Culpable de no hacer valer mis propias palabras.
Culpable de no contener mis hormonas locas.
Culpable de haberme montado una vez más en el regazo de Enzo y estarme comiendo su boca.
Pero era inevitable tratar de controlar la pasión y atracción fatal que él me provocaba. Esas son las responsables de que esté meciéndome encima de este e ignorando la lluvia que nos está empapando. Debía detener esto, huir de alguna manera de los sentimientos que me nublaban la cordura, ojalá esa fuese una tarea más sencilla.
—Pensé que no estabas de ánimos para continuar nuestra tarea de ayer — se burla de mí y en ese proceso aprieta con fuerza mis nalgas.
No puedo contener el gemido que sale de mi garganta, tampoco evitar que me excite tanto su cuerpo o su mirada azul. Era como una droga. Me había vuel
