Narra Bianca:
En la mesa el desayuno puesto espera por mí, y con el hambre voraz que traigo, todo me parece exquisito. No sé porqué, pero desde hace unos días, mi apetito ha aumentado significativamente, a pesar de los embates de mi vida. Me siento en la mesa, mi madre ya a la cabecera de la misma, tomándose un café con leche.
—Buenos días, hija.
—Madre — saludo con frialdad, mientras tomo un poco de todo lo que hay a mi alcance.
—¿Cómo dormiste?
La pregunta parece inofensiva, pero ella sabe muy bien la pena que traigo. Anoche apenas logré pegar un ojo y mis párpados hinchados dicen todo lo contrario. He llorado tanto que me sorprende que me queden lágrimas aún.
—Bien — miento, porque de nada sirve sincerarme.
Le doy un mordisco a un trozo de piña, disfrutando en silencio. Ese e
