—Je… —balbuceó—. Marcus , no hagas algo de lo q-que… Ah. La seductora presión de sus dientes en torno a la porción de carne más afortunada de su cuerpo bastó para callarla. Meg se hizo de fuego. La voluntad pasional y las ganas estuvieron allí antes de tiempo tirándole de los brazos para que lo tocara. Lo envolvió por el cuello, presionando su boca caliente contra sí. Y entonces él empezó a lamer, a jugar con su sensibilidad succionando y mordiendo, alternando formas de atormentar a su despierta libido. —Marcus , por favor… —balbuceó, hundiendo los dedos en los mechones de la nuca—. No… —¿No me quieres?—preguntó él. Su voz le llegó sofocada, presionada contra la clavícula. Marcus pintó una línea irregular sobre su hombro con la nariz. Torció en el último momento, definiendo su destino
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