—Escúchame… —jadeó, sin parar de llorar. Meg se asustó por lo que pudiera haber ocurrido. ¿Alguien la había forzado? No, no veía señales de forcejeo… ¿Una discusión? Nadie lloraba así por pegarse cinco voces con alguien—. Esto… Esto que estás viendo… Es una especie de sueño, ¿me entiendes? Otto Sandoval nunca llora, es una excepción, y como se lo cuentes a alguien, te juro q-que te arruinaré. —Lo entiendo, lo entiendo. —Hizo un gesto con las manos para calmar las masas. —Bien… Me acuerdo de ti. Me pediste ese favor el día de mi entrevista… ¿verdad? ¿E-eres esa chica? —Sí. —Pues aunque no hice nada al final, necesito q-que… Necesito que me ayudes. —Claro, lo que sea. —Mira… P-pensé que podría estar aquí, que podría hacerlo, p-pero no… No soy capaz. No es gran cosa, solo quiero que… q