JOHN
Un mes después, al otro lado de la ciudad, en una de las partes más lujosas cuyo valor desmedido de las propiedades hacía pensar que el suelo emanaba una energía especial, esta vez era el escenario de un operativo de la policía, quienes rodeaban completamente a un lujoso edificio incluso por aire con drones y helicópteros.
Adentro el objetivo ni sospechaba que venían a capturarlo, ya llevaba viviendo varios años en ese complejo, siempre se había camuflado bien entre los personajes de mayor influencia en el país, esta vez lo estaba haciendo, estaba encerrado en la privacidad de su suite con una bella modelo, la que estaba saliendo en comerciales y revistas. Tenía solo cuatro escoltas para su seguridad, inclusive eran más de lo habitual que usaba en la ciudad donde le gustaba tener un perfil bajo, muchas veces se vestía con harapos y recorría las calles de la ciudad sin compañía. De esta manera se sentía libre por no tener la presión de un atentado o una captura. Aunque lo que más le gustaba era la sensación de comprarse lo que le gustara y romper sus límites, algo que disfrutaba sin medidas, lo que le serviría para pasar el tiempo recordando en la pequeña celda que tendrá en la prisión de máxima seguridad.
Mientras tanto, los cuatro guardaespaldas custodiaban el pasillo, hablando entre ellos, Jefferson, el más antiguo, un ex militar, calvo, fuera de forma les comentaba a sus compañeros:
—estoy tratando de adelgazar para conseguir trabajo como cuidador en algún país petrolero, tengo muchos amigos que lo hicieron y ganan mucho dinero. Pero descubrí que no hay cosa más difícil que hacer ejercicio para bajar de peso. Era más fácil cuando patrullaba kilómetros en el monte con el equipo y aditamento, que trotar un metro con toda esta grasa en mi interior.
En otro extremo se hallaba Juan, quien se ganó el trabajo porque un día salvo que robaran al jefe, es que él primero pretendía estafarlo, por eso el capo lo nombro escolta. Es que ni porte tenía, era flaco y bajito, aunque muy despiadado, producto de vivir muchos años en la calle, le contesto, —sencillo gordo, tiene que ir seguido al baño.
Otro de ellos escucho esta barbaridad, un hombre de estatura mediana, también flaco, vestido de gris, cabello n***o, medio moreno que llamado John, este llego al cargo por ser el hijo de una comadre del patrón. Intento ser amable reponiéndole mejor, —don Jefferson lo que tiene que hacer es la dieta del agua, del ajo y la sierra… Aguantarse, a joderse y la de sierra tu boca para no comer.
Finalmente, de últimas, se encontraba Carlos, un hombre corpulento, que le gustaba hacer ejercicio, quien soñaba con el amor de una bella mujer. Que no lo lograba porque estaba traumatizado por las múltiples burlas de su nariz aguileña que sufrió por parte de sus compañeros de colegio. También fue policía que, pero echado debido a que fue video grabado recibiendo sobornos, le agrego a la charla, —don Jefferson, lo que tiene que hacer es mentalizarse, recuerde que todo está en la mente. No suponga que puede adelgazar de un día para otro, de igual que no engordo en un instante, no le podrá dar reversa. Tiene que empezar dé a poquitos. Simplemente, practique comer una cucharada menos, quedar con un poquito de hambre, solo eso, además si le da ansiedad, tiene que tomar agua, de todas maneras tiene que controlar su peso por salud, más que por cualquier otra cosa.
De pronto Jon interrumpió la conversación anunciándoles, — ¡huy, se nos metieron!, observen con disimulo, viene subiendo un poco de policía con trajes blindados.
Jefferson se asomó a las escaleras, dándose cuenta del oscuro panorama, exclamo, — ¡también están bajando del techo, tenemos que avisarle al jefe!
Juan caminó hacia la puerta del jefe y luego se devolvió manifestando, —ya no alcanzamos, ya es tarde, ya se nos metieron, toca es solo timbrarle, debemos es bregar a salvarnos nosotros. Nada de sacrificarse por el patrón, eso ya está pasado de moda.
Carlos le timbro al celular de su jefe, quien le respondió en tono altanero, — ¿qué sucede, mequetrefe?, les dije muy claro que no quería que me interrumpieran, más les vale que sea para algo importante.
El guardaespaldas solo le pudo exponer, —señor nos cogieron.
La policía entró rompiendo la gruesa puerta de seguridad, entrando con furia por todas las habitaciones, encontrando solo ropa tirada y un par de botellas de vacías, aún se podía oler un perfume a rosas exquisitas.
—¡traigan a los perros! —ordeno el capitán de la misión, con su mágica voz que provoco que en instantes tres canes entrenados hurgaran con su olfato cada cuarto del edificio, un labrador dorado, se quedó ladrándole al armario de la habitación principal, el cual no lo pudieron correr ni abrir, les toco romperlo en astillas. Al igual que la falsa pared detrás de ese, que conducía a una pequeña escalera, por donde se lanzaron varios policías con el armamento listo para actuar cuando encontraran su objetivo. Lo cual no fue necesario, ya que al momento de capturarlo estaba indefenso, ni siquiera tenía ropa puesta al igual que su hermosa acompañante.
Los cuatro escoltas sí se salvaron, gracias a que Jon que forzó el apartamento continúo y entraron presionando a la familia para que fingieran que vivían con ellos, hasta que se pudieron marchar, Jefferson, que era como el jefe por su experiencia militar, les formulo, —muchachos aquí ya perdimos, nos toca es conseguir trabajo, pero afortunadamente estamos vivos.
Juan, el muy astuto, quiso marcharse primero sin hacer ruido, a lo que Carlos lo detuvo observándole, —espere socio, no es justo lo que usted está planeando, usted se quiere quedar con el dinero que está en el auto del jefe, usted es él que tiene las llaves.
Se alertaron todos y Jon agarro a Juan del cuello amenazándolo, —esperé bebe, ese dinero no lo merecemos todos, sería como nuestra liquidación, no lo tenemos que repartir en partes iguales y si podemos vender el auto también no lo dividiremos.
Juan se liberó, tratando de ganar su confianza, hablo en voz bajita, —es que ese dinero es del jefe, que tal salga y nos lo cobre con la vida, como está acostumbrado a hacer.
Les sembró la duda, a lo que Jefferson propuso: —pero necesitamos dinero mientras conseguimos trabajo, además, si lo dejamos aquí, de seguro que tarde o temprano la policía lo encontrara. Mejor sugiero que lo dividamos en partes iguales; sin embargo, gastémoslo con cautela, en caso de que si liberan al jefe lo podamos reponer fácilmente.
Todos estuvieron de acuerdo en este pacto de cesantes en lugar de verlo como una traición al jefe de la mafia.
Se marcharon haciéndose pasar por indignados residentes. Pasaron por entre los policías que aún custodiaban el lugar, tomaron el auto del garaje, marchándose a guardar el dinero en un lugar seguro. Hasta que Juan se le dio por hacer una fabulosa propuesta, —compañeros, tengo sed, vamos nos tomamos algo para celebrar este cambio forzado, vamos tranquilos, que yo les gasto lo que quieran. ¿Quién sabe si nos volvamos a ver?, aprovechemos hoy que puede ser nuestra última noche juntos.
John, mal humorado, le objeto, —no estamos para celebrar, la policía nos puede estar buscando, además cogieron preso al patrón, eso no es motivo de celebración.
Una mano se alzó en el auto, era Carlos quien lo interrumpió exponiendo, —celebraremos que estamos vivos y libres. Si en el camino vemos una iglesia abierta, pues rezaremos por el gran jefe, para que lo liberen pronto. Mejor relajémonos y vamos a un sitio que conozco, que es muy bueno, donde la vamos a pasar muy tranquilos, de todas maneras ya nada puede salir mal.
Otra equivocación, en esa noche aún les esperaba otra aventura, incluso sería la última noche para uno de ellos.