Nobles y plebeyos aguardaban en el puerto de Mentholia la llegada de su nuevo rey. Todos estaban vestidos de n***o, y las mujeres cubrían sus rostros con un velo. La reina Mary también estaba ahí, esperando a su hijo. En esta ocasión no se escondió en sus aposentos para encerrarse en su desgracia. Sí, le duele la muerte de su esposo, y nunca se le va a borrar de la mente esa imagen de la cabeza de él sobre la mesa de banquete, pero su hijo la necesita. Ya lo había abandonado una vez, no lo va a abandonar de nuevo. Sariel tomaba la mano de Marco con fuerza, rogando a Dios no tener que pasar por eso nunca, ni con su esposo, ni con sus hermanos, ni por alguno de sus hijos. El barco se ancló en el puerto, y fue la primera vez que no hubo júbilo por la llegada de un navío de la realeza. S