Capitulo 10

1365 Words
Narra Eileen Su mujer. Así fue como me llamó frente a sus socios defendiéndome con pasión y convicción. Aunque está claro que no soy su mujer, me encantó escucharlo decirlo. —Un helado y otro beso —le pedí descaradamente, sin importarme lo que pensara o lo que pudiera suceder. Él sonrió, regalándome la sonrisa más auténtica y sincera que había visto en estos días llenos de sarcasmo e ironía. Acarició mi cabello como le gustaba hacerlo y acercó suavemente nuestras narices, disfrutando de nuestra cercanía hasta que finalmente nos besamos de nuevo. Nuestros labios se unieron, y su mano recorrió mi cuello, bajó por mi espalda y se detuvo en mi cintura. El calor que sentí fue abrumador, tanto que solté un gemido apenas audible para mí, pero claramente percibido por él. Me moría de vergüenza. Él me miró a los ojos como diciendo: "¿Ves cómo no pudiste resistirte?", y aunque imaginé que se burlaba de mí, solo volvió a sonreír como un niño. Tomó mi mano, entrelazó nuestros dedos, y me sentí diferente. Había notado muchas cosas en Marcello, pero me encantaba que cuidara así de mí. Acababa de sembrar una semilla en mí que germinaría con cada muestra de cariño. Puso el auto en marcha nuevamente, y aunque tenía muchas dudas, no quería que soltara mi mano. No terminaba ni terminaría de digerir todo lo que estaba sucediendo en mi vida, pero me era imposible no sentir cierta debilidad por Marcello. Era un hombre extremadamente guapo. Sin embargo, era un asesino, un narcotraficante. Nuestros mundos y estilos de vida eran completamente opuestos. No podría vivir con un hombre tan autoritario, que me mandara todo el tiempo y no me dejara ser libre. Aun así, me encantaba cuando me miraba con esos ojos azules suyos y me acariciaba con la mirada. Me gustaba cuando se acercaba y nuestras respiraciones se entrelazaban. Empezaba a disfrutar su cercanía... empezaba a gustarme sentir sus labios. Mantuve la mirada en la carretera mientras él conducía, pero luego volví a mirarlo. Lo hice para darme cuenta de que, siendo el hombre más peligroso que he tenido en mi vida, ha sido también el que más me había cuidado. —Vamos —me dijo, estacionando frente al establecimiento. —No quiero bajarme, te esperaré aquí —le respondí sosteniendo su mirada. —¿No quieres bajarte por lo que sucedió hace un momento? Augusto y Milena ya no nos molestarán. Además, serían incapaces de seguirnos. Temen por sus vidas, supongo — me causaba cierto morbo escucharlo hablar así de imponente. —Tu socia no me quiere a tu lado — agaché la mirada. —Preocúpate cuando sea yo quien no te quiera conmigo. Nadie más me importa. ¿Lo sabías? — manteníamos el contacto visual. — Quien no me quiera contigo, que se aguante o se muere, punto — —¿Por qué estás tan seguro para jugártela por mí? —le pregunté, sorprendida por la forma en que me protegía y respaldaba. —Creo que tengo un don, pero no lo entenderías —me contestó, retrocediendo el vehículo. —¿A dónde vamos? ¿Y mi helado? — le pregunté. —A un mejor lugar para disfrutar del helado y de nuestra compañía —contestó con sencillez. —¿Al menos podrías decirme cómo puedes ser así? — insistí. Era duro, pero tenía esa pizca de romanticismo y caballerosidad que me enloquecía. —Solo soy así contigo — respondió. —¿Cómo eras con tus otras chicas? —lo abordé. —¿Por qué quieres oír eso? — —Sólo dime, Marcello — insistí. —No acostumbro a salir con nadie, solo tengo sexo y hasta pronto. No tengo por qué mostrarme de ninguna otra manera que no sea satisfaciéndome — confesó. —Entiendo — asentí. —¿Pero nunca has tenido novia? — continué indagando. —No, nunca. Ni siquiera en la secundaria — se burló. —¿Pero por qué? — —Porque siempre me gustó ser un bandido — Si algo tenía Marcello bueno era su sinceridad. —Dios mío, no puedo creerlo — me llevé las manos a la cabeza. —Así es la vida. A quienes me quisieron, no los quise. A quienes yo quiero, no me quieren — mencionó. —De alguna manera tendrás que pagar por todos los corazones que has roto, Marcello. Seguro hay mujeres que se enamoraron de ti de una forma u otra — lo provocaba. —No quería esa respuesta. Esperaba otra — me ignoró. —¿Pensabas que te diría que intentaré quererte? — me burlé, tal como él solía hacer. Sonrió a medias. —No necesito que me lo digas, no hace falta — me respondió con seguridad. Marcello tenía una personalidad, carácter y actitud que pocas personas poseen. No había conocido a ningún hombre con tanta autoridad. —Wow... ¿La playa, en serio? — le pregunté al darme cuenta de hacia dónde nos dirigíamos. Lo mencioné con cierto entusiasmo porque me encanta la playa. He sido amante de ella desde que era muy niña. —¿Entonces, de qué sabor quieres el helado? — me preguntó. Apenas le respondí. Estar frente al paraíso me hacía sentir como en casa. Me sensibilicé de todas las maneras posibles. Marcello me sacó de mis pensamientos cuando tocó la ventanilla y me hizo señas para que bajara. Me bajé descalza, disfrutando la brisa que acariciaba mi rostro y despeinaba mi cabello. —¿Te gustaría sentarnos en la cajuela? — me preguntó. Asentí. —Colócala de reversa — me pidió — Así continuas mirando perdidamente las aguas — se fijaba en todo. Me entregó las llaves del Porsche y aunque no entendía bien su intención, obedecí. Coloqué el auto en reversa, permitiendo que siguiéramos mirando el paisaje frente al mar. —Algún amor se te perdió en la playa, ¿por qué buscas con la mirada así? — me preguntó, sentándose a mi lado y colocando el cubo de helado en medio de los dos. —Todavía no he tenido la virtud de encontrar un amor verdadero. Simplemente disfruto de la playa porque me recuerda mi infancia — le respondí mientras servía helado en el cono y lo llevaba a mi boca. —¿Te ha ido mal en el amor? Esperaba que una mujer como tú estuviera casada y con hijos— se burló. —Creo que he perdido el tiempo buscando al hombre perfecto. ¿Acaso si hubiera estado casada y con hijos me hubieras dejado en libertad? — le pregunté. —Realmente no lo sé, pero conociéndome fácilmente me habría convertido en padrastro y tu en viuda — fue su lindísima respuesta. —Por Dios, que atroz eres Marcello— negué con la cabeza. —No, no lo soy. Solamente voy por lo que quiero— sacudió sus hombros. —Vas por lo que quieres ¿Sin importarte dañar vidas? ¿A la fuerza?—le pregunté. —¿Te refieres a ti? Puedo hacerte tan feliz en pocos meses, como nunca antes en toda tu vida ''correcta'' no has podido serlo. ¿Y sabes por que has fallado en el amor? porque se te han llenado los ojos con hombres que te han pintado ser unos príncipes azules, que solo tienen para ofrecer apariencias, estatus y buenos cargos. Tal vez a esos consideras como los buenos porque son estudiados, los miras inteligentes y capaces de estar contigo. A tu altura — hizo una pusa. —Pero resulta que con ninguno vibras, resulta que todos te decepcionan, resulta que ninguno te eriza la piel ni mucho menos te hacen feliz. Entonces vengo yo, todo lo opuesto a los hombres de ''tu tipo'' y siendo lo contrario a un príncipe azul, apuesto mi vida y mi imperio que puedo hacerte sentir como la mujer más querida y valorada del mundo. Es solo que miras exterior, Eileen. Te invito a que te enfoques en el interior. Aquí — me señaló su pecho. —Cuéntame algo, sinterízate conmigo. ¿Cuántas veces te he erizado la piel? ¿Aquellos temblores han sido solo de miedo o es lo que provoco en ti cuando me acerco?—
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD