Massimo Son ya pasadas la media noche, pero no puedo dormir. Sentado en un hermoso y antiguo sofá que data del siglo 18, en la sala de mi lujosa y también antigua mansión a las afueras de Roma, la cual heredé de mi padre y que este a su vez se la heredó a antiguas generaciones de los Mancini, me siento sumido en un torbellino de emociones y preocupaciones. Aunque mis hijos están conmigo en estos momentos, todos menos Luciano quien se encuentra en Colombia cumpliendo una misión que le encargué, las preocupaciones me agobian, como nubes grises amenazantes en un día soleado. Mientras tomo un sorbo de whisky, el líquido ámbar quema mi garganta, pero apenas logra calmar la tormenta que hay dentro de mí. Mi imperio se está desmoronando, y siento que no hay forma de evitarlo. Las autoridade