INTRODUCCIÓN
en lo alto de una montaña en el sur de la capital de Colombia, una modesta casa rompía las nubes, aunque la temperatura era muy baja, el ambiente hervía con la acalorada discusión de una madre con su hija mayor.
—mamá, ¿cómo es posible que te pongas histérica por mí, debido a que yo tenga novio? Puedo comprender que te interpusieras en mi relación con Brian, quien es un pandillero. Pero no con John, quien es todo un señor y aparte es muy guapo con su hermosa mirada, perfil griego y cuerpo de gimnasta, es muy decente y tiene muchísimo dinero. —la hija golpeo una pared raspándose los nudillos.
—Laura no es eso, lo que ocurre es que con ese John nos conocimos hace mucho tiempo, cuando yo aún era una joven muy pobre e inocente. —la madre se muerde la boca al contarle esto que pretendía ocultar.
—no puede ser verdad, no te lo puedo creer, o sea que preciso me enamoro de uno de tus viejos amores, si me pude dar cuenta que él reaccionó muy extraño cuando se la presente, fue como si le hubieran jalado el piso. ¿Acaso él es mi verdadero padre? —la joven se calmó acurrucándose en el suelo.
—no es uno más de mis enamorados, es el amor de mi vida, lo que sucedió es que por diferentes sucesos no logramos estar juntos, algo que yo siempre he guardado la esperanza de que ocurra, hasta que los vi juntos, pero es algo que no me puedo aguantar por más que lo intento, eso me retuerza mi interior. —la madre se cogió el estómago y se encorvó para intentar estrujar el dolor que sentía en las entrañas.
—mamá, es tu culpa por no contarme las cosas de tu pasado. Como la identidad de mi padre, supongo que no es John, debe ser un moreno a juzgar que tú y mis hermanos son blancos, no como yo. Por favor madre, cuéntamelo todo, ¿o acaso si es él?, no puede ser mi desgracia, ¡porque ya estuvimos juntos, varias veces! —Laura dejo escapar unas lágrimas que se limpió con la manga del abrigo que llevaba puesto.
—no puede ser que ya tuvieron relaciones íntimas, yo también estuve muchas veces en su lecho. Tal vez tengas razón, está bien mi niña, te lo contaré todo, supuse que algún día tendría que hacerlo, me imagine que debería empezar por el momento en que mi vida se partió en dos, fue preciso cuando tú naciste. Mira aquí lo escribí a manera de historia, alguna vez quise publicarlo a manera de autobiografía, por favor léelo, —la señora le alcanzo unas hojas arrugadas.
En una sala de parto está Viviana, una hermosa joven quien acaba de tener a su bebe, está llorando mientras Mariela, su madre, está entre el desespero, asombro y rabia, cogiéndose la cabeza con las dos manos, le grita, —Viviana, no puedo creer que estuvieras esperando un bebe. No sé cómo te diste mañas de ocultarlo, fui una boba en confiar en ti. Supuse que estabas gorda, y ahora no se me ocurre como le explico a mi familia que tuviste una criatura y que para empeorarlo todo es moreno.
Mariela llora amargamente, cogiéndose la barriga como si se le fueran a salir las tripas, siendo que en parte todo es culpa suya y no sé si la afecta más que ahora sea abuela o de la r**a del bebe, aunque a ella solo le importa el qué dirán sus conocidos.
—mamita, le juro que no tuve la culpa, mamita, por favor, ayúdame, no se vaya, quédate conmigo, no me dejes. —entre lágrimas le expone tratando de cogerle las manos, aun estando muy débil por el parto y el olor a anestesia le provoca dormir.
—es que dime, aunque sea dígame ¿Quién es el padre de la criatura?
Mariela se retira, en la cara se le ve el nivel de angustia que le hace brotar las venas de la frente, ya se le borran los anhelos de ver a su hija vestida de blanco en un altar para casarse con un millonario, lo que ella no pudo hacer, uno de sus deseos frustrado.
Se queda parada en la puerta esperando una respuesta, mientras observa de reojo al bebe y a Viviana, quien le responde, —mamá fue esa ocasión en que dejaron a Moncho cuidándonos, ese día en que usted se quedó en el casino con mi padre.
La Abuela se devuelve, mirando la cara de Viviana, abriendo su mano para abofetearla, mientras le grita, —deja de mentir, el Moncho es nuestro mejor amigo, él sería incapaz, es que te vio crecer, además ha sido como un padre para ti.
Viviana en su mente revive lo que sucedió y por eso le grita desesperada, — ¿aún no me crees?, contempla que este bebe es morena como Moncho. Por favor, deja de defenderlo, por primera vez confía en mí, en tu hija.
Mariela suspira sacando un fajo de dinero de entre su pecho y se lo deja en la mesa de noche, entre susurros manifiesta, —aquí te dejo este dinero, no tengo más, espero que lo hagas rendir. No te molestes en volver a la casa, tu padre es capaz de desaparecernos. No me bajará de alcahueta. Es que aún no puedo ni siquiera considerar que esto sucediera y para el colmo es una niña oscura, es que no puede ser.
La abuela de nuevo llora, cuando debería de estar feliz por tener su primera nieta, un hijo debería ser siempre motivo de felicidad, eso les decían los médicos, Viviana recordó eso y pensó, —eso me debería servir, pero ahora ni siquiera soy capaz de verla y me molesta su llanto que desgarra mi realidad. Ojalá cerrara mis ojos y resultara que todo fue solo una pesadilla.
Sin embargo, se deja llevar por el estrés y le vocifera un reproche que tiene atravesado en la garganta, a su madre, —es que la culpa es suya, por no orientarme y por haberme dejado con ese animal, ¿Cómo se les ocurrió dejarme sola con un hombre mayor?
Ella se devuelve mirándola con lástima y enfado, exponiéndole, —por supuesto que es mi culpa, es que me falto haberte dado más rejo para que no fueras tan mentirosa. Me hubieras contado que estabas preñada, algo hubiéramos hecho. Ahora no hay nada que hacer, lo único que sería darlo en adopción. Desde luego que eso ya no es opción, ya todo el barrio debe de saber, los chismes viajan más rápido que la luz, incluso tus amiguitas ya tenían que saber de tu domingo siete, con razón la señora de la tienda de la esquina me saludo “hola abuelita”, ¿Cómo pude ser tan ingenua?
Viviana se queda observando la papelera y le provoca botar a su niña, la que después le daría tantas alegrías. De nuevo lloro amargamente, mientras Mariela se marcha dejándole ese dinero que de seguro no le va a servir mucho.
La joven madre se queda lagrimeando por otras horas o minutos, ya que por la tristeza pierde la noción del tiempo, hasta que Mariela vuelve a entrar revelándole, —hija, tenías razón, por favor discúlpame, por no confiar en ti, mira aquí esta Moncho, que se compromete a responder por tu bebe y llevarte a vivir junto a él.
Un hombre de tez morena con una despoblada barba blanca que revela su avanzada edad, la acompaña, entra hablando muy calmado. Como si esto para él fuera una situación normal y como si le estuviera haciendo un favor o como si se sacrificara, —si es verdad, me ofrezco a hospedarte en mi humilde casa, allí te llevaré a que me ayudes a atender mi bar, te hagas cargo de lavar mi ropa, cocinar y de ser mi esposa.
Mariela aplaude con alegría, imaginándose que ahora podría embriagarse sin pagar cuando su hija atendiera la cantina, interviene añadiendo, —Si ves, hija, te dije que todo saldría perfecto, ya se le arregló la vida, quedarás con una casa y con negocio. Siempre estuve contigo, —la mamá sonríe al imaginarse que bebería gratis en ese sitio cuando su hija lo administrará.
La joven madre siente en su cerebro un corto circuito al escuchar tantos improperios. Lo cual hace que no resista, que se le rebose el aguante y explote furiosa, reclamándole, —mamá, no sé cómo es posible que apoyes a este animal. A quien deberías denunciar ante las autoridades para que lo cojan preso por lo que me hizo y no premiarlo convirtiéndome en su esclava. Este monstruo me lleva muchos años, inclusive es mayor que mi padre, podría ser mi abuelo.
—Hija respeta que aunque sea él es mejor que esos amiguitos tuyos que se la pasan en las esquinas, consumiendo porquerías y con las orejas llenas de aretes. —Mariela de nuevo amenaza con pegarle.
El asqueroso de Moncho, arrugando su frente, agrega, —pues usted verá si aprovecha la oportunidad que le estoy dando, para que quede con su honra intacta.
Viviana sintió que le jalaran cada fibra de su cuerpo e intento pararse a golpearlo, pero su condición de postparto no se lo permitió. Lo único con lo que pudo descargar su rabia, fue gritándole, —¡asqueroso, usted se aprovechó de mí, usted me violento, no me puedo ir a vivir con usted, lo aborrezco, me da fastidio, le juro que algún día me voy a vengar de usted y ni imagine que le dejaré ver a mi hija!
Moncho se mete la mano en los bolsillos alzando los hombros, anunciando indignado, —muchachita, no seas tan grosera. Mira, te dejo unos pesitos encima de los otros, y cuando necesites para pañales o algo, me buscas, eso si te portas bien. También deja de decirme violador, que cuando paso lo de nosotros ni te quejaste. Aparte de todo que lo único que me puede decir que la niña es mi hija, es por el color de piel, pero no soy el único moreno del barrio, uno no sabe si te fuiste de resbalosa con uno de los niches. —saca unos billetes arrugados del bolsillo izquierdo del pantalón, dejándolos en la mesa.
Esta vez Viviana explota en furia, tratando de arañarlo como una fiera. Por sus pocas fuerzas este la esquiva fácilmente. Ella quiere hacerle daño con algo, no encuentra alguna cosa cercana que lanzarle, su mano se desliza por debajo de la camilla hallando algo de un metal helado, que se lo arroja sin considerarlo. Es un recipiente que recibe los fluidos, lástima que este medio vacío por qué le da a Moncho en la cara, haciendo valer la pena cada insulto de la señora Mariela que le dice mientras se marcha con ese despreciable ser.
Esto ayuda a que Viviana se calme al desahogarse un poco, mejor decide alzar a su hija, quien cesa el llanto mirándola sonriente. La abraza tranquilizándose, aunque supone que le tendrá que salir a tocar puertas, quizás donde una tía o una hermana mayor. Lo que sí sabe es que tiene que salir adelante por su bebe, que es un ser inocente y puro.
—señorita ya tiene salida, ¿quién va a venir a recogerla?, toca que llame a un familiar, —Era lo que le decían las enfermeras a cada cambio de turno, esta vez entro una enfermera algo arrogante.
Ella únicamente pudo entre lágrimas contestarle, —no, señorita, no tengo a nadie, mis padres me echaron de la casa, me toca ir a buscar quien me ayude.
La enfermera hace una mueca de risa, era lo que acostumbraba para no mostrar que tenía pocos dientes. Le responde agarrándole las manos y acariciando al bebe, —señorita, me pareció escuchar eso, es terrible. Cálmese, que yo la puedo ayudar por unos días, aunque sea. Yo vivo en una casa muy grande, le propongo que al finalizar el turno yo las llevo, le abriré un campo, allí nada le va a faltar, tranquila.
Viviana juzga que su situación se está arreglando, que el sol sale después de la tormenta y contéstale, —le agradezco mucho, usted es una bendición, un ángel, el cielo me la envió. Yo sabía que no podía ser tan salada, le acepto su ayuda, muchas gracias. Ya había escuchado que en los momentos más oscuros conocemos a los ángeles.
En ese instante esa enfermera fue como una ventana de luz que se abría en la oscuridad de su desgracia, aunque después se estrellaría con un muro de mentiras que le mostraría lo equivocada que estaba, solo era un pasillo a algo más tenebroso.