Capitulo 12

1100 Words
Narrador omnisciente El paseo a la playa llegó a su fin. Eileen había disfrutado de su helado y Marcello disfrutó de una cena con ella. Unos perros calientes y una soda en la cajuela, porque la señorita no estuvo de acuerdo en ir a cenar a un restaurante por la facha con la que según ella andaba. Han visto el atardecer y han mirado la noche caer. —Es hora de irnos, hace mucho frio— Marcello entendía que el sereno de la playa podría enfermar a Eileen. —¿Y por qué no me abrazas? — le pidió siendo por primera vez directa. Eileen y Marcello se habían dado más de un beso hoy, pero aún así el mafioso no quería ser más apresurado de lo que ya era reteniéndola consigo. Por eso no la arropaba, pero quería hacer más que besarla. —No estaba seguro si querías que lo hiciera. Tampoco quiero sentirme como que te obligo o te forzo. No me gusta sentirme rechazado— le respondió. —Pues casi no me has obligado a nada, fíjate — Marcello bufó. — Básicamente te estoy pidiendo el abrazo, sí tengo frío. Estaba esperando a que lo notaras — le confesó. La sombra rio para sus adentros y sin más que decir la envolvió en sus brazos por detrás. Le irradió calor sintiendo como tenia la piel de gallina. —Te congelas— le susurró al oído. —Arderé dentro de poco siendo abrazada por el mismo infierno— Eileen le contestó. —Eso no me ofende ni un poquito. Si así será nuestra relación no tienes idea de como me encanta. Nunca nos aburriremos — llevó sus labios hasta su cuello y dejó un beso en su nuca. A Eileen se le pusieron los pelos de punta pero rio ante las cosquillas de su barba. —¿No piensas recortarla un poco más? Pareces una oveja, Marcello. Me hace cosquillas — le dijo llevando sus manos a la cara del mafioso. —¿No te gusta? Imagina las cosquillas en tu flor cuando hagan presencia estos labios — fue pícaro. Eileen ardió. No pudo evitar sentirse acalorada. Marcello sabía perfectamente como ponerla nerviosa, como hacerla sudar, colocarle los pelos de punta, enchinarle la piel y dentro de poco, hacerla mojar sus bragas. —Ibas tan romantico... pero tenias que dañarlo— mencionó Eileen. —Lo dañé tanto que tu temperatura me quema, el frio ha desaparecido de tu cuerpo — Marcello le susurró. —Eres muy provocativo—Eileen se giró para mirarle a los ojos. —No sabes cuanto, aún no tienes idea — le respondió acariciando su cintura. Estaba un poco oscuro, pero ambos podían verse a la perfección. —Eres preciosa, ¿sabes?— Le encantaba Eileen como ninguna otra mujer. —Tú tienes los ojos más hermosos que he visto en toda mi vida — ella también se sinceró. —Que afortunada eres de que solo quieran mirarte a ti — Marcello le contestó. Suavemente, unieron sus labios. Eileen colocó una de sus manos en su rostro y la otra alrededor de su cuello mientras el mafioso adentró su mano por debajo de la camisa que llevaba Eileen y acarició su espalda, acción que la encendió en llamas. Tuvieron el beso mas largo del día, sin prisa, como si estuvieran disfrutando de cada segundo que pasaba, como si nada ni nadie los esperaba, ni los estuviera viendo. Fue un beso delicado, paciente, encantador. Sin embargo, el bulto en el pantalón de Marcello lo detuvo. Fue él quien rompió la unión chocando las frentes y terminando por rozar tan solo narices. —Vámonos por favor — le suplicó a Eileen con la voz ronca. Era capaz de quitarle la ropa en plena playa y hacerla suya si continuaban. Ella mordió sus labios completamente indispuesta a ir a casa. No quería soltar aquellos labios que le parecían divinos. —Vámonos entonces— extrañó su calor cuando Marcello la soltó. Ambos se subieron al coche tras bajar la cajuela. El camino de regreso a la mansión fue totalmente en silencio. Eileen no dejaba de pensar en lo acalorada que estaba. Sentir la mano del mafioso acariciar su espalda la había hecho desear que siguiera tocando otros lugares. Parecían unos adolescentes. Unos segundos acaramelados y luego como si no se conocieran. Cuanto morían por estar uno al lado del otro, pero, Marcello pensaba que aún Eileen no estaba al cien con él, y ella pesaba que se vería muy fácil si caía tan pronto en sus brazos. Al llegar a la mansión, Marcello subió la mayoría de las bolsas de Eileen tras la compra en el mall en la mañana. —Espero que duermas bien — dijo tras dejar la compra encima de su cama. —Gracias, tu igual. No fue tan malo el día — la muy traviesa le hizo saber. —Mejor dime que te gustó — Marcello llevó sus manos a sus bolsillos. —Sí, ciertamente si. ¿A ti no?— le preguntó ella. Marcello agachó la mirada, se dio vuelta para marcharse y giró su rostro para mirarla una vez más. —Nunca había pasado el día con una mujer. No había hecho nada de lo que hicimos hoy.. las compras, almorzar juntos, la playa. Deduce como me siento — Respondió tras carraspear. —No lo sé, tú dime— Eileen se rehusó a contestarle. —Entonces te lo dejo de tarea. Duerme bien— Marcello le respondió. —¿Te irás a dormir?— antes de que se marchara le preguntó. —No tengo sueño, ¿y tu?— —Tampoco. ¿Nos damos un baño y te espero abajo para tomarnos un te? Yo lo hago — Eileen se ofreció. Marcello lamió sus labios y sonrió a medias. —¿Me estas invitando a tomar un baño juntos?— —NO—Eileen se cruzó de brazos. —Pensé que era emocionante pero, si no nos ducharemos juntos deja de serlo — Marcello la molestó. —Que idiota eres. Hasta mañana— Eileen le dio la espalda. El mafioso se regresó dando pasos cortos hacia ella y pasando su brazo por su cintura la apegó a su cuerpo tanto como le gusta. —No me gusta el té pero como me encantas tú, por supuesto que acepto, una cita en la cocina, que romántico — Eileen sonrió. Era imposible evitarlo. —Si así serás todo el tiempo, podría pensar corresponderte, tal vez — lo miró a los ojos. —Puedo ser aún mejor, muñeca. Si se trata de ti, si —
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