—… ser tu amigo. —¿Mi amigo? —Sí, tu amigo. Un gran amigo. El clásico amigo gay, o el eunuco. ¿Crees que es posible? —Ni de broma. Marcus soltó una carcajada crispada y Meg lo copió, nerviosa. ¿Qué estaban haciendo? Que le sacara la bata de un manotazo o entrase Lisa a salvarla, pero que pasara algo de una vez o se moriría allí mismo. —Seamos sinceros el uno con el otro y luego volvamos a la normalidad, ¿de acuerdo? —propuso—. Dime lo que piensas, desahógate… con palabras, nada de portales tetradimensionales, o tetadimensionales, y así nos quitamos esto del medio. —No creo que sea tan fácil como eso, pero… Pienso… Pienso… —balbuceó —. Esto es repentino, no pienso en nada. Solo… —Sé honesta conmigo, yo lo seré contigo, y esto quedará como un secreto cómplice. Siendo muy honesto, jur