Capitulo 14

1111 Words
Narra Marcello. Subí las escaleras con ella en mis brazos. Nuestros labios no podían separarse, y sus brazos alrededor de mi cuello enganchada a mi como un llavero me volvía loco. No quería soltarme, se aferraba a mi como si no existiera un mañana y cuánto me encantaba. Tras entrar en mi cuarto, empujé la puerta con el pie para poder cerrarla. No me molesté en colocar pestillo, nadie nos interrumpiría. No perdería tiempo en eso. Mi objetivo era dejarla sobre la cama. Cuando finalmente su cuerpo descansó sobre el colchón nos detuvimos para mirarnos. Fue un momento en el que ambos tomamos aire, nuestros pechos estaban acelerados y nuestros labios hinchados cuando recién empezábamos. Ella estaba presa, bajo mi pecho, entre mis brazos. Acorralada por mi cuerpo. La admiré con lentitud. Absolutamente todo se me olvidaba cuando la miraba a ella. Quien soy, de donde vengo y a qué me dedico. Solo estaba en mi cabeza estar con ella. Sin embargo, no quería que esto pasara solo por calentura. —¿No te vas a arrepentir de esto luego? — le pregunté. La voz casi no me salía. Carraspeé mirándola muy atento, pendiente a cualquier gesto de duda que pudiera hacer, pero, no hizo ninguno. Más bien negó de inmediato con su cabeza. —No hubiera permitido que llegáramos aquí si en el fondo sabía que no estaba preparada. Pero lo estoy, quiero esto tanto como tú — la escuche decirme y algo en mi cabeza explotó. Me sentí seguro, no sabía cuáles eran sus límites, pero, lo descubriría. Tomé sus labios desesperados y comencé a quitarle la ropa. No sabía que no llevaba ropa interior, al parecer somos almas gemelas. —Joder, Eileen— cuando la tuve desnuda, me separé de ella abandonando la cama, alejándome lo suficiente como para apreciar su figura completa. Me la comí primero con la vista, y hasta me chupé los dedos. Sabía que tenía buen cuerpo, pero tenerla como Dios la trajo al mundo frente a mis ojos no se comparaba con verla vestida. Sus senos eran pequeños, pero muy hermosos. Su areola era perfecta, me daban ganas de pegarme como un bebé para que me amantara, pero entonces las curvas de su cintura me aguaban la boca, quería besar todo su abdomen hasta detenerme en su monte Venus. Tenía las piernas cruzadas, como escondiéndose un poco, más bien tapándose. La miré a los ojos y le di la seguridad que necesitaba. Con mis manos abrí sus piernas poco a poco. —Que flor más bella — babeé. Acababa de babear. Marcello Bianchi, "la sombra", de su boca cayó la baba cuando vio la v****a de Eileen. La perdición de su vida. Como un robot, en automático, agaché mi cabeza y me adentré entre sus piernas. Sus manos intentaron sostener mi cabeza como en negación, pero, conecté mi mirada con la suya y desde que mi lengua tocó su zona se quedó quieta. Besos mojados dejé en su zona. Acaricié con mi lengua sus labios vaginales exteriores y sus entrepiernas, jugando a torturarla. Su vientre comenzó a temblar así que entrelacé nuestros dedos por encima. No podrían ser cosas mías, pero ella me sabía dulce. No me despegué de su feminidad hasta que sus dedos no estuvieran a punto de arrancarme los cabellos. Había logrado el orgasmo más encantador de toda mi vida. No suelo hacerle oral a ninguna mujer, en todos mis años solo he puesto mi boca en dos conchas. Sin embargo, el orgasmo de Eileen fue tan visible como palpable. Se corrió en mi boca con espesor, tembló su cuerpo sobre mis sabanas. Me alejó de ella, lo aproveché para ponerme de pie y sacarme la única prenda que me quedaba. El pantalón de pijama. En su momento de reponerse y tomar aire, alzó la mirada apoyándose de sus codos para mirarme. Sus ojos enfocaron mi masculinidad, tenía el pene muy erecto. Me llegaba al obligo, estaba duro, tanto como para compararlo con cemento seco. —¿Qué pasa? ¿Asustada? — le pregunté sin dejar a un lado mi sonrisa malvada. Sin embargo, ella se repuso y se colocó de cuclillas sobre la cama. —Me dijiste que no había por que sentir temor contigo, ¿entonces por qué tenerlo? Puedo con eso y con más— era tremenda. Tremendísima. Avancé hacia ella, mordí mis labios cuando sentí sus manos abarcar mi tronco y la muy verduga, deslizó su lengua desde mis testículos hasta la punta de mi pene sin quitarme los ojos, mirándome fijamente. Llevé mi mano a su cabello, lo empuñé y guie su cabeza como diciéndole que se lo metiera completo a la boca, pero más que eso, se lo tragó entero. Lo llevó hasta su garganta sin tan solo hacer arcadas. Tiré de mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos, mordí mis labios y gruñí como una bestia. Me corrí. No duré dos minutos ni siquiera. —MALDITA SEA! — bufé con molestia. La miré, ella me sonrió malvada, limpiando la comisura de sus labios. No se había tragado mi semen, lo tenía todo en la mano, pero parte de él había alrededor de su boca. —¿Que pasó, sombra? — era una mujer demasiado provocativa. Su tono de burla me hacía querer joderle la v****a. —Todo es tu culpa. No suelo ser tan fugaz — —Precoz, dilo correctamente— se burló de mí. La ataqué con la mirada. —No soy así, te dije. Es culpa del deseo y las ganas que te traía desde que te vi. Eres una diosa mujer —pronuncié. Ella se alzó a mi mesa de noche, donde encima tenía servilletas. Limpió su mano. —¿Entonces siempre serás así conmigo? — siguió molestándome. —¿Así como? — le pregunté. —Tan ''fugaz''— río. —No llores luego— abrí la gaveta y escogí un condón. Rompí el empaque y me lo puse. Me había corrido pero mi pene continuaba arriba. —Recuerda quién eres conmigo. El hombre más cuidadoso del mundo — —No te voy a lastimar—le aseguré. Al final de cuentas, nuestra manera de jodernos era solo por hacer de las cosas más picantes. Regresé a la cama, volví a colocarme encima de ella y sentir sus brazos abrazarme mientras me abría sus piernas y me rodeaba con ellas fue un momento que disfruté. Lo coloqué en su entrada y la miré a los ojos. Poco a poco fui metiéndome en su interior con suma lentitud mientras la veía morderse los labios. Sin embargo, no la penetré con maldad o agresividad. Mis embestidas fueron lentas, apoderándome de sus labios.
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