3; LIMPIOS

1299 Words
VIVIANA La enfermera vivía en una casa antigua de paredes altas y techo en madera, con olor a húmedo y a viejo. En ese lugar, acomodo a Viviana junto con su hija. La recibió un hombre medio gordito de aproximadamente cincuenta años, con una verruga al lado de la boca, la saludo diciéndole, —hola señora Viviana, me llamo Lorenzo, mi esposa Pepita, me llamo a contarme lo que le sucedió. Por favor siéntate como en tu casa, si necesitas algo, lo que sea no dudes en pedírnoslo, nosotros estamos para servirte. Viviana agachando la cabeza le contesto, —Don Lorenzo, estoy en deuda con ustedes, espero poder pagarles algún día, trataré de ayudarles en lo que más pueda. La enfermera Pepita la interrumpió enunciándole, —no mi niña bonita, usted no está para hacer aseo, tiene que recuperarse del parto, coger fuerza para que pueda dar buena alimentación a él, bebe. No la quiero ver que agarre la escoba, se tiene que cuidar. Como si fuera una bruja, su predicción se cumplió. Pues Viviana todos los días le hacía el aseo a esa enorme casa cambiándole el olor. Los primeros días la señora Pepita intento frenarla, después ya disfrutaba de su empleada personal e incluso le buscaba otras labores. La muchacha por la noche quedaba fundida en su dormitorio. Y Ya que a su hija, a la que aún no le colocaba un nombre fijo, le decía Pepita en honor a su salvadora. Lo complicado eran las noches en que la enfermera tenía turno en el hospital y don Lorenzo intentaba sobrepasarse, le golpeaba en la puerta susurrándole, —Viviana, debería venir a mi cuarto a calentarme, puesto que está haciendo mucho frío. Ella se encerraba trancando la puerta corriendo un armario. Abrasaba a su pequeña hija, tratando de no confrontarlo ni hacerlo sentir mal, le decía cosas como, —no, don Lorenzo, estoy muy enferma, tengo mucho cansancio, es que hoy no me bañe. Aparte de eso todo fue normal hasta que en el primer mes de su bebe, don Lorenzo les compro ropa a las dos y una torta junto a una bebida para celebrar, Viviana se tomó más de media botella, que junto con el cansancio le provocaron que se quedara dormida profundamente. El llanto del bebe hizo que despertara, intento levantarse, pero un dolor en su cuello y manos se lo impidió, al jalar los brazos descubrió que se encontraba amarrada y amordazada. A su hija, la escuchaba lejos, aunque estaba encerrada en una caja en la misma habitación … JOHN Mientras tanto, a unas cuadras de ese lugar se encontraban los cuatro guardaespaldas desempleados entraron a celebrar a un bar que estaba lleno de mujeres vestidas con pequeños vestidos- Juan llegó gritando, —mesero deme su mejor mesa y la botella, la más costosa que tenga. Enseguida fueron acomodados en una mesa donde los meseros les trajeron una botella importada, que aunque su contenido no era fino, sí lo estaban cobrando como tal, aunque esto los transformo en apuestos príncipes, porque las mujeres les empezaron a sonreír e incluso se peleaban por sentarse con ellos. Jefferson abrasó a dos bellas mujeres y muy alegre proclamó, —un fin de semana con este par de bellezas y de seguro recupero mi peso ideal. Juan se rio mostrando sus pocos dientes, le mencionó con una voz ronca, —eso ya no importa, ahora que tenemos mucho dinero nos vemos lindos como sea y si no, pues se puede mandar a hacer la liposucción. Carlos se levantó para añadir, —eso es ahora que somos los patrones, nos veremos siempre rodeados de mujeres hermosas. La botella se desocupó en segundos y pedían otra que tampoco duro y luego otra, solo Jon se oponía opinándoles, —esperen, cojámosla suave, no podemos dar mala apariencia, mejor deberíamos tomar solo gaseosa. Los demás se le burlaban difamándolo, —no sea miserable, deje de ser tacaño, por eso es que nunca va a ser nadie en la vida por ser tan amarrado. Pero él tenía la razón, pronto los tragos se les subieron en la cabeza y resultaron solos, con la mesa llena de botellas vacías y sin dinero ni para el servicio de taxi. Juan se exaltó tumbando la mesa, manoteando grito muy embravecido, —esas malvadas mujeres me robaron el dinero. Automáticamente, los guardias del bar les empezaron a pegarles garrotazos sin preguntarles una palabra. —vámonos, corramos —les propuso Jon, cubriéndose con una silla los ataques de un guardia. —Yo no me voy sin mi plata, me la tienen que devolver, —abroncaba Juan como un loco. —Si es verdad, este bar nos tiene que responder por nuestro dinero. —Jefferson le reclamo al cantinero y este le contesto, —no, señor, el bar no tiene relación con las mujeres que vienen aquí, es que ni siquiera conozco a esas muchachas que se sentaron con ustedes, es la primera vez que las veo, pero tranquilos que ya viene la policía, de seguro ellos los podrán ayudar. Todos quedaron fríos y Jon les manifestó, —esperen, no podemos dejar que la policía nos capture. Es mejor que nos marchemos, de todas maneras ya perdimos. Muy a su pesar, todos lo aceptaron, aunque ya era muy tarde. Pues dos policías entraban a revisar el problema, sabían que no era para tanto, un aprieto más de unos borrachos que no quieren pagar la cuenta, quienes terminarían en un calabozo por veinticuatro horas, por eso ni siquiera entraron con las dotaciones listas, simplemente les proclamaron, —señores, tienen que pagar y desalojar enseguida. Jefferson trató de disimular su voz enredada al replicarles, —Qué vergüenza, señores policías, empero ya pagamos, es más, ya nos marchábamos. A lo que Juan interrumpió con un alarido y sacudiendo las manos, — ¡agente, es que estas cualesquiera nos robaron! De entre la sombra salió una de las mujeres respondiéndole a clamores, — ¿Cuáles cualesquiera?, respétenos que usted lo parió una mujer y nadie le robo nada, acuérdense que pidieron de todo como locos. Es que según ustedes son mafiosos que se salvaron de que los apresaran, como encerraron hoy a ese narco al que lo delato su novia, la famosa modelo del momento. En ese instante los policías les apuntaron ordenándoles, —señores, nos tiene que acompañar a la estación. Jefferson sin pensar se lanzó contra un policía, girándolo y empujándolo contra una pared, rugiendo, — ¡corramos, muchachos!, Carlos también tecleo al otro policía y lo derribo. De esta forma todos salieron, como si fueran mariscales de futbol americano, demoliendo todo lo que se les atravesaba de aquel sitio donde se les disolvió el enorme botín, pero que su amistad se afianzó. Al salir se encontraron con otros dos policías, quienes les dio pereza entrar y decidieron esperar en la calle, cuidando la retaguardia. Estos al ver a los cuatro tipos salir corriendo los alertaron, — ¡deténganse o los neutralizaremos! Por supuesto que ninguno hizo caso, todos salieron corriendo sin importar que el peligro les zumbaran en las orejas. Hasta que Jefferson paro tomando aire con la boca abierta, manifestándoles, —esperen muchachos, no podemos huir de ellos, nos persiguen en motos y de seguro ya habrán llamado refuerzos. Mejor déjenme, yo les doy tiempo para que puedan escapar, además sospecho que no voy a lograr adelgazar de esta manera. John lo agarro para interrogarle la razón de su decisión, pero al acercarse detalló la razón de su ofrecimiento, era que estaba herido de gravedad, de su estómago brotaba sangre oscura, así que solo le pudo expresar, —listo, amigo, tienes razón, nunca te olvidaremos, muchas gracias Jefferson tomó un rumbo contrario procurando hacer ruido para despistar a los policías, queriendo que fuera al único que lo persiguieran.
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