Capitulo V

2206 Words
Era la tercera vuelta que Liam daba en el estacionamiento de un restaurante detrás del volante de su auto deportivo, buscando un lugar dónde estacionarse aunque no lo anhelaba. Si de él dependiera pasaría el resto del día dando vueltas en el estacionamiento porque al momento en el que se bajara del auto tendría que comer con su padre. Había evitado ese encuentro desde que arribó en Londres justificándose con mil excusas hasta que se le acabaron. Vio un Malibú que salía dejando el espacio perfecto para que su deportivo entrara. Bufó y escondió su rostro en el volante. Ya era tiempo de encarar a su padre. Suspiró al levantar el rostro y manejó hasta encajar su auto deportivo en el espacio recientemente desocupado. Se apeó y enfiló sus pasos al restaurante imaginando a su padre ya sentado, seguramente con más enfado que alegría en su rostro. Liam odiaba esa sensación de inseguridad que erizaba su piel con tan sólo pensar en su padre. Harry Mount era un CEO de alto prestigio cuya reputación era ensuciada sólo por los actos de su hijo. Cuando Liam llegó a la recepción preguntó por su padre a la mujer que allí estaba quien lo guió hasta su mesa. Sintió un escalofrío en cuanto vio a su progenitor sentado, mirando la amplía pantalla de su tablet sobre la mesa, y se permitió fantasear por un momento con la tentadora idea de dar media vuelta y huir del lugar. Sin embargo, cuando la firme mirada de su padre recayó en él la fantasía no pudo convertirse en realidad. Ya habiendo llegado a la mesa la recepcionista se regresó. -Hasta que por fin dispones un hueco de tu agenda para verme. -Fue lo primero que Harry dijo cuando su hijo yacía sentado en la silla frente a él. -Tengo muchas cosas por hacer, papá, sólo dime qué quieres. -Espetó Liam con menos hostilidad de la que parecía. Harry se encogió de hombros. -Sólo quiero cenar con mi hijo ¿es pedir mucho? -Nunca fuiste un hombre del tipo familiar. No logro recordar una única comida en la que tú hayas estado, ni siquiera en Navidad. -No porque no quisiera. Bien sabes que mi vida transcurrió entre reuniones, viajes de trabajo... -Cambia el coro, la canción aburre. -Interrumpió Liam toscamente. –Has dicho eso toda mi vida. Y por más que lo repitas no dejará de ser lo que es: una excusa. -No es excusa. Dediqué mi vida para darte los lujos y la comodidad que tienes. Si no fuera por mí tú no estuvieras dónde estás. -Eso no suena tan mal como quisieras. –Su padre tenía grabado a fuego lo mucho que odiaba ser cantante y si lo era, era por su exigencia. -¿En serio no? -Dijo Harry suspicaz. -De no ser por mí, tú estuvieras, si no muerto, en prisión. Te he salvado la espalda en más de una ocasión. -Jamás te lo he pedido. -Y aún así lo hago. -Vociferó el padre elevando su tono de voz más de lo convenido, atrayendo algunas de las miradas más curiosas en el restaurante. Un timbre resonó en la tablet haciendo que los ojos de Harry cayeran a verla. La levantó y la ojeó. –Por ejemplo: Desde hace algunos días, Rebeca me ha estado extorsionando. Me pide dinero a cambio de no divulgar a la prensa toda la porquería que consumías cuando aún estaban juntos. ¿Lo ves? Siempre estoy salvándote de una forma u otra. -Como ya te dije, tengo muchas cosas por hacer y contigo no hago más que perder el tiempo. -Dijo Liam amagando a levantarse de su asiento, pero la voz gruesa y autoritaria de su padre lo cohibió a hacerlo. -¿Cuándo me la presentarás? -¿A quién? -A tu nueva novia. La modelo o no-sé-qué que estaba en televisión la otra noche. -Dijo Harry. -Quiero conocerla, saber qué intenciones tiene contigo. Si realmente te ama o si es como las demás y te usa sólo para exprimir tu dinero y aprovecharse de tu fama. -No tienes de qué preocuparte, es todo mentira. Lo nuestro no es más que una actuación para promover el nuevo tema. -¿Estás seguro de lo que me dices? –Preguntó Harry recibiendo un cabeceo afirmativo como respuesta. -De cualquier modo. Me apareceré un día en los estudios para confirmarlo yo mismo. -Por supuesto que lo harás. -Dijo Liam antes de levantarse e irse. (...) Los guardias de seguridad empezaban a llegar a PYL record, al tiempo que los coreógrafos, los coristas y demás trabajadores se iban marchando. Greta fue una de las últimas en irse. No quería ser vista por ningún paparazi o toparse con algún periodista de la farándula, y la oscuridad de la noche era una buena cómplice, además de que muy pocos reporteros tenían la paciencia para esperar en medio de la noche. Cuando ya creyó suficiente salió de su camerino con rumbo a la salida en donde Raúl ya llevaba tiempo esperándola. La falta de personas le permitía la libertad de caminar por los extensos pasillos con una imperturbable tranquilidad. Oyendo sus propios pasos y evitando ver su reflejo en el cristal de las ventanas y de algunas puertas, no quería empezar con su pensamiento autodestructivo que llegaba a ser extenuante. En su recorrido se encontró una puerta abierta que difería entre las otras que estaban cerradas incluso con llave. Curiosa, se detuvo y se acercó a la entrada para ojear. La estancia era blanca en su totalidad con un espejo fígaro en la pared que quedaba frente a la puerta, y en el centro figuraba un piano que se oponía al color de las paredes. Continuó entrando con pasos dudosos hasta llegar al instrumento. Tocó una tecla sin saber cuál era y su sonido agudo sonorizó la estancia. Le gustaba mucho la música de piano, era pacífica y tenía el poder de apaciguar cualquier tormenta emocional. Se volvió a sus espaldas al oír otros pasos que entraban. -¿Qué estás haciendo aquí? -Preguntó Liam, dueño de ésos pasos. –Puedes apropiarte de la sala de descanso si quieres, o de cualquier otra zona, pero ésta es mía por completo. -¿Es aquí donde grabas? -No. El estudio de grabación esta un piso más arriba. Esta es mi sala de descanso donde nadie puede molestarme, bajo ningún pretexto. -Siendo así, me marcho entones. -Dijo y caminó hacia la salida en k******e a Liam que terminó por entrar. -Greta. -La llamó antes de que se fuera. La mencionada se volteó para verlo. -¿Tú sabías que el paparazi estaba a allí? -De algún modo sí. Pues sé que a donde quiera que vaya siempre habrán paparazis siguiéndome. -Se sinceró la modelo bajo la minuciosa mirada de Liam que no le prestaba atención. Seguía recordándola en la mujer de la noche anterior. Aún veía su cabello esparcido sobre sus sábanas, recordando los labios de la prostituta como si fueran los de ella. Todo menos el roce de piel, ahora que ya había acariciado a la verdadera Greta era difícil volver a compararla con la piel de otra mujer. -No tienes que irte si no quieres. No me disgustaría tener compañía. -Dijo el cantante cuando Greta amagó a irse. Su voz no sonaba como un pedido, era casi una súplica. No quería estar solo. Ella entendía esa sensación, el miedo a la soledad aunque sea por un minuto. También le temía, y estaría esperándola escondida en cada rincón de su casa. Suspendida en una habitación impregnada de recuerdos. -¿Vas a componer? -Preguntó Greta. -Algunos versos blancos, quizás. -Dijo Liam. Se volteó y se acercó hasta el piano, sentándose en la butaca alargada que estaba frente a las teclas. Levantó la tapa del instrumento y sacó de allí una petaca. Bebió un poco de ella y la bajó al suelo, cerca de él. Presionó una tecla blanca extendiendo su tono por un breve lapso hasta cambiar a otra. En un instante, una tranquilizadora música de piano sonorizaba la estancia. Greta aguardaba escuchar la voz de Liam que parecía reprimirse en lo más profundo de su alma, negándose a vociferar las emociones que en ese momento lo agobiaban, sin embargo, estallaban en sus hábiles dedos que se movían con destreza por cada una las teclas mientras que el compositor se balanceaba suavemente hacia adelante y hacia atrás, al ritmo de ésas emociones. La música siempre fue un refugio para él. Una manera de expresión sana. Dejó de serlo, o al menos de tener el mismo significado, cuando se convirtió en cantante, irónicamente. En los últimos años se había dedicado a cantar aquellas letras sin significado, incitando al pecado en todas sus formas. Y las pocas veces en las que cantaba algo de su autoría, cargado de sentimentalismo, las opiniones de las demás personas llegaban a desvalorizarlo. Fue cuando entendió que estaba muy expuesto al público, tanto que su vida dejó de pertenecerle. Lo peor era que no tenía forma de recuperarla. La melodía continuó sonando vehemente y a un ritmo más presuroso. Liam necesitaba descargar toda esa ira que sentía al hablar con su padre, aunque sentía más que sólo un sentimiento de odio. Sentía tristeza por no recibir el amor paternal del que algunos presumen, sentía alegría por haberse encontrado con su papá después de tantos meses, impotencia por no tener el valor de recriminarle todo lo que no había hecho por él... Las notas siguieron sin pausa, componiendo una melodía que sólo Liam conocía. Con matices apaciguadores y frenéticos que movía cada fibra de sus adentros hasta que un pequeño despiste del compositor hizo sonar una nota suelta descuadrando toda la melodía. Al instante dejó de tocar, suspiró y estiró su brazo para alcanzar la petaca. Un movimiento le hizo levantar, instintivamente, la mirada al espejo frente a él. -¿Dónde están los versos? -Preguntó Greta que tenía su cabeza ligeramente ladeada. -Creí que te habías ido. -Espetó mirándola a través del reflejo. Levantó la petaca, mostrándola. -¿Quieres? -Gracias, pero no bebo. Al menos no sin un buen pretexto. -Empezó a caminar hacia él con paso lánguido. Ya cerca, se sentó a su lado, apestaba a vodka. El tamaño de la butaca era suficiente como para no incomodarse mutuamente. -Me gustó lo que oí. -Me habías dicho que no te gustaba mi música. -Le recordó antes de llenar su boca con un trago de vodka para luego bajar nuevamente la petaca al suelo. -Cierto. -Reconoció. -Pero no siempre fue así. Al principio de tu carrera, tú música era, si no la única, la que más me gustaba. Temas como efímera nostalgia, o una lagrima de más, lo escuchaba todo el tiempo. Luego fuiste creciendo y tú música decayó. Es difícil creer que sean escrito por el mismo autor. -Eso es porque no fueron escritas por el mismo autor. Al principio era yo quien escribía las canciones que cantaría, pero ahora es un compositor anónimo quien se encarga de eso. -¿Por qué? -Ese tipo de letra vende más. -¿Traicionaste tu arte por fama? -No fue mi decisión hacerlo. -Dijo Liam en un susurro, incapaz de mantener la mirada a Greta que hasta ahora tenía toda la razón. -Yo prefiero no hablar más acerca de esto. La estancia era silenciosa, a penas se oía sus respiraciones. Una nota rompió el sosiego que empezaba a tornarse incómodo para ambos. Greta había presionado una tecla negra que después de sonorizar la estancia dejó el eco rebotando en sus paredes. -¿De qué va la canción? -Volvió a hablar la modelo. -En los ensayos sólo colocan la melodía. -Amores que fallan. -Respondió encogiéndose de hombros. -¿Tú la escribiste? -Liam negó con la cabeza. -Tal vez mañana puedas oír un pedacito. -Me gustaría. -Dijo. Por primera vez sus miradas se encontraron. Liam había visto el rostro de Greta mientras follaba con otra mujer, y por más que supiera que no era ella, disfrutaba pensando que sí fue así. Que con Greta Stone había pasado una nohe de éxtasis. No sabía cómo pudo haber soportado todo el tiempo que habló con ella sin caer en la tentativa de por lo menos probar sus labios. Ahora estaban solos, no únicamente en la estancia si no en casi todo el edificio. Los guardias de seguridad no irrumpirían en donde ellos estaban, no tenían razones para hacerlo. Pudo tomar el atrevimiento de robarle un beso y continuar hasta donde Greta se lo permitiera. Juraría que lo hubiera hecho de no ser por la inoportuna presencia de un hombre caucásico y contextura gruesa, vestido de uniforme que golpeó la puerta. -¿Tú quién eres? -Preguntó con desconfianza Liam. La modelo volteó hacia la puerta. -Tranquilo, es mi chófer. -Dijo la mujer regresando su vista a Liam. -Es tarde. Ya debería irme. -Podría llevarte, si quieres. -No te ofendas, pero has bebido. Ni aunque estuviera drogada subiría a tu auto. -Liam se sonrió y le dio la razón. La vio yéndose, siguiendo al inoportuno hombre que, además de cohibirlo de sus intenciones, se llevó a la persona que lo dividía de la soledad. Una vez más se fundía en ella.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD