Narra Alejandro:
Me tomo la pastilla número veinte del día (y eso que a penas son las diez de la mañana) mientras contemplo desde el balcón la ciudad bajo mis pies. Estoy en un octavo piso, en un lugar que desconozco, viendo como la gente transita a toda prisa por los pendientes de media mañana. No estoy seguro qué día es hoy, pues desde que desperté del coma he estado un tanto desorientado. Solo sé que Beatriz me liberó de mi cautividad y luego aparecí en el hospital. Los detalles de cómo llegué y el estado de mi gravedad no me son familiares, así como este apartamento.
Tengo tantas emociones encontradas que no sé ni siquiera expresar cómo me siento. Estas últimas semanas mi vida ha sufrido tantos cambios que ya ni siquiera si es mi vida, o si soy un tentáculo más de mi padre Fabián L
