—¿Qué? ¿Qué parezco…? Auch —se quejó al tocarse—. Duele como el infierno y tiene relieve, supongo que es un chichón. O eso o estoy evolucionando a unicornio. Meg se habría reído si no le hubiese preocupado de veras su aspecto. —Cambia esa cara, mujer… ¿Tan mal está? —Sinceramente… Sí. —Se mordió el labio inferior—. ¿Quieres que te lleve a urgencias? Bueno… No creo que te hagan caso en el hospital por esto. Puedo ponerte un poco de hielo que tengo en casa. Marcus sonrió con secretismo. —¿Otra vez invitándome a tu apartamento? Meg consiguió poner los ojos en blanco, como si no le afectara que se refiriese de nuevo a su desesperado episodio. Y no lo hacía, en realidad. Marcus convertía cualquier motivo de burla en lo contrario a vergonzoso. Al menos la mayor parte de las veces. —Supon