Capítulo 3: Incomoda

1471 Words
Entró a la casa empujando la puerta con mis pies, hay un sonido que me fastidia la cabeza, y viene de la sala, mi mamá no puede estar nuevamente con ese desequilibrio mental, ¿por qué me hace esto? voy caminando y por cada lado que pasó hay muchas botellas de licor tiradas desocupadas obviamente de las que bebió. Pero si se supone que ya la controlaba ¿por qué me hace esto? obviamente aprovechó la oportunidad para sentir esa maldita libertad que le gusta, llegó y está como si nada ¿cuándo trago tiene qué beber para estar borracha? es una locura como depende del alcohol, está ahora sentada sobre el sofá riéndose sola mi mamá. —¡Mamá! ¿Qué onda contigo? ¡Respóndeme ya mismo! ¿Qué significa este desorden? —Estoy tan molesta, que en verdad ella termina de dañar está puta noche llena de amargura, no paro de pensar en Mario, sus labios tenían tan marcado un sabor que me hará delirar de la curiosidad por tenerlo. —¿No era que llegabas hoy a la madrugada? ¿te fue muy mal verdad? Qué afán es el que mantienes de conseguir marido, a menos de que estés utilizando tu inteligencia, sabes a qué me refiero Julia, solo miras pobretones teniendo miles de necesidades aquí en la casa —ella está levantando la voz, otra persona que en tan poco tiempo me trata como un miserable objeto. —¡A mí me respetas mamá! —me convierto en una altanera, es que como más debo actuar si soy la burla de ella, me duele, pero en esta casa nada falta precisamente por el esfuerzo que yo hago. —Tú eres la igualada, qué no eres capaz de notar que yo soy tu madre tengo el derecho de pisotear si se me da la gana, así qué cállate esa maldita boca, pásame ya mismo un vaso de agua que estoy ahogada por tu culpa. —Ella se justifica, soy yo la de todas las faltas no pues qué desgracia. —Estoy perdiendo las palabras que te pronunció, a lo mejor más testigos de esta locura no son ni necesarios, porque es imposible hacer entender y te comento que salí con un perdedor, que solo buscaba propasarse conmigo, sus manos estaban tan inquietas, y el aliento no solamente me intimidaba por su olor, eran las ganas de devorarte que no disimulaba y todo por creer en esas putas páginas de conseguir pareja, donde solo habitan las basuras. —Me jalo el cabello por tanta rabia que estoy cargando. —Julia discúlpame. —Ese arrepentimiento es sospechoso, puede ser solo por el momento para que yo no me sienta tan mal, pero ya es muy tarde y estoy lastimada, tal parece que la única que me entiende es Lorena y eso a medias. —Mamá hablamos cuando llegue del trabajo, así que déjame quieta. —Doy un giro para ir hacia mi recámara, y ella habla quisiera que su voz se escuchará más lejos, pero no, está prácticamente encima de mi oído. —Julia estás loca, la hora de entrada es más tarde ¿Algo me estás ocultando? Solo te suplico que no vayas a cometer ninguna locura —ella prosigue con la gritería, agarro unas cosas para largarme porque ni en esta casa me acomodo, así que voy a cortar todos los problemas que me estoy ganando de raíz y eso es renunciando a la empresa. —Yo sé. —caminó hacia la salida. —No parece —ella habla con sarcasmo, similar al que utiliza en la cotidianidad, pero únicamente conmigo que es lo más cruel. —Lo importante es imposible posponerlo, no te afanes por mí voy a estar bien, mejor saca provecho a este espacio que ahí descansa, porque luego de la visita que voy a hacer nuestra vida cambiará, necesariamente no tiene que ser peor, a pesar de todo puede que difícil. —Salgo endemoniada, tengo tan metido en la cabeza que valgo por mí talento. Agarró una buseta rumbo a la liberación que me espera, en este transcurso solo puedo pensar que cometería de pronto un error, y tampoco quiero quedar como una chismosa dejando a la vista a Mario. Llegó al paradero, respiro profundo para seguir por el camino, son pocas las personas que ya llegaron, precisamente era lo que buscaba odio las despedidas y más cuando son con hipocresía, llegó a la puerta de la oficina y se me tuerce el maldito tacón, ¿porque esto me pasa a mí? ¡acaso que debo! le reclamó al cielo. Estira una mano, pero de la vergüenza no puedo mirar, levantó un poco el mentón y es Miguel Gómez, el sobrino del dueño de todo esto. —Señor cómo le explico —estoy tan nerviosa y las palabras me hacen quedar mal, las separo hasta en sílabas, es mucho más guapo verlo cerca que de lejos como siempre, sé que lo estoy ojeando como una boba, al señor Miguel, pero al igual cuando ya mañana no esté, él ni caerá en cuenta de mi ausencia. —Señorita caerse no está para nada mal, tranquila que yo no le estoy reclamando nada, porque no me acompaña y la llevaré hasta enfermería, ellos tienen más experiencia y le colaborarán con el dolor. —Me coge de la cintura él y levanto mi cuerpo aguantando mi peso sobre el suyo. Me dejó llevar ya debo estar hasta babosa porque por dentro de mi boca, me estoy escurriendo, entramos hasta su oficina y él saca un botiquín, este tipo de enfermero me gusta mucho más, hay tanto que pido que me revisen y a fondo, que bueno es saber que él no me escucha. —Gracias, las probabilidades de ir a enfermería son muy pocas, ya que usted tiene mucho talento en sus manos —se me sale ese comentario, debo parecer una ofrecida, debo controlar más esta lengua. —En realidad comprendo muy poco de primeros auxilios, pero seguramente ningún hombre dejaría tirada a una chica tan bonita, perdóname por ser tan atrevido, sin embargo, mis ojos son los que están detallando una belleza fenomenal. —Él está mirando el escote, tengo que vestirme provocativa para dejar de ser ignorada, no pues a este paso cualquiera me dejaría, cuando viera mi atuendo normal. —Pues lo hace muy bien, felicidades. —Esa sonrisa de estúpida que se me sale, cuando siento que tengo un elegido, es una humillación de verdad. —¿La acompañó hasta la salida? —expresa con amabilidad. —No, conozco esta empresa como la palma de mi mano, claro doctor como usted la pasa tan ocupado no tiene buena retentiva, pero yo era la secretaría de presidencia. —Le rompo el tacón al otro zapato, ahora sí puedo caminar bien sin parecer estar cojeando. —¿Por qué hablas en pasado? —Él va a oprimir el botón de seguridad. —Yo no soy ninguna delincuente, simplemente vengo a entregarle esta carta al doctor Mario, me entendió señor Miguel. —Con la carpeta que tengo en mis manos, golpeó el escritorio con rabia, me vale que crea que soy grosera. —Bueno, pásame eso a mí. —Lo solicita con sus manos, obviamente no, tampoco voy a pasar por pendeja, tengo que tirarla por la cara a ese desgraciado de Mario. —No puedo, porque el trabajo me lo ofreció el señor Carlos y yo quede en las manos de Mario, tengo tanto por agradecer y en persona mucho mejor. —Estoy fingiendo, me quito el resentimiento, sed de venganza es la que se está buscando iniciar en mí. —Ya, son cosas personales, ¿Cómo es tu nombre? jamás lo he escuchado, que idiota desaproveche la oportunidad de hablarte. —Me está coqueteando, muy de frente será porque está solo, a los dueños les daría pena salir con la secretaria, por ese motivo solo funcionó para las aventuras. —Julia —lo digo seco. —Mi primo solo las coge de juguete, no ha existido la primera secretaria con la que no se acueste, así que si tienes suerte y no olvides dejarme tu numero para salir y conversar, abrirnos en los gustos que tal tengamos muchos en común. —Se sienta y ni la mano me dio. —Yo no hago parte de esas víctimas, que posiblemente también lo están disfrutando, me imagino como gozan con tanta arrogancia suya. —Cruzo mis brazos es un atrevido, así serán de descarados los hombres de esa familia, que pena con sus esposas están más engañadas. —¿Te gusta Mario? —él pregunta. —No. —Doy la vuelta, y salgo me voy hacia esa guarida ahí está desocupada, pero aquí lo esperaré no se librará de todos mis reclamos ese Mario Gómez.
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