Narra Walter —¿Hola?—su voz era un bálsamo calmante que llegaba a través de los altavoces del auto. —¿Carol? Me dirijo a casa. —¡Oh! Es un poco temprano, ¿no? Me sentí mal por haberla retrasado el día anterior. Había disfrazado mi razonamiento con trabajo, pero la verdad era que no podía armarme de valor para ir a casa y enfrentarla. Caminé por mi oficina de un lado a otro, aterrorizado de lo que podría sentir, o hacer, si estuviera en la misma habitación con ella otra vez. Entonces llegué tarde. —Te debo lo de ayer. —Por favor, Walter, de verdad, no es… —Sí. Voy a parar en el supermercado de camino a casa. Haré la cena. No muevas un dedo. Carol vaciló. —¿Estás seguro? —A menos que quisieras detener cualquier diversión que estuvieran teniendo ustedes dos—Carol se rio. —No no.