás matarlo o desaparecerlo entonces solté un.
—¡Muerto el perro, desaparece la rabia!
Me levanté, salí de esa habitación que me estaba sofocando, camine hasta las escaleras que van al sótano, baje hasta el gimnasio que tengo allí, cerré la puerta para que nadie ose molestarme, quería desahogarme, solo me quede con mi bóxer y golpee el saco de arena, lo golpee con mucha fuerza, quería sacarme esta molestia, esta maldita necesidad de ver a mi esposa, sacar de mi sistema esta preocupación por ella.
No me gustaba nada, es que nunca había sentido esta sensación de miedo, ella ha estado en otras misiones, pero en esta si tengo temor, comencé a gritar con fuerza.
—¡Hijo de puta!, no vas a tocar a mi esposa o te mato, ¡lo juro!, ¡lo juroooo!
El saco soportaba mi gran fuerza, mis demonios que los estaba sacando de mí, sudaba a mares por el gran esfuerzo, hasta que mi cuerpo ya no dio más, me senté en el suelo frío, respiraba con mucha dificultad, trate de tranquilizarme primero, después me levante para ir a tomar agua que tanto necesitaba, respire profundo y me encamine hasta la ducha que tengo allí abajo.
Mientras me duchaba cerré los ojos para recordar nuestros momentos felices, cuando nos duchábamos juntos, nos besábamos lleno de amor y deseo, en mi mente sentía sus caricias, sentía sus labios, besándome y yo comiéndome esa boca deliciosa, abrí mis ojos al sentir que tenía una erección, otra vez cerré mis ojos y me masturbe pensando en ella, sintiendo como si la follara como me gusta tanto.
Cuando terminé sentí lo caliente de mi semen y pronuncie su nombre
—Fanny, mi gordis, te extraño
Me quedé allí parado recibiendo esa lluvia de agua fría, tratando de que mi cuerpo ya se enfriara de tanto deseo de poseerla, ya cuando me calmé, salí para secarme y vestirme, siempre tengo el closet con ropa holgada en el gimnasio, subí la escalera, cerré la puerta camine hasta mi habitación para acicalarme el cabello, me asome a la ventana para ver el paisaje a lo lejos.
En mi mente la escuchaba hablar, escuchaba como si estuviese conmigo en la habitación, abriendo y cerrando cajones, sonreí un poco, aspire el aire fresco, deje que mi mente jugara conmigo, su voz, sus pisadas, su aroma de mujer, me recosté en el balcón, agache mi cabeza estaba ensimismado en mis sentimientos, estaba desconectado de la realidad, estaba en mi mundo, mi mundo con ella cerca de mí.
Allí recostado, sentí como si rodeara con sus brazos mi cuerpo y acariciara mi pecho, esa costumbre tenía cuando me asomaba a este balcón, esa sensación placentera quería que nunca acabara, por más que no deseara que mis lágrimas salieran no podía contenerlas, la extrañaba demasiado, planee tanto para estar con ella ese día en el mall, Luis me ayudo para hacerlo, fue mía, en ese momento ni hablamos nada, solo expresamos ese deseo que siempre nos tenemos.
Sus padres, su hermano me ayudaron y también querían verla, estoy muy consciente de que era peligroso, pero ya no aguantaba estar solo sin verla y sentirla, fue mágico ese encuentro, nos amamos como solo nosotros sabemos hacerlo, recordar esos momentos me hacen feliz y a la vez me hacen sentir tristeza, pues no está conmigo, aquí a mi lado, estaba yo allí observando el horizonte cuando unas vocecitas se escucharon, me di vuelta y era Erick que entraba con mis hijos en sus brazos.
Me los dio y me senté en la cama para jugar con ellos, le dije que se fuera a descansar, que yo me quedaría con ellos, jugué con ellos, los amé, los abracé, los llene de besos, son mis hijos, sus hijos, su sangre, su carne, se encaramaron encima de mí, hasta que sucedió lo que tanto temía, sus preguntas.
—Papi, ¿Dónde está mi mami?
—¡Mi mami?, papi y ¿mi mami?
Los convencí de que estaba de viaje, de que estaba trabajando, todavía son pequeños y me creyeron, sin embargo, son muy impresionables, agradezco a Erick, los lleva a la escuela, son muy inteligentes, siempre traen buenas notas, este chico se ha dedicado en cuerpo y alma a criarlos, a veces nosotros los instruimos con juguetes creados por nosotros, desde antes de cumplir los cuatro años aprendieron a leer y escribir perfectamente.
Por eso ahora ya están en segundo grado de escuela, son muy educados, respetuosos y eso es lo que me asusta, su inteligencia, su intuición, se dan cuenta de todo, algo sospechan porque a veces me observan a mis ojos y me preguntan.
—Papi, ¿estás bien?
—¿Extrañas a mi mami?
—¿Estás llorando? ¿Le paso algo malo a mi mamá?
—¿Por qué te enojaste?, ¿quién te escribió? ¿Es mi mami?
—¿Cuándo hablaremos con ella?
Ya no sé qué decirles, las mentiras y excusas se me están acabando, mis padres y mis suegros me ayudan, coordinamos en que decirles para que no sospechen nada, el otro día a escondidas llamaron a Lucius, no sé cómo encontraron su número, yo estaba dormido, Erick creía que dormían, por Dios, ya eran las dos de la madrugada, Lucius supo que contestarles, porque ya había hablado con sus padres.
Si me enteré de esta travesura es porque mi cuñado me llamo a mi celular para comunicármelo, me narro todo, sus preguntas, sus sentimientos, me hizo escuchar lo que ellos decían, sollozaban, extrañaban a su mamá y lo que le mencionaron de que a mí no me decían que la extrañaban por no hacerme sentir mal, Lucius había grabado toda la llamada, le agradecí todo y al cerrar la llamada, lloré como nunca, mi almohada fue testigo de mis lágrimas, de mi dolor.
Mis hijos ya estaban sintiendo la falta de su madre y se cuidaban de no preocuparme, mis hijos cuidándome a mí, a su padre y saben lo que estoy sintiendo, yo creyendo que ni siquiera lo sospechaban y ya lo sabían todo, me han estado espiando cuando me encierro en mi despacho a descargar mi dolor de no tenerla conmigo, han estado apegados a la puerta oyendo cómo su padre sufre por su madre.
Hay cosas que por más que se deseen tenerlas escondidas de los seres que amamos ya resulta imposible y más cuando los hijos extrañan a su madre y ven a su padre sufrir en silencio. No siempre la inocencia es señal de la ignorancia