UNA NOCHE SALVAJE
CAMILLE
Presente…
Me encontraba en mi oscura y fría habitación, la que alguna vez creí que sería un lugar lleno de paz y amor, y se ha convertido en mi propio infierno. Desde hace más de dos años, vivo en una terrible precariedad. Jamás llegué a pensar, que yo, Camille Santorini, tendría que sufrir de esta manera.
Los Santorini, éramos una familia influyente en ciudad Esmeralda, junto con otro par de familias, claramente. Los Santorini y los West, teníamos un pacto de alianza. Por ello, desde que nací fui prometida al mayor del clan West, a Daniel West.
Nos conocimos desde muy pequeños, primero nos hicimos muy buenos amigos y con la relación que nuestras familias tenían no fue para nada difícil. Obviamente, yo no tenía ningún conocimiento sobre el compromiso que se avecinaba.
Ambos asistimos a las mismas escuelas, y finalmente el amor se hizo presente. Éramos la pareja modelo y envidiada de toda la ciudad y nuestro círculo más cercano. Nos graduamos, meses después nos comprometimos y finalmente llegó el gran día de unir nuestras vidas.
Hace dos años, me casé con el que pensé era el amor de mi vida, pero en nuestra noche de bodas, todo se fue al carajo.
Una noche antes de la boda…
Me encontraba con Verónica y Julieta, mis mejores amigas, en el club, disfrutando de mi última noche de soltería. No acostumbrábamos a salir; sin embargo, la ocasión lo ameritaba.
Estuvimos bailando durante un buen rato, pero decidimos regresar a nuestra mesa para descansar y tomarnos un trago. Llamamos al mesero, pedimos nuestras bebidas y unos minutos después llegó con ellas.
Todas nos tomamos nuestras bebidas de un solo trago, además como nos encontrábamos muy cerca del hotel donde nos hospedábamos, no vimos inconveniente en pedir un par más. Hasta que perdí la noción de cuantas había tomado y empecé a marearme.
Les dije a las chicas que iría al baño a mojarme un poco la cabeza y se me pasara el mareo, pero cuando regresé, ellas ya no estaban en la mesa. Traté de localizarlas, pero me fue imposible, no traía mi bolso tampoco para poder llamarles, así que decidí regresar al hotel.
Caminé un par de calles, agarrándome de la pared para no caerme. En todos mis años, jamás me había sentido de esta manera y ni siquiera entendía por qué, si siempre tomaba lo mismo, además de que nunca mezclo una bebida con otra.
Llegué a recepción y les pedí que me llevaran a mi habitación. Como ya me conocían, no hacía falta decirles cuál era. Una empleada me ayudó a llegar al ascensor y entrar a la habitación. Una vez que se fue, me dejé caer en un sofá que se encontraba cerca.
Me sentía tan mal, que ni siquiera me percate de que era la habitación equivocada. Empecé a quitarme la ropa para darme una ducha y esperar a que mi cuerpo reaccionara. Abrí las llaves para que corriera el agua y poder entrar.
Pero de pronto, la voz gutural de un hombre llamó mi atención. Era nada más y nada menos que Daniel. Le sonreí y me acerqué a él, se suponía que esta noche no nos veríamos, pero supongo que no pudo aguantar demasiado tiempo sin estar a mi lado.
—Amor, gracias por venir —él respondió algo que no entendí, pero no me importó.
Se encontraba sin camisa, solo con su pantalón de vestir. Comencé a tocarlo, pero, aun así, él seguía un tanto distante, como si no me quisiera cerca. Supuse que era porque apestaba al alcohol, así que lo abracé del cuello y olí un perfume un tanto extraño para mí, pero demasiado agradable al olfato.
—Hueles bien, ¿ese perfume es nuevo? —mientras hablaba, bajé mi mano hasta su entrepierna, donde me di cuenta de que ya se encontraba bastante excitado.
—Creo que… —habló, pero coloqué mi dedo en su boca para que no continuara y lo besé.
Al principio, me besó diferente, su beso era lento y sutil, pero poco a poco, fue subiendo la intensidad. Me tomó de la cintura para alzarme a la altura de sus caderas y me llevó hasta la pared más cercana.
Sinceramente, Daniel jamás se había comportado de esta manera cuando teníamos nuestros escasos encuentros, pero quizá, como estábamos a solo un par de horas de casarnos, entonces por eso se estaba comportando de esta manera.
Con una maestría nunca vista, él mismo se quitó la ropa que le que sobraba. Yo, por mi parte, me encontraba completamente desnuda, así que solo me resto esperar un par de segundos.
Empezó a besarme el cuello, mientras tocaba cada parte de mi cuerpo. Sus enormes manos cubrían mis senos a la perfección, amasando o pellizcando; mi centro cada vez más húmedo pedía atención, pero Daniel no parecía llevar prisa.
Mientras me besaba, con unos pequeños mordiscos iba dejando su rastro hasta mis tetas. Hasta que se detuvo, para llevarme cargando hasta la cama. Me dejó caer de espaldas y se abalanzó sobre mí.
Beso, cada parte de mi cuerpo, dejando un rastro húmedo con su lengua. Cuando llegó a mi entrepierna se detuvo un momento, me miró y sonrió, pero enseguida su mirada cambió a una totalmente lobuna.
Su lengua fue lo primero que sentí. El sentir cómo subía y bajaba, cómo recorría cada rincón, fue alucinante. Daniel jamás lo había hecho antes, supongo que lo estaba dejando para una ocasión bastante especial, como ahora. Y una vez que estuve lista, entró en mí.
Esta, sin duda alguna, era una noche que jamás olvidaría y espero que se repitan muchas más como estás. Ni siquiera recuerdo a qué hora me quedé dormida, pero desperté con una enorme sonrisa en el rostro y sin Daniel a mi lado.
Era evidente que no quería que nadie se enterara de lo que pasó la noche conmigo, mucho menos su madre, que tiende a llevar algunas costumbres un tanto arcaicas.
Me metí a la ducha para despejarme, muy pronto llegaría la chica que me maquillaría y tenía que estar ya bañada. Además, también llegaron Verónica y Julieta, quienes me miraron de una manera bastante peculiar.
—Al parecer, alguien pasó una buena noche —mencionó Julieta.
—Para qué negarlo, fue la mejor noche de todas, este hombre en verdad es un macho en la cama, no puedo pedir nada más —Verónica sonrió y Julieta rio a carcajadas.
—Por esa sonrisa en tu rostro y tu mirada soñadora, no me queda ninguna duda, debiste haber pasado una noche salvaje —dijo Verónica.
—Salvaje se queda corto —todas reímos— pero sin duda, será inolvidable.
Cambiamos de tema, puesto que la maquillista ya había llegado; las chicas comenzaron también con sus arreglos; Denise, la madre de Daniel, llegó un par de horas después. Sin duda alguna, la apreciaba como a una madre y ella también como a una hija más.
Si mi madre viviera, seguro se sentiría tan feliz como yo por este día, pero sé que desde donde se encuentre, ella siempre me acompañará. Denise se fue. Una vez que yo ya me encontraba lista, ella, junto a su esposo Hans y Daniel, me esperarían en el altar.
Todo presagiaba que sería una noche espectacular, nada más alejado de lo que yo pensaba. Una vez que Daniel y yo nos encontráramos a solas, todo se volvería un infierno.