—Debo pedir ayuda —informó Elián levantándose del piso.
—Espera, no lo hagas, por favor —pidió la joven en un impulso, después siguió vomitando.
—No… Necesitas ir a urgencias, te tomaste más de tres potes de pastillas —refutó Elián muy nervioso.
—Eso no es cierto, solo fueron unas cuantas, las demás las voté y están en el piso —explicó Neyret mientras trataba de calmarse—. No es la primera vez que lo hago, sé que no me voy a morir.
Elián quedó paralizado con lo que estaba escuchando. Se acercó a ella y la cubrió con una toalla y cerró la llave de la tina. La ayudó a salir del baño, se veía muy débil.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó el joven.
—Eso no te importa —gruñó ella.
—Te acabo de salvar la vida —recalcó Elián con voz muy seria.
—¿Acaso yo estaba pidiendo ayuda? —inquirió la joven. Tenía su rostro pálido y los labios blancos.
—Estás loca. ¿Crees que suicidarte es la solución a los problemas que tienes? —inquirió Elián.
—Lárgate, déjame sola.
—No, claro que no, intentarás hacerlo. Lo que necesitas hacer es ir a la clínica, debes recibir ayuda.
—Claro que no. Solo quiero que te largues —Neyret soltó el llanto.
Elián se sentó a su lado, todavía no procesaba lo que había pasado. Neyret intentó suicidarse, ¿tan mal estaba que prefería morir antes que vivir?
La abrazó, le sorprendió cuando ella aceptó el abrazo y lo estrechó fuertemente. Pobrecita, ¿qué la estaba haciendo añorar la muerte a tan corta edad?
Cuando Neyret terminó de cambiarse y Elián limpiar el baño, se acostaron en la cama, la joven abrazó con fuerza el cuerpo del muchacho y solo se escuchaba el silencio. Elián se sentía culpable, sabía que él tenía mucho que ver con la depresión de Neyret, le gritaba cosas muy feas cada vez que tenía oportunidad e incentivaba a sus amigos a hacerlo. En el colegio ella solía estar sola y en su casa también, desde pequeña supo lo que era perder a las personas que más quería y el rechazo de la gente.
Seguramente había intentado suicidarse en repetidas ocasiones, ella muy bien lo dijo, no fue la primera vez que tomó una gran cantidad de pastillas.
—Ay… ¿Dónde está el celular? —se preguntaba Eduar mientras buscaba por el salón el dispositivo—. Me lo han robado, partida de ladrones, pero ya verán —en aquel momento encontró su celular dentro de su bolso—, ah… aquí estás.
Salió del salón de clases bastante campante, vio que a su lado iba caminando una chica de tez morena, con los labios negros, el cabello desordenado, las medias del uniforme eran negras y la falda extremadamente larga. Tenía puesta una gargantilla que colgaba una cruz e iba escuchando una música bastante ruidosa, Eduar podía escucharla de lejos, aunque ella llevaba puesto unos audífonos.
—Hey —dijo de repente la chica—, llevas el bolso abierto.
Eduar rápidamente se quitó el bolso y cerró la corredera de este.
—Gracias —agradeció el joven. No quería está cerca de esa chica, le daba miedo.
—Oiga, ¿por qué lleva el uniforme de esa manera? —le preguntó el director a la muchacha.
—¿Qué tiene?
—Esas medias, deben ser blancas, no negras, y esa gargantilla está prohibida en esta institución, además, no puede traer ese color de labial —regañó el director que había aparecido de repente frente a ellos.
—Yo tengo derecho a la libre expresión, puedo vestirme como yo quiera —alegó la joven.
Eduar se había quedado a observar lo que estaba pasando, el director lo reparó, se conocían, él era abuelo de Sandrid, el señor Moreño, aunque, los estudiantes lo llamaban Oscoreño, algo que le hacía hervir la sangre.
—Señor Oscoreño, ella tiene razón —dijo Eduar.
El director Moreño le dio un golpe en la cabeza al joven con un periódico envuelto.
—¡Moreño, mi apellido es Moreño! —regañó.
—Lo siento —se disculpó Eduar.
—Y usted jovencita, mañana me viene con las medias del color que es y se quita esa gargantilla, además, ¡péinese!, parece que hubiera peleado con la peinilla antes de venir —el señor Moreño se alejó de los jóvenes revisando que todo estuviera en completo orden como a él siempre le gustaba.
Eduar miró a sus lados, limpió su garganta y después se marchó. La muchacha soltó un gruñido para después seguir su camino, de lejos observaba a Eduar que comenzó a conversar con Sandrid y Luis Ángel.
Eliana, así se llamaba la joven. Era nueva en el instituto, pero ya había reparado todo su alrededor en esas dos semanas.
—Se llama Eduar —escuchó a su lado.
Eliana volteó a ver a la joven que le había hablado, era Neyret. Se sorprendió al ver lo hermosa que era.
—Es un niño de plata como todos aquí. La familia de su mamá es dueña de una editorial y otras acciones. Además, su padre es el hermano de Keidys, la actriz —le explicó Neyret.
—Pero si tú también se ve que estás forrada de dinero —Eliana respingó una ceja mientras se cruzaba de brazos.
—Lo sé, yo soy su prima —Neyret desplegó una sonrisa.
—Ya sabía que te había visto en algún lado. Eres la hija de Keidys —dijo Eliana echando uno de sus mechones despeinados detrás de su hombro.
—Olvida quién es mi familia. Estoy cansada que me estandaricen por mi apellido —Neyret se sentó en una banca que estaba a pocos metros de ella.
Eliana se imaginó que debía sentarse a su lado, por lo mismo repitió el acto de la joven. Sacó del bolsillo una cajita llena de dulces que hizo sonar. ¿Qué debía de hablar con una chica millonaria?
—¿Eres nueva? Nunca te había visto —interrogó Neyret.
—Me gané una beca para estudiar aquí. No quería aceptarla, pero mis padres me obligaron —explicó Eliana con un tono bastante aburrido.
—¿Y por qué no quieres estudiar aquí?, el colegio tiene buena reputación y en el instituto nadie se burlará de ti o te tratará mal.
—Bueno… El mismo director me acaba de decir que parece que hubiera peleado con la peinilla antes de venir —bufó Eliana. — Todos me ven como si fuera un bicho raro, no creo que sea del todo cierto lo que acabas de decir.
—No es por nada, pero parece que en realidad fue así —Neyret quería soltar una carcajada, pero se aguantaba.
—Dale, ríete —Eliana comenzó a comer una de las bolitas de dulce.
En aquel momento se acercó Elián a donde estaban las chicas, quería burlarse de la apariencia de Eliana, pero se contuvo.
—Hola —saludó y se sentó al lado de Neyret—. ¿Eres nueva?
—Ah… Sí —respondió ella.
—Con razón, antes no te había visto. ¿De dónde vienes? —Elián mantenía una sonrisa sostenida mientras intentaba conversar con Eliana.
—Oye, deja de acosarla —pidió Neyret.
—Solo quiero hablar con ella, ¿hay algo de malo en eso? —Elián hizo un momento de silencio—, ¿cuál es tu nombre?
—Eliana —respondió la joven.
—Mucho gusto, mi nombre es Elián, se parecen nuestros nombres, así que no olvidaré el tuyo —Elián soltó una pequeña carcajada.
—Ah, cierto, no te he dicho mi nombre, me llamo Neyret —se presentó la chica mientras desplegaba una sonrisa.
A Eliana le pareció curioso el que esos chicos se interesaran en ella, ¿por qué?, solo le hacían preguntas sobre el deporte que practicaba y el cuál fue el causante para que ella estuviera allí. En realidad, la trataban de una manera muy amable.
—Al director le gusta generar el que los estudiantes hagan deporte —dijo Neyret.
—Entiendo —Eliana no sabía socializar, en momentos como ese no sabía qué decir.
Sonó el timbre que avisaba el comienzo de las clases. Eliana entró a su salón correspondiente y al momento de llamar a lista notó que no la habían mencionado.
—Profesor —llamó.
—¿Qué sucede? —preguntó el hombre mientras se sentaba en su escritorio.
—No me ha llamado —informó la joven.
—¿Ayer no viniste a clase?
—La verdad, no.
—Han hecho cambios en los salones, así que ya no estás en este —explicó el hombre comenzando a buscar en las listas que le pertenecían.
Eliana tomó sus cosas y se acercó al hombre, ese momento en que te das cuenta que estás en el lugar equivocado, así se sentía ella.
Así que, totalmente perdida se acercó a un salón donde se suponía debía de estar el resto del año escolar, que, lastimosamente, faltaban muchos meses para que culminara. Apenas estaban en enero.
Eliana entró al salón de clase y todos plantaron sus miradas en ella haciendo completo silencio.
—¿Sí? —preguntó la profesora acomodándose los lentes.
—Soy Eliana, estudiaré aquí —explicó.
—Ah… Eliana, te había puesto falla —dijo la profesora revisando en la planilla, borró la falla—. Preséntate, por favor.
—Ah… Mucho gusto, mi nombre es Eliana Lauret —se presentó la joven algo tímida.
—¿Eres la becada? —inquirió la profesora.
—Sí, soy atleta —respondió la joven.
—Tus compañeros han estado hablando de una joven nueva que ingresó por una beca, no sabía quién era. Es muy bueno conocerte al fin, bienvenida. Puedes sentarte —dijo la profesora. Después tomó sus apuntes y comenzó a buscar la clase de ese día.
Eliana empezó a buscar con su mirada un puesto libre, se impresionó al encontrar en el salón a Eduar quien la observaba fijamente. La joven se sentó al lado de Luis Ángel quien, al parecer, no le importaba mucho la llegada de la muchacha, bueno, eso era lo que reflejaba.
—Debes elevarlo al cuadrado —dijo Luis Ángel cuando vio que ella se equivocó.
—¿Ah? —Eliana rodó la mirada hacia él.
—Te equivocaste —explicó Luis Ángel.
—Ah… Gracias —ella rápidamente borró la operación de su libreta.
—Déjame explicarte —el muchacho comenzó a escribir en la libreta de la joven la operación matemática como debía de ser.
Luis Ángel le agradó la manera de ser de Eliana, le pareció alguien muy sincera y humilde. Se notaba que estaba asustada al entrar en un colegio de tan alto nivel como lo era el Liceo.
—¿A qué hora practicas? —preguntó Luis Ángel a la joven cuando terminaron su taller.
—A las cuatro, tengo que quedarme todo el día en el colegio —respondió ella.
—Yo también practico a esa hora, estoy en natación; así que podemos irnos juntos. ¿Todavía te pierdes al buscarlo?
—Sí, el colegio es muy grande —respondió ella.
—Yo te puedo enseñar el camino cuando salgamos de clase —sugirió Luis Ángel.
Eduar y Cristian quedaron observando a los jóvenes que platicaban bastante interesados en el tema.
—¿No te parece eso extraño en Luis Ángel? —preguntó Eduar.
—Sí, ¿será que le gusta? —inquirió Cristian.
—No creo que tenga tan mal gusto. Solo mírala, es muy fea y se viste raro —refutó Eduar.
—Ay, oye, no seas tan malo. Solo es… gótica —Cristian quería soltar una carcajada.
—Hoy la vi antes de entrar a clases, el señor Oscoreño se burló de ella. Sabes cómo es él, le dijo que parecía que había peleado con una peinilla antes de venir —Eduar soltó la carcajada. —Escuchaba una música horrible y me miraba raro.
—El que más se burla va a terminar enamorado de ella, así que, deja de reírte de la muchacha; esos son sus gustos. Yo no me burlo cuando te encuentro viendo porno de muñequitos —Cristian soltó una pequeña risita. — Eso es mucho más raro que la música que escucha ella.
—Se llama hentai, y al igual es porno —aclaró el joven.
—Lo que sea, se ve muy raro que te masturbes viendo muñequitos —Cristian hizo un gesto de desagrado—. Mejor cambiemos el tema.
A la salida de la clase, Eduar, Elián y Cristian se acercaron a los muchachos.
—Hola —saludó Eduar a Eliana.
—Hola —la joven se ruborizó por completo. Le había llamado la atención el muchacho desde que lo vio.
—¿A dónde van? —preguntó Cristian a Luis Ángel.
—Vamos a hacer un recorrido por el colegio —respondió.
—Ah… Verdad, practicas atletismo, seguramente te pierdes cuando debes de ir —dijo Elián.
—Ah… Sí —Eliana comenzaba a darse cuenta que no le gustaba estar cerca de ese grupo de amigos, se sentía incómoda.
Los chicos caminaban tranquilamente por los pasillos del colegio mientras le contaban sobre los salones que estaban a su alrededor.
—Nosotros tenemos un escondite en el colegio. Como el señor Oscoreño es abuelo de una amiga nuestra y prácticamente nos crio, bueno, movimos nuestras influencias y tenemos copias de todas las llaves del Liceo. En fin, me salí del tema, lo que quería decir es que tenemos una copia del salón de natación y nos quedamos allí cuando no queremos ir a clases y nadamos hasta que nos cansamos —explicó Cristian.
—Cuando te aburra estar en clases puedes ir con nosotros y nadar un rato —sugirió Elián.
—Se verá raro que una chica esté con cuatro hombres en una piscina —dijo Eduar—. Además, ella es de atletismo.
—¿Y eso qué? Muchas veces Sandrid ha ido a nadar con nosotros —refutó Elián.
—Ella creció con nosotros, es como un hombre más, no compares —replicó Eduar.
—Cállense. No pueden ser más imprudentes porque no pueden —regañó Luis Ángel.
—Cállate tú. Te crees el sabiondo —se enojó Elián.
—¡Eliana! —gritó Neyret al salir de un salón y ver a la muchacha.
Se acercó a ella con una gran sonrisa desplegada y abrazó un brazo de la muchacha, comenzó a caminar a su lado.
—¿Te pasaron de salón? —inquirió.
—Ah… Sí —respondió.
—¿Así que estudias con ellos? Me hubiera gustado estudiar contigo —dijo Neyret.
—¿Tú qué? —replicó Eduar.
—¿Qué de qué? —Neyret hizo un gesto de desagrado.
—¿Desde cuándo eres amiga de ella? —le preguntó.
—La conocí en la entrada, es nueva y comencé a hablar con ella —explicó Neyret desplegando una sonrisa.
—Hablas de Eliana como si fuera tu nuevo perfume —replicó Eduar.
—No es un objeto, así que no la compares —discutió Neyret.
—Ay, basta —pidió Luis Ángel quien no soportaba oír una discusión.
—¿A dónde vas con ellos? —preguntó Neyret a Eliana.
—Voy a ver el club de atletismo, me están enseñando el colegio —respondió.
—Entiendo.
Neyret estaba dispuesta a seguir con ellos todo el recorrido mientras conversaba con la muchacha. Algo que no les gustó a los jóvenes y menos a Eduar.
—Hola Eliana —saludó Camila al ver a la muchacha.
—¿Se conocen? —preguntó Luis Ángel a Camila.
—Ah… Sí, la he visto trotando en mi misma ruta —explicó Camila sonriente.
—Parece que muchos te conocen —le dijo Luis Ángel a Eliana.
Sandrid se acercó al grupo y observó de pies a cabeza a Eliana “¿qué le pasó en ese cabello?” pensó.
—¿Qué hacen? —preguntó al grupo.
—Estamos recorriendo el colegio para enseñarle a Eliana la ruta. Es nueva y estudia con nosotros —explicó Elián.
—Ah… —Sandrid comenzó a caminar con ellos solo porque no quería estar sola. Aunque no le agradó para nada Eliana.
Llegaron a la cancha de atletismo. El grupo se sentó en una grada y comenzaron a sacar la comida que habían comprado.
—¿Nos vamos a saltar la clase? —preguntó Camila.
—Sí, ahora tenemos artística y esa profesora no hace nada en la clase. Seguramente hará que pintemos un dibujo libre —explicó Eduar.
—Bueno, estamos a principio de año, no es mucho lo que se hace en clase —dijo Neyret—. ¿Quieres ir a clase Eliana?
—Ah… No sé —respondió ella.
—No vas a hacer nada allí, así que no te preocupes —explicó Luis Ángel.
Estaban conversando por unos minutos de temas generales, todo iba bien hasta que Elián decidió meter un tema.
—¿Quién te gusta Camila? —le preguntó.
—¿Y esa pregunta a qué viene? —inquirió mientras destapaba un jugo de naranja.
—Estamos en confianza, así que no te preocupes —Elián desplegó una sonrisa.
—Verdad, nunca te hemos visto un novio. ¿En serio no te gusta nadie? —dijo Eduar.
—Ya dejen de molestar a mi hermana —pidió Cristian mientras comía una bolsa de papas.
—Yo te digo quién me gusta si tú me dices quien te atrae a ti —A Elián le brillaron los ojos al tener una gran idea—, ¿qué les parece si jugamos a sincerarnos?
—Con ese juego siempre sale alguien enfadado, no —refutó Luis Ángel.
—Por favor, nos conocemos desde que tenemos memoria, así que hay mucha confianza y quien se enoje por el juego debe de tener una penitencia. Así nadie se enoja.
—No pues, qué gran solución has dado Elián —Sandrid se cruzó de brazos.
—Corazón, seguramente quieres jugar, se nota que estás interesada —Elián respingó las cejas.
—Bueno… —la chica hizo un puchero.
—Digan un número y quien acierte el que estoy pensando debe decir quién le gusta —explicó Elián.
—¿Y por qué no comienzas tú? —inquirió Neyret—, eres quien decidió ponernos a jugar esto —todos apoyaron a la joven.
—Está bien, yo comienzo, pero deben de sincerarse de verdad. Bueno, con lo tanto que nos conocemos seguramente sabremos si la otra persona dice mentiras —Elián soltó una carcajada que los demás siguieron.
Hubo un momento de silencio donde todos se miraron unos a otros con un poco de tensión.
—Me sincero, la chica que me gusta… —Elián se ruborizó—, Sandrid, me gusta ella.
—No sé por qué no me sorprende —soltó Camila.
—Eso se sabía —Eduar dejó salir una carcajada.
—Ya cállense —pidió Sandrid con mucha vergüenza.
—Sé que no te gusto —Elián se cruzó de brazos—, de lo que te pierdes.
—Sobre todo —soltó con sarcasmo y barrió al joven con los ojos.
—Ahora te toca a ti —le dijo Eduar a Sandrid.
—Me sincero, a mí no me gusta nadie —soltó Sandrid, todos hicieron rostro de “no te creo”— ¡es cierto, aquí solo estudian puros mocos! —insistió ella.
—Bueno, ¿a quién le toca ahora? —preguntó Elián, rodó la mirada a Camila—, ¿quién te gusta?
—¡¿Eh?! Yo nunca dije que quería jugar —Camila comenzó a ponerse nerviosa.
—Deja de ser pendeja y responde —regañó Neyret bastante interesada.
—¿Tú qué? —inquirió Camila un poco enojada.
—¡Habla! —le gritaron todos.
—Está bien —aceptó la chica tragando en seco, rodó la mirada hacia Luis Ángel quien la observaba fijamente—. Me… sincero —¿en serio debía de responder la verdad? —, me gusta un chico que vi pasar por la calle, pero él ni me conoce.
—Mentirosa, di la verdad —regañó Elián cruzándose de brazos.
—¡Es la verdad! —replicó Camila.
—¡No es cierto! —discutió Elián.
—¿Y tú cómo sabes que no es cierto? —preguntó Cristian.
—Porque yo sé quién le gusta, de hecho, él está aquí con nosotros —rodó la mirada a Camila—, ¿verdad?, solo miren como se ruboriza.
—Basta —pidió Eduar al sentir lástima por Camila.
—Te gusta desde que eres niña, pero crees que él nunca se fijará en ti —dijo Elián—, ¿Cómo sabes eso si nunca le has preguntado? ¿Qué te parece si lo hacemos ahora? Así sabrás si debes de superar lo que sientes por él o no.
Hubo un gran silencio en el grupo, Elián observó fijamente a Luis Ángel, así que todos se enteraron de que se trataba de él. Camila tenía muchas ganas de llorar al sentirse tan humillada.
—Elián, deja de hacer esto, ya no me agrada —pidió Cristian.
—Dejen que hable Luis Ángel, ¿quién te gusta?
Luis Ángel no sabía qué responder, observó fijamente a Camila quien tenía los ojos inundados. “Ya lo sé, me va a rechazar, es mejor que me vaya de aquí, qué vergüenza” pensó la muchacha.
—Me sincero, quien me gusta es Camila —dijo Luis Ángel y desplegó una sonrisa.
Todos soltaron un grito de emoción. Sandrid eufórica comenzó a estremecer a Camila de los hombros.
—¡¿En serio?! ¡¿Desde cuándo?! —preguntó Elián emocionado.
—Desde hace tiempo —explicó Luis Ángel.
—Se notaba —Eduar soltó una carcajada.
—¿Y qué piensan hacer ahora que saben que se gustan? —preguntó Eliana.
Todos rodaron la mirada a Camila quien estaba totalmente congelada de la impresión.
—¿Es en serio? Camila está muy joven para tener novio, mis papás no van a aceptar que ella sea novia de Luis Ángel —dijo Cristian con algo de celos.
—Cállate, esa ya es decisión de ellos —regañó Elián—. Además, Luis Ángel, ¿serías capaz de pedirle noviazgo a Camila?
—Claro, si me gusta —respondió.
Camila estaba completamente ruborizada, todos la observaban esperando una respuesta de ella.
—¿No vas a aceptar a Luis Ángel como tu novio? —preguntó Neyret.
—¿Eh? Pe-pero, él no me está… —trató de hablar.
—¿Quieres ser mi novia? —preguntó Luis Ángel.
—¡¿Ah?! —Camila se asustó al escuchar esa pregunta.
Hubo un momento de silencio, Camila se notaba que apenas estaba procesando la pregunta.
—Este… —llevó una mano a su rostro.
—¿Te da vergüenza porque estamos nosotros aquí? —preguntó Eduar.
—Si quieres nos vamos y ustedes hablan a solas —sugirió Sandrid.
En aquel momento sonó el timbre que anunciaba el cambio de clase, todos se miraron los rostros.
—Bueno, ya debemos de ir a clase —soltó Elián con una sonrisa desplegada.
Los chicos bajaron de las gradas y salieron de la cancha de atletismo. Pero, Luis Ángel tomó una mano de Camila, ella rodó la mirada hacia el muchacho llena de miedo.
—Necesito una respuesta —pidió el joven.