CAMILLE
Día de la boda…
Mi padre me esperaba a la entrada de la iglesia, en cuanto me vio llegar, me recibió con un gran abrazo y una enorme sonrisa.
—Hija, te ves hermosa, Daniel quedará impresionado al verte.
—Gracias, padre.
—Hacen una hermosa pareja y no cabe duda, que se amarán por siempre.
Las palabras de mi padre, por supuesto, las decía desde lo más profundo de su corazón y, aunque me deseaba lo mejor, ambos estábamos por ver nuestras últimas sonrisas.
La boda dio inició, mis damas de honor caminaron delante de mí y enseguida seguí yo junto a mi padre. Una vez que llegue hasta donde ya me esperaba Daniel, me recibió con su particular sonrisa y una mirada llena de amor.
No cabe duda de que todo era perfecto, pronto llegaran nuestros hijos y esta familia estará completa. La celebración terminó sin ningún contratiempo, los invitados ahora se dirigían directo al salón donde comenzaríamos con la fiesta.
No podía creer que tal felicidad fuera posible, todos los arreglos que se lograron para hacer mi sueño realidad eran estupendos, incluso, hasta Daniel se veía más guapo de lo normal, su sonrisa no desapareció en toda la noche y al parecer sería la última vez que lo vería sonreír de esa manera.
La fiesta se terminó y todos comenzaron a despedirnos, nos iríamos de luna de miel a un lugar del que no tenía la menor idea, puesto que fue Daniel quien se encargó de eso, para sorprenderme. Y no solo sería yo la sorprendida, sino todos a nuestro alrededor también.
Me despedí de mi padre y de los padres de Daniel, Verónica y Julieta me desearon una noche como la de anoche y junto a Daniel, partimos directo al aeropuerto. Durante el trayecto, platicamos sobre lo bien que la habíamos pasado y sobre lo que algunos de los invitados hicieron, nos reímos a carcajadas.
—No sabes lo feliz que me hace tenerte a mi lado, ahora sí puedo decir que, eres mía para siempre —me besó y algo en su beso se sintió diferente, pero no le puse mucha atención.
El avión ya nos esperaba en el hangar, subimos de inmediato y Daniel me pidió que descansáramos, puesto que una vez que llegáramos a nuestro destino, no habría descanso para mí.
Un par de horas después, Daniel me despertó, el avión estaba a punto de aterrizar y necesitaba despejarme. Mi estómago parecía revolverse, pero no porque quisiera vomitar o algo parecido, sino por las últimas palabras de Daniel. No veía la hora en estar a solas nuevamente con él. De verdad espero que se repita todo, o sea mucho mejor que la noche anterior.
Aunque lo que también se me hacía un poco raro, es que Daniel no hubiera mencionado nada sobre “la noche”, quizá tenía preparado algo aún más… caliente. En cuanto bajamos del avión, subimos al auto que ya nos esperaba para llegar hasta el hotel.
Pero en realidad, no era ningún hotel, sino una casa de descanso de la familia de Daniel prometió traerme muchas veces, pero siempre los pospusimos por una u otra razón. Sin embargo, ahora si había llegado el turno de conocerla.
—Espero que te guste la sorpresa que te preparé —me tomó de la mano y yo recargue mi cabeza en su hombro.
Como era de noche, no pude ver mucho del camino, aunque también me dijo que ya habría tiempo para conocer los alrededores.
El auto llegó hasta una enorme finca, a lo lejos se miraba la casa, a su alrededor, jardín por doquier.
—Bienvenida a nuestra finca, finalmente podrás conocerla —se acercó a mi oído y habló— aunque por esta noche estaremos un poco ocupados —me mordí el labio inferior al escucharlo y solo sonreí.
Bajamos del auto y, una vez que mis pies tocaron el suelo, me cargó entre sus brazos. Algunos empleados ya nos esperaban, aplaudieron al ver cómo es que Daniel me sostenía y nos invitaron a entrar.
Daniel les dijo que por esta noche podían irse a descansar, que no necesitaríamos de sus servicios, nos felicitaron y por fin nos quedamos a solas. Estando en la entrada de la casa, me bajo y me pidió cerrar los ojos. Por supuesto, hice lo que me pidió, enseguida me tomó de la mano y avanzamos un par de pasos.
—Ya puedes abrir los ojos.
En cuanto los abrí, quedé asombrada ante tal espectáculo. Todo el piso, se encontraba lleno de pétalos de rosa, algunas velas alumbraban el camino hacia las escaleras, también nos esperaban un par de copas. Daniel se acercó hasta la mesa, sirvió el vino y me pidió que me acercara para poder brindar.
—Brindo por nuestro nuevo comienzo como matrimonio, que todos los días estén llenos de amor. Sé que también habrá peleas por tonterías, pero lo solucionaremos dialogando o… en la cama —tomamos un sorbo.
—Yo también brindo por nuestro matrimonio, que todo lo que nos propongamos, nuestros sueños y metas se cumplan y, más adelante, traer al mundo a nuestro primer hijo —volvimos a tomar un sorbo de la copa.
Enseguida dejamos las copas en la mesa, para subir hasta la habitación, en las escaleras y en el pasillo del segundo piso, también se encontraba iluminado por velas y un camino de pétalos de rosa.
Llegamos hasta la habitación y me pidió entrar para prepararme. Me dijo que me daría unos minutos y en cuanto estuviera lista, lo llamara. Entré a la ducha rápidamente, fue el baño más rápido de la historia, pero quería estar limpia para él.
En cuanto salí, sobre la cama había un conjunto de lencería demasiado sexy y revelador, así que me lo puse. Me apliqué mis cremas, que también se encontraban sobre el tocador, me peine y le mandé un mensaje a Daniel.
Esperé aproximadamente quince minutos, pero Daniel no aparecía. Lo llamé para saber si algo sucedía, pero no respondió. Entonces salí a buscarlo. No lo hallé en ninguna de las habitaciones de arriba, así que bajé.
Lo vi de espaldas, en la sala. Quizá por eso es que no había subido a la habitación, porque me estaba esperando aquí y yo no entendí el mensaje. Caminé sin hacer ruido hasta que estuve detrás de él.
Entonces coloqué mis manos en sus hombros y empecé a bajarlas por su pecho. Sin embargo, su reacción no fue la esperada. Aventó mis manos a un lado y se paró de golpe. Fruncí el entrecejo, porque no entendía su actitud.
No obstante, al mirar su rostro lleno de rabia, los ojos rojos y una tristeza indescriptible, supe que algo malo había pasado.
—Daniel, que…
—¡No me vuelvas a tocar maldita zorra! —gritó enfurecido, en su mano sostenía una botella de licor, la cual ya se encontraba a la mitad.
—Pero Daniel, ¿por qué me hablas así?, ¿por qué me estás diciendo todo esto? —soltó una carcajada llena de burla.
—Y todavía lo preguntas. Seguramente creíste que jamás me enteraría, no quiero ni imaginar desde hace cuánto que me ves la cara de imbécil, pero te juro que no te voy a perdonar nunca —sus palabras estaban llenas de dolor, pero seguía sin entender por qué me decía todo esto.
Rodee el sofá que nos separaba, de verdad quería entender lo que le sucedía. Me coloqué delante de él, pero fue un grave error de mi parte.
—Daniel, ¿puedes explicarme…?
Ni siquiera me dejo terminar de hablar, me calló de una bofetada, la cual me hizo caer al suelo. Me quedé ahí un par de minutos, con una mano en la mejilla. Daniel jamás me había levantado la mano, así que desde mi posición lo miré. Él se agachó, me tomó del cabello con fuerza y habló.
—Jamás te voy a perdonar, Camille —el odio en su mirada sin duda era genuino— y este dolor que me estás haciendo sentir ahora mismo, yo te lo haré sentir a ti mil veces más, te lo juro.
—Por lo menos puedes decirme, ¿qué es lo que hice mal? —Como aún no soltaba mi cabello, me levantó de esa manera y me terminó aventando en el sofá en el que lo encontré sentado.
Ni siquiera me había percatado del portátil que se encontraba frente a él cuando llegue, la encendió y en cuanto lo hizo un video cubrió la pantalla. Creí reconocer el lugar, pero no recordaba donde lo había visto.
Hasta que le puso play, entonces lo entendí todo. lágrimas de vergüenza y rabia comenzaron a correr por mi cara. Entonces me di cuenta de que el hombre con el que me acosté jamás fue Daniel.