CAMILLE
Sinceramente, se me habían olvidado las palabras de Daniel, sobre que regresaríamos a la que se supone, sería nuestra casa donde comenzaríamos una nueva vida juntos y felices. Sobre todo, esto último.
¿Quién diría que mis felices días de matrimonio, se convertirían en el peor infierno de todos? Aunque ahora lo único que me importa, es saber que mi padre estará bien. Como supuse, él me pidió no firmar absolutamente nada.
Nos estuvimos escribiendo cartas, durante todas estas semanas. Mi padre me decía cosas, que Daniel omitía o que cambiaba a su conveniencia. Ahora me encuentro más segura de que está buscando algo más.
Sobre los papeles que quería que firmara, le dejé bien en claro que no lo haría hasta no estar segura de lo que iba a firmar. Mis palabras solo hicieron cabrearlo aún más y las tareas que tuve que realizar fueron aún más exigentes.
Sé que lo hacía para castigarme, por no obedecer a sus demandas, pero no me importaba. Si mi padre no me pide hacerlo, no lo haré. Aunque tenía un mal presentimiento, no dejé que este me agobiara, de por sí. Ya tenía muchas cosas en las que pensar, para quebrarme la cabeza por otra.
Terminé confiando en Benjamin, quien me ayudo demasiado a enviarle las cartas a mi padre. No hay día que no le agradezca por estar poniendo en juego su cabeza y también se convirtió en mi paño de lágrimas.
A él le confesé sobre los papeles que Daniel quería hacerme firmar, me pidió que le mostrara los papeles para intentar buscar un abogado, pero no tenía idea de donde podía tener esos papeles.
—Por qué no intentas buscar en su oficina — lo miré como si se le hubiera zafado un tornillo.
—No puedo hacer eso, ¿te imaginas lo que me pasaría si me descubre? — negué con vehemencia.
—Claro que puedes, cuando todos duerman, puedes escabullirte de tu habitación, te aseguro que nadie lo notará.
—¡No, no, no, no!, no quiero ni imaginar lo que me puede llegar a pasar si algún m*****o de esta familia me llega a encontrar fuera de mi habitación y lo peor, husmeando en la oficina.
—Bueno, solo es una idea — sonrió para disimular mi malestar.
Sé que es una muy buena idea, pero… negué con la cabeza. No, no puedo pensar en eso. Si me llegan a descubrir, sería como cavar mi propia tumba, ¿y mi padre? ¿Qué pasaría con él?
—Piénsalo, no pierdes nada — me dejo a solas y se fue a trabajar como si nada, como si hubiéramos estado hablando sobre el clima.
Yolanda me miró, sabía lo que estaba a punto de decir, así que antes de que hablara le pedí que no dijera nada.
—Yo te podría ayudar, ¿sabes? — habló como una sabelotodo —Camille, entiende que, aunque ellos nos hayan pedido que te hiciéramos a un lado, jamás lo hemos hecho. Quizá los demás tengan miedo de perder su trabajo, pero eso a mí no me importa.
—Yo no quiero que nadie termine despedido por mi culpa, es por ello por lo que me mantuve al margen con todos, excepto con aquellos que se acercaron a mí por simple voluntad — la abracé — gracias por mantenerte a mi lado durante todos estos meses.
—No tienes que agradecerme, lo hago con gusto y sobre todo lo hago porque no se me hace justo lo que el joven Daniel se encuentra haciendo.
—Claro que tengo que agradecerte, si no fuera por ti, yo seguro me hubiera vuelto loca, además, me has ayudado mucho con lo de mi padre, ni siquiera sé cómo pagártelo.
—No tienes que hacerlo, cariño, y será mejor ponernos a trabajar o alguien puede llegar y entonces sí, se nos va a armar la campal — ambas reímos —aunque no está de más decirte que puedo ayudarte en todo — esas últimas palabras fueron obviamente para recordar lo que me propuso Benjamin.
El resto de la tarde me la pasé pensando en lo que él me había dicho, quizá si buscaba esos papeles, me sería más fácil entender que busca Daniel y, sobre todo, que es lo que pretende que firme.
Por ello, una vez que terminé todas mis tareas, busqué a Yolanda, que es la única que puede ayudarme sin buscarse ningún problema. Entonces le pedí que me ayudara. Ella estuvo encantada y, aunque sé que la puedo meter en un problema muy grande, no tengo a nadie a quien más recurrir sin que se vea sospechoso.
Ambas estuvimos de acuerdo en que la hora perfecta, sería cuando todos estuvieran dormidos y sin nadie que pudiera descubrirnos. Cuando el reloj marcó la hora, me levanté de la cama y con mucho sigilo abrí la puerta, para descubrir a Yolanda haciendo lo mismo.
Caminamos en silencio, sin dirigirnos la palabra, con un simple asentimiento era más que suficiente. Llegamos hasta la oficina, toqué la puerta para saber si alguien no se encontraba adentro, era imposible; sin embargo, preferiría asegurarme.
Una vez que el silencio me hizo saber lo que quería, entré con mucho cuidado a la oficina, Yolanda me esperaría afuera, simulando escuchar ruidos extraños por si alguien llegara a verla. Abrí la puerta y entre rápidamente, al prender la luz de la habitación esta me cegó un poco, pero me adapté lo antes posible.
Me acerqué a su escritorio para buscar entre todos los papeles que tenía, pero la carpeta donde se encontraban no estaba ahí. Busqué en varios cajones y nada, hasta que llegué a uno que tenía una pequeña cerradura.
Busqué la llave por todos lados, pero no logré encontrarla. Hasta que la voz de Yolanda me hizo ver mi suerte. Apagué la luz y me escondí debajo del escritorio, el peor lugar que pude escoger para hacerlo.
La puerta se abrió de golpe y entonces Daniel entró, buscando algo. Lo supe por su respiración agitada. Enseguida escuché la voz de Yolanda.
—Me iré a la cama, señor, seguro fue algún mal sueño que tuve que me hizo imaginar cosas donde no las hay, aunque avisaré al personal de seguridad.
—Gracias, Yolanda, por favor hazlo.
Sabía que sus palabras eran para que yo tuviera cuidado y no me fuera a descubrir, lo que significa que ahora estoy completamente sola y si Daniel viene para acá; entonces sí, la muerte será mi única salvación.
Escuché cómo Daniel se servía un trago, y en seguida llamaba a alguien. Cuando respondió, su tono de voz cambió.
—Ya llegué, cariño — fue lo primero que dijo al hablar y sentí cómo mi cuerpo comenzaba a temblar de rabia.
¿Tiene a otra?, ¿desde cuándo?, ¿por qué jamás me di cuenta?, su charla pasó a segundo término, puesto que en todo lo que podía pensar era en lo idiota que he sido durante estos meses. Yo creyendo que aún podía recuperar su amor, mientras él se revolcaba con otra, porque seguro eso es lo que hizo.
—Sí, muy pronto llevaré a alguien para que te ayude con las tareas domésticas, por ahora solo descansa, tanto ajetreo no puede hacerle bien al bebe. Recuerda que debes cuidarte más.
¿Bebe? ¿De qué bebe habla? No entiendo para qué me quiere tener aquí a su lado, si de todas formas ya tiene a otra. El muy imbécil me va a escuchar, no dejaré que me siga humillando ni viendo la cara de idiota, será mejor ponerle un alto y hacerle saber que quiero el divorcio.
Pero antes de poder siquiera moverme, apareció Charlie, preguntándole a Daniel si necesitaba que lo llevara a algún otro lado o si podía ir a descansar. Daniel le dijo que no, que se iría a la cama, que él podía ir a hacer lo mismo. Entonces, la luz se apagó y finalmente pude respirar con tranquilidad.
Aunque después de escuchar, lo que acababa de escuchar, todo era más confuso. ¿Por qué Daniel no me deja ir? Si ya es feliz con alguien más, adelante, no pienso detenerlo. Lo único que no me queda claro es porque quiere mantenerme a su lado si ya no me ama.
Salí de mi escondite y pegué mi oreja a la puerta para saber si Daniel no seguía por ahí. Como no escuché nada, abrí despacio la puerta, miré a ambos lados y salí como alma que lleva el diablo directo a mi habitación.
Sé que esta noche no podré dormir, así que lo único que puedo hacer por ahora, es escribir otra carta a mi padre, diciéndole que Daniel ya tiene a alguien más y, sobre todo, pensando en la mujer sin rostro. ¿Quién será ella? Pues muy pronto lo sabría.