¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué no se le había echado al cuello? Empezó a hablar consigo misma entre risas, con el codo en la barra y el barman mirando. Recordó la frase de Lisa: «Si sonríes y no te sientes los dientes, es hora de dejar de beber». Hizo la prueba y se los tocó con los dedos por si acaso. Hombre, estar ahí, estaban, pero si no hubiera frotado las uñas contra los incisivos habría creído que volaron. —¿Necesita un taxi? —preguntó el camarero, muy preocupado. «Necesito sexo, gracias». —Lo que necesita ya está aquí. Aunque le impactó escuchar la voz de Marcus tan cerca, su primer impulso fue echarse a reír. Parecía que estaba respondiendo a su pensamiento. Se giró a punto de poner los ojos en blanco, pero se le perdieron las ganas de hacerse la difícil en algún botón de