Think you left me broken down.
Think that I'll come running back.
Baby, you don't know me, 'cause you're dead wrong.
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(Stronger — Kelly Clarkson)
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~•Leslie•~
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El mundo perdió su color mientras la pantalla en blanco parecía hacerse más intensa, casi cegándome, aunque era pleno día y la iluminación era excelente en la oficina. Pero simplemente no podía evitar que lo que tenía frente a mí me hiciera daño.
Me relamí el labio, y con un fuerte nudo en la garganta, logré terminar todo el texto que venía en ese último correo.
"Creo que ya tuvimos suficiente de este maldito juego del gato y el ratón, Leslie. Te he dado suficiente tiempo para recapacitar. Ya deja tus tonterías y vuelve a casa. Ambos sabemos que no tienes otro lugar al que ir y nadie que pueda darte refugio. Y trae mi maldito dinero contigo. No me obligues a denunciarte. Dime dónde diablos estás e iré a buscarte. También sabemos que no eres muy lista; no existen muchos lugares del mundo al que puedas huir.
Los dedos me temblaban sobre el mouse, y podía sentir cómo mi cuerpo se congelaba a medida que mis ojos se deslizaban por aquellas aterradoras líneas.
Retrocedí y la pantalla del ordenador me mostró entonces la interminable lista de e-mails que llenaban mi antiguo buzón, todos del mismo destinatario.
Las amenazas de Kyle no me sorprendían, no esperaba menos de él, pero no podía negar que me mataban de miedo. Incluso sabiendo que desconocía mi paradero, no se hacía menos aterrador ver que seguía buscándome.
Presa del pánico, como si lo tuviera en la puerta de mi casa y no a kilómetros de distancia, cerré todas las ventanas emergentes y cerré el correo... queriendo poder eliminar su existencia por completo.
Mi corazón estaba agitado; bombeando lo que parecía ser ácido en mis arterias; de pronto el pecho se me empezó a contraer, como si mis huesos redujeran su tamaño y pretendieran aplastar mis pulmones, como si las paredes de aquel espacio tan grande de la oficina empezaran a cerrarse sobre mí también... me estaba ahogando.
Me llevé una mano al pecho y me incliné hacia adelante, intentando que eso mejorara la sensación, pero el alivio seguía sin llegar.
—¿Leslie? —Oí la voz de Harriet. Sabía que estaba en el escritorio de al lado, pero su voz la escuchaba a kilómetros de distancia.
—¡No puede respirar! —gritó alguien más, supuse que Annabelle. Yo seguía con una mano en el pecho y con la otra intentaba sostenerme del escritorio. Estar sentada no parecía estar impidiendo que siguiera inclinándome hacia el suelo.
De pronto tuve varios pares de mano sobre mí. Sentía que me tocaban el cabello y la cara, halaban de mis hombros, obligándome a enderezarme; y sentí una ráfaga de aire directo en mi rostro, pero todo a mi alrededor seguía siendo nada más que un conjunto de imágenes borrosas.
—¿Qué está pasando? —La voz del señor Callaghan irrumpió en mi nebulosa, seguida por la voz de Harriet que le aseguraba que estaba a punto de perder la consciencia, aunque yo no podía estar segura de que fuese así.
De inmediato tuve las manos masculinas en mi rostro. Sentí las palmadas en mis mejillas y una sombra cubrió mi visión.
—¿Leslie? ¿Leslie? Respóndeme... ¿Qué ocurre? —Al no obtener respuesta de mi parte, empezó a hablar con las demás. No oí bien cómo siguió esa conversación, pero sí fui consciente de cuando, poniendo sus brazos bajo los míos, me hizo levantarme, asegurando que me llevaría al hospital.
Ante la mención de un hospital, y aun con el nombre de Kyle en mi mente... con sus amenazas frescas, la idea de ir al hospital me aterró, aunque una parte de mí sabía que él no estaría ahí.
—¡No! ¡Al hospital no! —grité, forcejeando para librarme de su agarre.
—Hey, calma... calma —intentó tranquilizarme Callaghan, dejándome en la silla nuevamente y pidiéndole a las demás que me dieran espacio.
El hombre me dio un momento y luego le aseguró a las chicas que estaría bien, que volvieran a sus lugares. Mi respiración se iba acompasando poco a poco y mis latidos ya no eran tan dolorosos como un momento atrás, y mientras empezaba a sentir que mi cuerpo recuperaba su temperatura normal, no podía dejar de preguntarme cómo mi vida había acabado en eso. Después de un rato, él se agachó frente a mí.
—¿Qué ocurre, Leslie? ¿Qué te alteró tanto?
Parpadeé un par de veces, intentando entender lo que estaba diciendo, y cuando lo hice, me sentí avergonzada y expuesta.
—No, yo no… No estoy… —Dejé de hablar al notar la mirada de condescendencia del hombre.
—Jovencita, he tenido que lidiar con algunas situaciones difíciles en mi vida, tengo tres hijos muy emocionales… He tenido que lidiar con un par de ataques de ansiedad antes. Algo te ha alterado y solo quiero saber si es algo en lo que pueda ayudarte.
Bajé la cabeza y suspiré con derrota antes de hacer un gesto de negación.
—No, yo… Es algo que debo solucionar sola, pero… estoy bien. —Sus ojos se entrecerraron un poco, la misma mirada suspicaz que había visto antes en su hijo, cuando presentía que le estaba mintiendo, así que intenté relajarme y ser un poco más honesta—. Estaré bien. Fue solo algo que me tomó por sorpresa, nada más.
Él pareció no muy seguro, pero un rato después, asintió.
—De acuerdo. Dejaré que te relajes un rato, pero luego quiero que te vayas a casa.
—No, señor Callaghan. Le aseguro que no hace falta, y aún tengo unos informes que entregar.
—Y yo te aseguro que alguien más podrá terminarlos por ti. Prefiero que te vayas a casa. —Sacudí mi cabeza, tratando de imponerme otra vez; no quería arruinar mi trabajo por culpa de Kyle.
—Ya estoy bien. Se lo aseguro. —Sonreí y él pareció dispuesto a ceder, pero de inmediato una idea aterradora cruzó mi mente—. ¿Podría no decirle nada a Logan? Por favor.
Al instante me sentí avergonzada otra vez. El señor Callaghan arqueó un poco sus cejas al oírme; no supe si por insinuar que iría a contarlo, o porque quisiera yo ocultarle algo a su hijo, pero entonces me dio otra muestra de lo mucho que se le parecía Logan.
—Vete a casa, entonces —dijo con solemnidad. Mirándome fijamente, dejándome claro que esta vez no habría discusiones, y lo cierto era que yo no quería que Logan se enterara bajo ninguna circunstancia. Él haría preguntas y yo me vería en la obligación de mentir, pero no quería hacerlo… Sin embargo, no tenía otra opción, así que, a regañadientes, tuve que asentir.
—De acuerdo. Iré a casa.
—Excelente. Le diré a Marcus que te lleve en diez minutos.
El hombre me dedicó una sonrisa amable antes de darse la vuelta y volver a su despacho.
—¿Todo en orden, Les? —preguntó Harriet, asomándose hacia mi escritorio. Yo asentí y le sonreí igual que había hecho al señor Callaghan, la mujer hizo una mueca amable —. De acuerdo. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.
La miré volver a su puesto, sorprendida por su gesto de amabilidad, y al girar la mirada hacia el resto del salón, pude comprobar que había varias miradas de preocupación hacia mí. Eso me tomó desprevenida. Un minuto atrás hubiese podido jurar que nadie se daba cuenta tan siquiera de mi presencia y de pronto estaban todos preocupados por mi bienestar. Y eso fue, aunque no una solución a mis problemas, sí un bálsamo para aquel momento tan amargo. Ayudó un poco a calmarme y obligarme a pensar en que lo que decía ese correo no era cierto.
***
Un rato después, entraba a mi apartamento y, dejando todo tirado en el suelo, corrí hasta el espacio que hacía de habitación. Abrí el armario, me arrodillé y me incliné para sacar la caja de zapatos que tenía escondida al fondo de todo.
Abrirla fue como volver a estar en aquel departamento de Mahushu, llorando frente a la cómoda, con el cajón abierto, sin atreverme aún a tomar el dinero. Toda la angustia y la desesperación de aquel día se me acumuló en la garganta y amenazó con hacerme llorar otra vez.
Tomé el dinero, no tuve que contarlo; quedaban mil quinientos euros, de los casi seis mil que había tomado aquel día. Un boleto de avión, comida, ropa, y tres meses de renta para tener algo de seguridad mientras reunía mi propio dinero. Siempre tuve intención de devolverlo, aunque seguía sin intenciones de volver a verme con él. Mis ingresos aún no eran tantos como para poder desprenderme de seis mil euros sin que eso me afectara, así que aún no estaba lista para enviar el sobre que siempre había pretendido.
«Aún no tendrás tu dinero, lo siento», susurré casi en un chillido agudo. Guardé todo de nuevo y lo dejé en su sitio… lejos de mi vista, para no tener que pensar a diario en que Kyle aún me pisaba los talones.
Caminé de regreso al salón y, aunque la voz sensata dentro de mí me decía que lo dejara, que me olvidara de él… no pude evitar echarme en el sofá y abrir nuevamente la laptop. Hacía meses, desde que había llegado a Dublín, que había desechado ese viejo correo. Abrí uno nuevo, cerré todas mis cuentas y decidí empezar desde cero. No tenía r************* activas a mi nombre; la última foto mía que conocía el Internet databa de la excursión escolar al museo de arte en Glasgow, casi diez años atrás; él no podía contactarme; para hacerlo, solo tenía ese correo, sitio en donde se había destinado a descargar su verdadera esencia.
Veintisiete emails en total. Cada uno más iracundo que el otro. Cada uno aplicaba un insulto diferente.
“¿En qué diablos estabas pensando al irte? ¿Pretendes volver a casa de tus papis? ¿De verdad crees que te van a aceptar?
“Eres solo una niña estúpida. ¿Qué vas a hacer tú sola? Verás que no podrás ni alimentarte”.
“¿Crees que unos cuantos euros te resolverán la vida? Solo demuestras lo incapaz que eres para valerte por ti misma”.
“Sin mí no eres nadie. Recuérdalo”.
No pude evitar llorar leyendo aquellas palabras tan crueles, sabiendo que venían del hombre por el que un día lo dejé todo. Abandoné a mi familia, mis amigos, mi futuro y mis sueños por seguir los suyos. Fui fiel y amorosa y lo único que recibí fueron maltratos. Me tomó ocho años darme cuenta de que Kyle solo se aprovechó de mi inocencia, de la adoración que sentía por él, y que en realidad jamás me quiso. No querer dejarme ir solo era una forma de mantener esa reputación de ser humano de corazón de oro que tenía en el pueblo y con la organización… nada que ver con lo que realmente emanaba su aura. Él era un monstruo y yo había logrado escapar.
Trataba de repetírmelo a diario. Lo había logrado. Escapé. Estaba lejos de sus garras. No tenía cómo saber a dónde había ido a parar, si en algo tenía razón era que no podía volver a casa y de tantos destinos en el mundo… ¿Cómo iba a saber que escogí Dublín?
«Estoy a salvo». Respiré de nuevo y miré a mi alrededor. El apartamento era pequeño, no más que un salón de galería rediseñado y dividido con un par de paredes falsas. Yo apenas si tenía muebles propios y ya empezaba a verse abarrotado, pero era un lugar que me brindaba paz, un sitio donde podía ser yo misma y respirar sabiendo que nadie llegaría a amoldarme para satisfacer sus necesidades. Era un sitio donde no tenía miedo, y aunque estar sola después de tanto tiempo era aterrador, lograba hacerlo día a día, y me sentía bien conmigo misma.
Él estaba equivocado. Había pasado tantos años menospreciándome y tratándome como a una mancha en su piso, que era incapaz de creer que de verdad pudiera estar resurgiendo sin él. Pero lo haría. Si había sobrevivido tanto tiempo de rodilla bajo su mando, sin duda lograría hacerlo ahora que estaba de pie y no tenía a nadie intentando derrumbarme.
Era fuerte, él no creía en mí, pero tampoco lo necesitaba; lo era, yo lo sabía y eso era suficiente.
Unas horas más tarde, mi teléfono se iluminó con la notificación de una videollamada. Respiré profundo, casi sin poder contener una sonrisa al ver que se trataba de Logan. Al activar la pantalla, la imagen de su hermoso rostro se proyectó ante mí.
—Hola, mi bella dama —saludó con tono cómicamente formal. Su alegría era contagiosa y, como siempre, hizo crecer en mi pecho esa sensación cálida que abrigaba y sanaba cualquier malestar.
—Hola, mi señor —respondí en el mismo tono, sintiendo que mis mejillas ardían al ver el brillo de satisfacción que brilló en sus ojos al oírme. Feliz de recibir palabras tan simples de mi parte.
—Mira lo que te compré… —Movió un poco la cámara y entonces agitó una prenda estampada frente a mí.
—¿Un pijama de girasoles?
—Girasoles con pecas, ¿lo ves? —Acercó la toma para mostrarme que el patrón de girasoles con rostros que cubría la tela, en efecto, tenían pecas—. Si tienen pecas, son pelirrojos. ¿No lo ves? Pensé en ti tan pronto la vi, supe que tenía que ser tuya.
Una mano femenina haló un mechón de su cabello con algo de fuerza y él lanzó una palabrota antes de que la toma empezara a temblar. Cuando se estabilizó, tenía el cabello alborotado.
—Bueno… Tal vez Lauren me ayudó un poco.
—¡Hola, Leslie! —saludó Lauren, atravesándose en la toma.
Sonreí, saludé y agradecí por el regalo que amé, aunque no lo tuviese en mis manos aún. Era un simple pijama, pero la compraron pensando en mí. Era surrealista decir que los hermanos Callaghan, ricos, famosos y extrovertidos, eran mis amigos, pero lo eran. De verdad empezaba a tener amigos, gente que se preocupaba por mí… Tal vez no tenía lazos fuertes aún, pero no tenía la vida miserable y solitaria que Kyle había profesado para mí sin él cuidándome.
Me dejé caer en el sofá otra vez, en esta ocasión sintiendo que de verdad estaba y estaría bien.