Capitulo 11

1028 Words
Narra Marcello. Ella se quedó fría ante mis palabras, y noté su nerviosismo cuando agachó la mirada. Tomé su mentón y la hice mirarme. —Es lo que provoco en ti — afirmé. —Esto no está bien, Marcello — me dijo. Rodé los ojos y bufé en respuesta. —¿Qué no está bien? ¿Que sientas atracción por mí? ¿Que te erice la piel? ¿Que cause sensaciones desconocidas en tu cuerpo? — la cuestioné. Ella negó con la cabeza, intentaba hablar pero las palabras no le salían. —Lo que intentas que seamos no está bien. Somos de mundos distintos y personas completamente opuestas. ¿Acaso te has puesto a pensar en...? — la interrumpí. —Pero has estado con hombres de tu mismo "mundo", ¿qué ha pasado? ¿Por qué no has encontrado el amor que sueñas? — le interrogué. —Marcello... por favor — noté que era una persona muy cerrada. —Sabes que lo que he dicho es cierto. No sabes ni siquiera qué decir — la ataqué. —No quiero sufrir, ¿entiendes? No quiero que rompas mi corazón, no quiero que me uses, no quiero ser tu entretenimiento, no quiero ser tu objeto s****l. Y por supuesto, no quiero siempre permanecer en el ojo del huracán — me dolió que me dijera eso. Me golpeó. —Me dan ganas de reírme. Debiste haberle dicho eso a los niños de papi y mami que jugaron contigo. Y a los maduros que solo querían ligar contigo teniendo sus esposas — tenía mucho para responderle sobre su vida. —¿Cómo sabes eso? — preguntó. —¿Por qué no me preguntas más bien qué no sé? — la ataqué con la mirada. Me puse de pie y cambié de lugar a su derecha. Quería mirarla más de cerca. Me recosté en la cajuela y la encaré. —Si hubiera querido utilizarte para satisfacerme, ya lo hubiera hecho. Y yo a ti ni la mano en las nalgas te he puesto. Para que veas cuánto respeto te tengo — hice una pausa. —Deduce tú misma si no tengo buenas intenciones contigo. Y lo de permanecer en el ojo del huracán, me imagino que te refieres al peligro en el que vivo... no existe cosa que no hiciera para protegerte —agachó la mirada. —No me desvíes la mirada, ¿por qué lo haces? — volví a levantar su mentón. —Tus ojos son muy convincentes — me contestó. —¿Mis ojos son muy convincentes o tú también deseas esto igual que yo? — le pregunté. Negó con la cabeza, estaba completamente bloqueada, pero aún así dejó caer su cabeza en mi pecho. Se apoyó en mí y con frustración suspiró profundamente. —Tengo miedo. Muero de miedo. Esto ha sido la cosa más loca que me ha pasado en la vida. Lo has dicho, he estado todos estos años buscando en los lugares correctos, topándome con hombres envueltos en perfectos trajes impecables, pero vacíos, los cuales me mostraban una gran sonrisa y sus manos, pero traumados, con problemas de personalidad, desagradables, repletos de malos hábitos, a falta de educación, responsabilidad, amor propio, estabilidad... y apenas llegas tú, cometiendo un acto delictivo, más duro que una piedra, envuelto en esa ropa negra y me reinicias la vida — me miró. —¿Cómo te reinicié la vida? — pregunté. —Con esa mirada, con ese trato exclusivo, con esa protección inigualable que me brindas. Y ni hablar de la manera en que hablas de mí, como si fuera la mujer más hermosa del planeta tierra. Mostrándote seguro, responsable, y aunque tú seas un ogro, has sido lo más similar a un caballero para mí. Me han dado ganas de chillar cuando me has defendido al mediodía frente a tus socios. Y me has demostrado que tienes valor, tras casi volarle la cabeza a tu socia por mí — Suspiró. —En mi última cita recuerdo que llovía a montones y el chico que me invitó a salir me dijo que, aunque tenía una sombrilla en el coche, no saldría a buscarme hasta la puerta de mi trabajo porque no quería mojarse. Y tú... no te importó un pepino matar a alguien por mí — finalmente habló. Había estado con muchas mujeres a lo largo de mi vida y nunca había sentido lo que con Eileen. Estaba completamente enloquecido por ella. Desde que mis hombres la trajeron inconsciente, vi desgonzada y completamente vulnerable me preocupé y quise protegerla. Algo en mi interior salió de lo más profundo de mi ser y ante ella se volvió su guardián. Desde aquel día no he podido de dejar querer que ella se encuentre bien. Y fue mi manera de acercarme a ella la de retenerla a mi lado abusando de mi poder y aprovechándome de ello. —No tienes idea de la seguridad que me transmites ahora — me dijo abrazándome. Me sorprendió el gesto, pero no dudé en corresponderle. —He notado cuando me buscaste hoy en plena escena ante Milena y Augusto. De igual manera, la forma en que apretaste mi mano y tu preocupación porque no armara una de las mías en el lugar público — —No te niego que me gusta sentirme tan cuidada, pero al mismo tiempo no quiero causarte problemas — —Debes comenzar a meterte en el papel de mi señora. Y eso significa dejar de preocuparte por idiotas y empezar a usar tu poder y tus derechos como mi mujer. Actúa sin miedo, yo te lo permito — le hablé claro. Ella alzó su mano hasta mi mejilla y me acarició con su pulgar. Ese simple acto me debilitó por completo. Su mirada fue toda mía, la sentí suave y tranquila por primera vez. Creo que logré calmar sus ansias y convencerla de que podría ser yo el hombre perfecto que ha estado buscando. Me incliné y la besé. Sus labios tenían el sabor más rico que había probado. —Te confieso que, si me permites, si me dejas entrar, si me das la oportunidad, no vas a quererte alejarte de mi nunca —
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD