Me despierto a un hermoso cielo nocturno.
Solo hay un pequeño trozo de luna visible, pero millones de estrellas brillantes iluminan el prado.
Mi prado.
Me incorporo y miro alrededor, dándome cuenta de que ahora estoy al otro lado del arroyo y mi loba está sentado a mi lado.
—Hola —le digo cautelosamente, temerosa de tocarla de nuevo después de lo que pasó la última vez.
—¡Hola, Molly! —me dice ella alegremente, las orejas levantadas.
La miro con una sonrisa emocionada, apenas puedo creerlo.
—¿Puedes hablar? ¿Y sabes mi nombre?
—Ahora puedo. Y, por supuesto que sí. Soy tu loba, Sage.
—Sage —digo, sintiendo mariposas al saber el nombre de mi loba—. ¿Significa esto que has roto el hechizo?
—Casi. Parte de eso depende de ti, Molly.
—¿De mí? Lily dijo que dependía de ti. Estoy confun
