Isabella
Ya han pasado dos semanas desde que inicie a trabajar en esta empresa, los primeros días fueron difíciles, pero gracias al cielo que Kenya estuvo apoyándome mientras cogía el hilo, aunque realmente lo más difícil ha sido el jefe que tengo, sus constantes insinuaciones me ponen más que nerviosa, no quiero perder mi trabajo, aunque si soy sincera no me puedo sacar de la mente cada cosa con doble sentido que me lanza.
Quizás sea porque nunca en mi corta vida había visto a un hombre así de impresionante, no es solo lo guapo y sexy que es, sino su inteligencia y su capacidad para manejar una empresa tan grande, y como guinda del pastel esta su carisma, es un hombre que se sabe irresistible, solo que su ego tan grande a mi parecer lo daña todo, salgo de mis tontos pensamientos y me dirijo a la oficina de mi jefe para que me firme unos documentos, mi oficina está justo al lado de la de él y se comunican internamente a través de una puerta, así no tengo que dar la vuelta por fuera.
—Señor Castle necesito que firme estos... — no termino de hablar por la escena enfrente de mí, mi jefe se encuentra recostado en su escritorio con la bragueta del pantalón abierta mientras una pelirroja le practica una felación—. Lo siento, disculpe debí tocar antes de entrar —me disculpo lo mejor que puedo mientras salgo del lugar más rápido de lo que entre.
Estoy segura de que tendré pesadillas el resto de mi vida con mi jefe, porque a mí me tienen que pasar estas cosas tan complicadas y para colmos de males el muy desgraciado se la pasa tirándome la onda, si claro ya estuvo que caí en sus jueguitos estúpidos. No, por ningún motivo seré parte de su stand de juguetes sexuales, yo soy una profesional y me sé ganar la vida decentemente, no necesito que ningún engreído mujeriego venga a estarme comprando, escucho la voz de mi jefe a través del intercomunicador, pidiendo que me presente en su oficina, opto por salir al pasillo y entrar por la puerta principal, toco y espero a que me indique que ya puedo entrar, lo cual ocurre casi que inmediatamente, que Jesús me agarre confesada.
—Dígame señor Castle —digo con los nervios a flor de piel, en estas dos semanas todo había sido perfecto hasta hoy.
—Señorita Turner espero que lo ocurrido hace un momento le haya enseñado a utilizar el intercomunicador antes de entrar a mi oficina —odio la prepotencia de este hombre, ahora resulta que es mi culpa que yo lo haya visto teniendo sexo en el trabajo, por Dios estamos en el trabajo.
—Le pido disculpas por eso, señor Castle, aunque no es debido, que usted esté teniendo ratos de esparcimiento durante las horas de trabajo, le recuerdo que soy su asistente y por órdenes de usted mismo yo tengo libertad para entrar a su oficina cuando lo necesite siempre y cuando se trate de asuntos laborales y con todo respeto yo no vine a perder mi tiempo —noto su cara de asombro por la retahíla que le acabo de dar yo misma no sé de donde me salió todo eso, pero esa es la verdad, estoy cansada de que el perfecto sea él y no vea sus errores.
—Muy bien señorita Turner, entonces le pido mis más sinceras disculpas, le aseguro que a partir de hoy mientras me encuentre en el trabajo solo estaré atento a su encantadora presencia —veo que se levanta y se acerca a mí lentamente como un depredador a su presa, su olor tan próximo a mí me marea, me envuelve, no debo caer.
—Será lo mejor señor Castle —digo en tono bastante formal para marcar límites, pero este hombre parece no entender de indirectas —. Necesito que firme estos documentos, son los permisos para la compra de nuevos equipos —Toma la carpeta de mi mano, pero al hacerlo roza intencionalmente mi mano, provocando un escalofrío que recorre mi cuerpo y se instala en mi vientre.
—Está bien, ¿Ya usted verificó que estuviera todo en orden? —pregunta volviendo a su escritorio, para tomar una pluma y firmar, yo por mi parte me mantengo en el mismo sitio, las piernas no me responden y presiento que en cualquier momento me dejaran caer.
—Si señor y todo está en orden.
—He estado pensando que pasamos mucho tiempo juntos y deberíamos dejar la formalidad atrás siempre que nos encontremos a solas, tú sabes para hacer más amena la convivencia —dice terminando de firmar y volviendo hacia mí con la carpeta en las manos—. ¿Qué te parece mi propuesta Isabella? —cuestiona.
Mi nombre en sus labios suena tan bien, quiero probarlos y saber a qué saben, Isabella concéntrate por favor.
—No me parece correcto señor —digo en tono neutral.
Su expresión cambia un poco a una un poco más dura se acerca mucho más a mí, sus labios están a milímetros de los míos, desvía su rostro a un costado del mío, puedo sentir su respiración caliente sobre mi cuello, siento que el corazón se me quiere salir de lo rápido que me late, su mano rozando la piel desnuda en mi brazo empeora mi situación, estoy a punto de caer desmayada en sus brazos.
—Solo quiero tener una relación más cercana contigo, dile que si a mi propuesta, llámame por mi nombre, deseo oírlo de tus labios —pide seductor.
Asiento incapaz de pronunciar nada, siento que mi cuerpo se tensa aún más cuando mi jefe deposita un beso en mi hombro, la humedad nace en mí. Arranco la carpeta de sus manos y salgo despavorida de su oficina por la misma puerta que he entrado, me voy directo al baño para tratar de calmar mi desbocado corazón, las piernas se me han hecho de gelatina en este momento, mi cuerpo es un traidor, este hombre me gusta mucho, pero debo resistir, quizás lo mejor sea seguir su juego y tratar de no quemarme en el intento, después de todo dicen que si no puedes contra el enemigo, únetele.
Después de veinte minutos me he calmado un poco, salgo del baño y voy a mi oficina apresuro el paso cuando escucho el timbre del teléfono sonar, entro y cojo la llamada a toda prisa.
—Oficina del señor Castle —digo tratando de que no se note lo agitada que estoy por haber casi corrido para tomar la llamada.
—Soy la señorita Laura Alcalá, la prometida del señor Castle, ¿me podría comunicar con él por favor? —una voz melosa suena dándome un motivo más para mantenerme fuera del alcance de mi jefe.
—Claro, solo deme un momento para comprobar que el señor Castle la puede atender —digo poniéndola en espera mientras me comunico con el ninfómano de mi jefe.
—Dime Isabella —el simple sonido de su voz me produce un escalofrío aterrador por todo el cuerpo, aunque no puedo negar que mi nombre suena demasiado sexy en sus labios —, ¿Isabella vas a hablar o nada más llamo para escucharme? —se burla.
—Disculpe señor, su…
—Quedamos en que dejaríamos las formalidades —dice interrumpiéndome.
—Lo siento, tu prometida está en la línea, te la paso —digo y corto la comunicación.
Alexander
—Isabella iré a ver a mi prometida, olvide decirte que esta noche te necesito para una comida de negocios, te recogeré a las ocho en punto, debes ir casual, pero elegante, espero que no tengas planes para hoy —te has convertido en un reto con tu constante rechazo, pero esta noche eso se terminara te haré mía.
—Está bien Alexander, te enviaré la dirección de mi casa a tu teléfono y espero que para la próxima comida de negocios yo tenga conocimiento y lo tenga agendado señor —vaya mi asistente tiene uñas, mejor aún, será mucho más divertido domesticar a una tierna gatita salvaje.
—Ok nos vemos a las ocho —digo saliendo de la oficina.
Una vez en el estacionamiento arranco a toda marcha mi deportivo, necesito deshacerme de mi amada prometida.
—¿Por qué has vuelto Laura y donde está el imbécil de Ricardo, donde lo dejaste?
Al fin llego al restaurante un mesero me guía hasta la mesa que tengo reservada y veo con gusto que ya mi prometida está esperando por mí, su imagen me desagrada totalmente, aún siento vivo el dolor que me causo con su traición.
—Alexander mi amor, me alegra tanto que ya hayas llegado —dice mientras intenta abrazarme, la detengo por los hombros para evitar que me toque me repugna su sola presencia.
—¿A qué has vuelto Laura o debería decir mi amada prometida? —digo con todo el odio que puedo sentir, el mesero se escabulle en silencio al escuchar el tono con el que le hablo.
—No me trates así por favor —dice mientras toma asiento nuevamente—. Te he buscado porque necesito explicarte, necesito tu perdón y suplicante para que me des otra oportunidad para hacerte feliz —no puedo creer la desfachatez con la que habla, de verdad cree que seré tan imbécil como para volver a estar con ella.
—No me jodas con tus mentiras, ya no soy ese joven inocente al que engañaste hace siete años con su mejor amigo, ahora si no tienes nada más que decir me largo —digo levantándome de mi silla, saco unos cuantos billetes de mi cartera y los tiro sobre la mesa —. No me vuelvas a buscar, ten dignidad y lárgate lejos.
Voy de nuevo en mi auto camino a mi departamento, pero la necesidad de saber qué hace Laura en esta ciudad buscándome es mucho más fuerte que yo, decido llamar a un detective de todo mi confianza para que investigue sobre ella y su amante.
—Dígame señor Castle, ¿A quién quiere que investigue esta vez? —escucho que dicen luego del segundo tono.
—Laura Alcalá y a Ricardo Estrada, quiero saber hasta lo que no saben ellos de sí mismos, ¿entendido?
—Entendido —dice cortando la llamada, el teléfono suena con el aviso de un mensaje entrante, aprovecho el semáforo en rojo para poder revisar, veo con sumo agrado que se traza de mi dulce asistente.
Mi asistente:
"Le envió mi dirección como me pidió, estaré esperando afuera a las ocho en punto señor"
Yo:
"Ok"
Guardo de nuevo el teléfono, para continuar con mi camino, mientras conduzco no puedo evitar pensar en Isabella Turner, su piel blanca como la porcelana quiero admirar como se torna rosada bajo mis manos, mi cuerpo responde enseguida a mis sádicos pensamientos haciendo que el deseo por hacerla mía crezca aún más dentro de mí, nunca debiste comportarte como una santa conmigo, eso solo consiguió que me encaprichará más contigo.
Isabella
Hay días como hoy que no soporto a mi jefe, ni siquiera sé que me pondré para una comida de negocios, cada día me hace insinuaciones que por su puesto yo ignoro, no entiende que no me interesa para nada tener una relación sentimental ni s****l con nadie, mejor me doy un baño para relajarme, preparó la tina con agua caliente y agrego jabón líquido de rosas cuando esta lista me sumerjo en ella sintiendo como los músculos de mi espalda se destensan, es tan divino estar as, lástima que no es para siempre.
Luego de media hora en la tina me encuentro decidiendo que ponerme, creo que esta braga roja quedara perfecta con el cinturón n***o y tacones negros, casual, pero elegante dudo entre sí llevar o no un blazer, mejor lo llevo por si acaso, recojo mi cabello en una dona, accesorios a juego un maquillaje natural y estoy lista, aplico mi perfume Olympea de Pacco Rabanne, faltan cinco minutos para que mi jefe llegue así que bajo a esperar, una camioneta Cadillac Escalade color n***o se estaciona frente a mí y de esta baja mi guapísimo jefe, lleva un Jean n***o, que se adapta muy bien al contorno de sus musculosas piernas, camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados una chaqueta negra completa su atuendo, se me hace agua la boca de solo verlo, Dios mío perdóname por mis pensamientos tan morbosos, pero este hombre logra humedecerme con solo mirarme.