Narra Alejandro:
—Me mandaste a llamar.
Veo a mi padre sentado en su escritorio, con un montón de papeles esparcidos sobre él.
—Sí, siéntate.
Obedezco y espero en silencio lo que tiene que decir, que, según mis cálculos, mi experiencia y mi intuición, no será nada bueno. De hecho, nunca que entro por esa puerta me espera nada bueno y así ha sido siempre.
—¿Qué te ha dicho Mauricio?
Abro los ojos con sorpresa. Por primera vez desde que tengo memoria, escucho a mi padre preguntarme acerca de algo que no tenga que ver con el trabajo, ni nada que gire entorno a él. La sorpresa me ha dejado mudo y él se da cuenta, porque levanta la cabeza de entre sus papeles y me mira, buscando una respuesta.
—Este… Todo bien, me ha dejado unos calmantes y me ha dicho que lo demás sanará con el tie
