Capitulo 15

1073 Words
Narra Eileen Me estaba quedando medio dormida entre los brazos de Marcello. Sus caricias me hacían querer quedarme aquí para siempre. Nuestros cuerpos encajaban a la perfección. Sentir nuestras pieles rozarse era una completa divinidad. Hacía mucho que no me sentía tan bien compartiendo la cama con un hombre. La verdad es que nunca me había sentido tan espectacular. Con Marcello era diferente, él me transmitía mucha seguridad y aunque todo fuera un caos, me sentía en paz. Su tranquila respiración me causaba satisfacción y aquella debilidad que mostraba su cuerpo junto al mío me hacía sentir como su favorita, la niña de sus ojos, su punto débil; y cómo me encantaba. —¿Qué piensas? — le pregunté al ver que él no se estaba quedando dormido, no mostraba ni siquiera rasgos de sueño. Frotó mi espalda y negó con la cabeza. —No pienso en nada, linda — fue su respuesta. —Yo estoy cansadísima, ¿tú no? ¿O estás arrepentido de lo que acabamos de hacer? — le pregunté. —Sé que eres chismosa, pero no me lo restriegues. A ver, ¿estás loca? Soy el hombre más feliz en este momento. No porque te hice el amor, sino porque te tengo en mis brazos, Eileen. Como te lo prometí y como me lo prometí a mí mismo. La grandeza que siento como hombre en mi interior no la puede comprar nadie ni nada en estos momentos — me habló. Estaba perdida, mirándolo a su encantador rostro. Esos ojazos celestes eran lo más hermoso que había visto en mi vida. —No quiero dormir, estaba cansado, pero te he hecho mía y todo lo que me molestaba se ha ido. No siento más que placer y gozo dentro de mí. Además, no quiero dormir. Quiero disfrutarte lo suficiente porque sé que vendrán cosas que harán que tal vez no quieras estar en mis brazos — fue sincero conmigo. —¿Por qué me lo dices así de crudo? — le pregunté. —Te dije que no te mentiría, a ti no. Así que no tengo por qué decirte falsas cosas solo para hacerte sentir bien por ahora. No, la verdad es que vendrán cosas fuertes, sé que habrá días en los que no vas a querer estar en mis brazos como ahora, por eso debo disfrutarte — besó mi frente. Marcello era un hombre malo, un asesino, y no me cansaría de repetirlo, pero se me dificulta creerlo cuando se comporta tan transparente conmigo. —Solo no hagas cosas que me hagan enojar y siempre estarás conmigo. Te juro que no me había sentido tan bien con ningún otro hombre — le dije viéndolo sonreír. Esa sonrisa era tan real, tan linda y fresca. —Te dije que soy el hombre que necesitas — me susurró al oído, apretándome levemente contra su cuerpo para sentirme aún más. —No puedo prometerte que no te haré enojar, pero sí que no te fallaré nunca, ni como hombre ni como tu pareja — besó mi mano al entrelazar nuestros dedos. Me reí. Me reí escondiéndome en su pecho. —¿Eres mi pareja? No me has preguntado si quiero ser tu novia aún — le dije mirando lo rojo que se puso. —¿Novia? Te voy a proponer matrimonio, no quiero decir que eres mi novia — dijo haciéndome sentir lo que otros hombres en meses no hicieron. —¿Quieres decir que soy tu esposa, tu mujer? — besé su boca comportándome coqueta. —Sí. Quiero decir, ella es la que sabe o, lo que ella diga — me miró a los ojos sonriendo. Conectamos miradas como desde el día uno lo hemos hecho. Su sonrisa se desvaneció y pasó a estar serio. Acarició mi rostro y apretó sus labios. —No sé qué me pasa contigo, no sé qué has hecho, pero toca aquí — llevó mi mano a su pecho — Siento que late con fuerza cuando estás conmigo y que se me saldrá por la boca cuando te acercas mucho. Siento una necesidad sobrehumana de protegerte y de cuidarte como si fueras de cristal... Estoy asustado por todo esto, la verdad, pero aún así me encanta tenerte — Siempre que fuera así, me casaría con él en este mismo instante. —A mí no me asusta. Quiero ser tu cristal — recosté nuevamente mi cabeza en su pecho. Acarició mi cabello con suavidad. —Me contuve ante tus provocaciones, refuté, pataleé y sentencié que no caería en tus brazos. De haber sabido que me sentiría tan bien, te juro que el primer día hubiera dejado que me mecieras en ellos — fui sincera. Me contenía para no expresar lo que sentía de esa manera, pero él era muy abierto conmigo y expresivo. Me parecía injusto que yo no lo fuera también, sintiendo sentimientos semejantes a los suyos. No lo estaba mirando, pero sé que sonrió, pude sentirlo. —En mis brazos no te faltará nada. Solo necesito que me seas leal y nada más — me dijo haciéndome mirarlo a los ojos. —¿Hablas de ocultar a qué te dedicas? ¿Ocultar quién eres? ¿Y mantenerme al margen de tus cosas, supongo? — le pregunté. Marcello asintió. —Exacto. Y sobre todo, que no correspondas a nadie que no sea yo. No he sentido celos, pero sé que contigo los sentiré a diario en la cotidianidad — su semblante ya estaba muy serio. —Pues lo mismo te digo, Marcello — me incorporé, sentándome en la cama, enfrentándolo. —No soy tonta, no merezco pasar malos ratos, ni mucho menos malas noches. No toleraría una infidelidad. No soy un juego. Así que aleja a tus amantes. Los burdeles y los bares de mala muerte, déjalos. Y no creas que no podría darme cuenta, yo veo donde nadie ve y encuentro donde nadie jamás ha encontrado. Tener una mujer cuesta, y mucho — me crucé de brazos. —Sabes que no acepto órdenes de nadie, ¿verdad? Solo de ti — sonrió. —No estoy bromeando — bufé. Me hizo tumbarme nuevamente sobre la cama y se pasó sobre mí, dejando caer casi todo su peso sobre mi cuerpo. —Sería incapaz de tocar a otra mujer luego de haberte probado. Que se me caigan las manos si un día te soy infiel tan solo con el pensamiento, mi reina — me besó el cuello.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD