Isabella
Nos encontramos en una de las discotecas más exclusivas de la ciudad, jamás pensé que yo podría entrar en un lugar así, pero aquí me encuentro en compañía de mi jefe, luego de la comida que fue muy rápida realmente me trajo casi que a la fuerza hasta acá, hace rato que se ha ido al baño debería aprovechar para pedir un taxi e irme a mi casa sin que se dé cuenta.
—¿Por qué tan sola muñeca? ¿Necesitas compañía? —escuchó que alguien me dice y por como arrastra las palabras se nota lo ebrio que esta.
—No me encuentro sola, mi novio ya está por venir, así que mejor retírese —digo con fastidio, esperando que con eso sea suficiente para que el borracho me deje en paz.
—Si y ¿tu noviecito dónde está?, porque tengo mucho tiempo observándote y has estado sola todo este tiempo —dice acercándose muchísimo a mí, su hedor a licor me repugna, siento el vómito en mi garganta, volteo mi cara para poder obtener algo de oxígeno.
—Ya le dije que mi novio no tarda en llegar, así que mejor retírese — digo alzando un poco más la voz.
— Yo he decidido que pasaré contigo la noche y tú no podrás evitarlo —dice tomándome fuertemente del brazo, me quejo por el dolor que me produce, siento un fuerte dolor en el rostro y un líquido caliente resbalar por mi mejilla, quedo aturdida al punto de caer desmayada, a lo lejos logro escuchar las voces de dos hombres, pero la inconsciencia se apodera totalmente de mí.
Alexander
Isabella, Isabella, ¿Qué me estás haciendo? Es la primera vez que una mujer se me resiste, en realidad es la única mujer que ni siquiera muestra interés en mí a pesar de que le atraigo, lo se lo noto en su cuerpo como reacciona cuando estoy cerca, mejor me apresuro a volver hasta donde la deje, en este lugar hay demasiados hombres, no sé en se estaba pensando cuando la invite, tal vez un lugar más íntimo hubiese sido mejor opción para seducirla,
Salgo del baño para ir por mi hermosa asistente, es momento de llevarla a mi tonw house, me dirijo al VIP una voz conocida me detiene.
—¡Alexander Castle, pero que sorpresa encontrarte en esta discoteca! —la voz de uno de mis más grandes enemigos.
—Hola Ernest, ya conoces mis gustos así que no creo que sea una sorpresa verme en un lugar tan exclusivo, en todo caso la sorpresa sería verte a ti en un lugar como este. —digo en tono ácido, Ernest Álvarez, un tipo sin clase y charlatán de primera, pensó que yo caería en una de sus mediocres proyectos.
—Vine con mi nuevo socio, estamos celebrando el inicio de un gran negocio que nos llevará a la cima —anuncia huraño.
—Espero que la celebración les dure —digo con intención de retirarme, pero una vez más sus palabras me detienen.
—Supe que una vieja amiga tuya se encuentra en la ciudad querido amigo, de hecho se encuentra con nosotros en este momento —dice señalando a un lado, de donde veo que sale Laura.
—Ernest te equivocas, Alex y yo somos mucho más que amigos, estamos comprometidos en matrimonio, ¿Cierto cariño? —su cinismo me asquea.
—Creo haberte dicho que te alejarás de mí —unos gritos llaman mi atención, cuando giro a ver me doy cuenta de que un conglomerado de personas se encuentra en el lugar donde deje a mi asistente, me dirijo en automático al sitio dejando atrás al par de buitres.
Una sensación extraña me recorre y siento la ira crecer dentro de mí imaginando que el grito que escuche es de ella, paso a través de los mirones para encontrarme con mi asistente desmaya en brazos de un ebrio, una línea roja baja de su labio por su cuello hasta su escote.
—Es mejor que la dejes en paz si no quieres conocerme –digo alzando la voz para que pueda oírme.
—¿Y quién eres tú para decirme que hacer?
—No querrás saberlo de verdad, será mejor que la dejes ahora mismo, ella vino conmigo y se va conmigo.
—Así que tú eres el noviecito, toma es toda tuya de todos modos no me gustan las que se la dan de santas —dice dejando caer a Isabella al suelo, no me contengo más y le lanzó un golpe con toda la fuerza de que soy capaz y el tipo cae sobre la mesita de las bebidas, aprovechó y lo tomo por la camisa para tirarlo al suelo y darle unas cuantas patadas las cueles detengo cuando siento que alguien me sujeta.
—Alex ya calmarte por favor, no lo mates —me detengo con la respiración agitada, en mis ojos solo se nota la furia que siento, escucho un sollozo que devuelve a la realidad para ver quién es que me sujeta.
—Te dije que me dejes en paz y vete con tu amante a la mierda —le digo a Laura que ahora llora falsamente a mares.
Me giro para tomar a mi asistente aun desmayada, seguro las copas y el miedo que sintió la vencieron.
—¿Quién es ella? ¿Es por esta que no quieres volver conmigo? —una descabellada idea se cruza por mi mente.
—Ella es mi mujer, una mujer que si vale la pena, que se valora y se respeta y antes de que preguntes dentro de unos días nos casaremos —digo dejándola muda en su sitio mientras yo me llevo a Isabella a mi tonw house.
Isabella
La cabeza me va a explotar, oh Dios no creí haber tomado tanto ni siquiera recuerdo cómo llegué a casa, tengo calor mucho calor siento que me quemó, me remuevo un poco en la cama buscando una mejor posición a la vez que quitó las sábanas que cubren mi cuerpo para que el calor pase, pero un momento que es esto, me incorporo de golpe haciendo que todo me dé vueltas.
—No vuelvo a tomar nunca jamás en mi vida.
—Quizás sea lo mejor para ti mi dulce Isabella —no, no, no es verdad me acosté con mi jefe, salgo de la cama a la velocidad de la luz y me doy cuenta de que solo llevo puestas las bragas y un suéter que supongo que es de él, cojo la sábana y me cubro, trágame tierra y escúpeme en la China.
—¿Cómo llegué hasta tu casa?
—Simple, yo te traje —dice con esa sonrisa que derrite a todas menos a mí, bueno a mí también.
— ¿Tú me desnudaste?
—Si y no preciosa.
—¿Podrías explicarte mejor? — digo un poco irritada si jueguito me está cansando, nada más quiero saber si me acosté o no con él.
—¿Siempre eres así de insoportable por las mañanas? —no, únicamente cuando me despierto en la cama de mi sexy jefe y no tengo ni idea de cómo llegué hasta allí, pienso.
—Solamente conteste señor —Dios que no me haya acostado con él te lo pido por favor, prometo que iré a misa más seguido.
—Bueno, la verdad, yo quería desnudarte y tenerte debajo de mí, pero la triste realidad es que tuve que salvarte de un borracho tú estabas inconsciente y no me quedó más remedio que traerte a mi departamento, tu ropa se veía un poco incómoda para dormir así que me hice la tarea de quitártela —eso no responde del todo mis dudas.
—Tú y yo hicimos este... tú sabes, lo que hacen un hombre y una mujer en una habitación —por Dios soy una mujer adulta, no entiendo por qué me da tanta vergüenza decirlo.
—¿Dormir?, Claro tú llegaste inconsciente y apenas vas despertando —veo que se levanta dejando expuesto todo su escultural cuerpo ante mi mirada, se me hace agua la boca y un escalofrío me recorre la espalda.
—Está desnudo, tápese por favor —chillo.
—¿No te gusta lo que ves? —claro que me gusta ¿A quién no?
—No es apropiado, usted es mi jefe —digo dándole la espalda para no seguir viéndolo—. Necesito saber si usted y yo tuvimos relaciones sexuales.
—Uno, quedamos en que no habría formalidades mientras solo estuviéramos tú y yo, dos, aunque me gustaría decirte que disfrute de ti toda la noche, lamento decir que no y tres, no soy un pervertido, ese es el baño en el vestidor encontrarás tu ropa ya limpia. —me sobresalto por el tono que utiliza.
—No quería ofenderte, es que no recuerdo nada luego de desmayarme, lo último que vi anoche fue la mano de ese hombre dándome una cachetada y luego todo fue oscuridad —digo con las palabras enredadas.
—Lo mejor será que me vaya a mi casa —Entro al baño no sé a qué porque acá no tengo mi cepillo de dientes y nunca me ha gustado bañarme para colocarme la misma ropa.
Entro al baño y cierro con seguro, este baño parece un spa ducha tipo lluvia con paredes de cristal, lavabo doble con un inmenso espejo donde examinó todo mi cuerpo en busca de marcas, pero la única que veo es en mi mejilla debido a la cachetada de ese tipo, como pueden dejar entrar a animales como ese en un sitio tan exclusivo, optó por meterme a la bañera tipo jacuzzi para un relajante baño, en uno de los cajones consigo jabones líquidos de distintas fragancias me decido por una de lavanda, antes de meterme a la bañera recojo mi cabello en un moño improvisado para que no se moje, tardo alrededor de media hora en salir del baño, cuando lo hago veo que me encuentro sola, donde se habrá metido entro al vestidor y compruebo que efectivamente mi ropa se encuentra allí sobre una cómoda, una vez vestida me asomo al pasillo y me dejó guiar por mi olfato, ya que un tenue olor a café recién hecho inunda todo el lugar.
Alexander
Luego de esperar quince minutos a qué saliera del baño decido utilizar otro baño, no sé por qué las mujeres tienen que tardar tanto, termino mi rutina, voy al vestidor y me coloco ropa de casa, bajo hasta la cocina donde la señora Coleman tiene el desayuno listo.
—Va a desayunar señor —ofrece apenas me ve entrar.
—Voy a esperar a la señorita Turner, señora Coleman —me mira incrédula, pero se reserva sus comentarios.
—Con permiso señor —dice retirándose lo que me permite pensar tranquilo sobre lo que haré con mi asistente.
Creo que tal vez, lo mejor será hacerle una propuesta, Isabella no es de las que se dejan dominar tan fácilmente y eso me gusta, me excita la forma en como me desafía, pero me desquicia su rechazo, desvió mi atención cuando escucho unos pasos que supongo son de mi dulce asistente, muero por saber que tan dulce es.
—Buenos días, preciosa, ven ya el desayuno está listo —le extiendo la mano y ella no me ha rechazado, su mano es muy pequeña cabe perfectamente entre las mías.
—Buenos días, Señor —la miro con cara de pocos amigos, pero enseguida señala detrás de mí a modo de explicación y supongo que es la señora Coleman lo que le preocupa.
—No te preocupes por ella, es de confianza delante de ella puedes llamarme por mi nombre —no parece muy convencida, pero de igual forma asiente.
—Disculpa por los problemas que te he causado, no suelo tomar y mucho menos sé tratar con personas en ese estado de ebriedad, tampoco quería ofenderte insinuando que eras un pervertido —dice bajando la mirada, la tomo de la barbilla para que vuelva a mirarme, se siente avergonzada.
—Ya eso pasó, tengo algo que hablar contigo, pero primero vayamos a desayunar.
—Está bien —dice con una tímida sonrisa dibujada en su rostro, espero que no se niegue.