Dereck.
Observo a Sophie ir casi a brincos hacia su coche y tengo que suprimir una risa por lo graciosa y adorable que se ve.
— Rojita, ¿qué haces?
— Vamos en busca de Jared — y luce como si estuviera a punto de ir a una misión imposible. Está agitada e inquieta.
— No importa lo rápido que vayamos, ya lo perdimos de vista. Ven, mejor pensemos fríamente a dónde debemos ir, antes de subirnos a tu coche y conducir sin rumbo fijo.
Cuando se sitúa frente a mí, la miro. Está casi dando brinquitos en su puesto, lista para la acción.
Suelto una carcajada.
— ¿De qué te ríes?
— De lo graciosa que eres — ella es ajena al espectáculo maravilloso que es ante mis ojos, así que lo paso por alto y me concentro en el problema —. A esta hora del día, ambos sabemos en dónde están los únicos lugares abiertos en donde venden bebidas alcohólicas, ¿cierto?
Ella asiente, prestando atención.
— La zona de los bares.
— Sí, anda, vamos allí.
— Vamos — y con un movimiento de su mano me indica que la siga, cosa que no hago —. ¿Dereck? — Me llama sobre su hombro al verme aún de pie en el mismo sitio de hace unos instantes.
— Podemos ir en mi auto — sugiero, luego lentamente una sonrisa se expande en mis labios —. O, me puedes dejar conducir de nuevo el tuyo.
— No.
— Rojita, por favor — le imploro —. Amo tu coche, déjame hacerlo.
— No — niega más rotundamente, luego mira con una expresión un tanto triste hacia su auto —. Déjame aprovecharlo mientras lo tenga.
Y se sube en el asiento del conductor, dejándome a mí en el copiloto, sin opción de discutir.
Al subirme al coche, quiero preguntarle qué quiso decir con su comentario, pero se adelanta cuando pregunta casi pícaramente —: ¿Te asusta tener una mujer al volante?
— No — le soy sincero —. De hecho, es una ventaja. Así tengo la oportunidad de observarte en todo el camino.
Me rueda los ojos, así que adrede me acomodo en una posición en donde la tengo de frente y, en efecto, mis ojos no se apartan de ella en ningún momento. Me sorprende ver que no la pongo nerviosa, sólo parece divertida.
— Haces crecer mi ego.
— Y tú desinflas el mío — le digo un tanto burlón.
— Creo que merecías una dosis de humildad. Estás muy lleno de ti mismo. Estoy completamente segura de que cuando nos conocimos, esperabas que cayera rendida a tus pies después de tus disculpas.
— No exageres — niego, luego agrego —: Solamente esperaba que fueras tú quien me pidiera salir.
Ella se ríe bien fuerte ante eso.
— Qué ego tan grande tienes que tener para creer que te invitaría a salir, yo, después de la mierda que me dijiste.
— Oye, pedí disculpas, y unas bien grandes.
— Empiezo a creer que es cierto lo que Jared dijo y eres un mujeriego — me mira de reojo —. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita?
— Define cita.
— Tomar tragos o una comida con una chica que te atraiga.
— Define atraer.
— Joder — ríe, escuchándose divertida —. Me voy a ir sin tapujos, ¿cuándo fue la última vez que tuviste sexo?
— Estás invadiendo mi privacidad, acosadora — y pincho su estomago con mi dedo, arrancándole una risa —. Te lo diré si me dices cuándo fue la tuya.
— Astuto — susurra, girando en una calle —. Vale, empieza tú.
— Primero las damas, rojita.
— Te cedo el turno, caballero.
Me río, negando, pero acepto.
— Vale, pero déjame pensarlo porque fue hace mucho tiempo — susurro —. Fue el fin de semana pasado.
La risa que suelta podía ofenderme, salvo que me encanta escucharla reír, incluso si es a mi costa.
— ¿Y justo una semana después estabas intentando tener sexo conmigo?
— Lo que tuve con esa chica fue cosa de una noche, de mutuo acuerdo… — giro mi rostro hacia la ventana cuando susurro —: Lo de nosotros sería diferente.
— Por supuesto — dice, aun divertida, sin creerme, y la pequeña punzada en mi pecho debido a sus palabras me desconcierta —. Eres un mujeriego, Dereck McDaniels.
Toso, intentando tragar la incomodidad repentina que siento, la molestia en mi pecho de que ella crea eso de mí, aun cuando es cierto. Soy un mujeriego. No busco una relación estable. Así que no entiendo lo irracional que Sophie me hace sentir. No tiene sentido el remolino de sentimientos desconocidos que ella genera en mí.
— No me has dicho tu última vez.
— Mmm… — luce como si lo estuviera pensando —. Probablemente hace seis meses… o más.
Alzo mis cejas en sorpresa.
— ¿Novio?
— No sé si era del todo mi novio — dice —. Lo estaba intentado con un compañero de clases, pero no funcionó, así que cortamos antes de que las cosas se complicaran.
— ¿Todavía lo ves? — Y sólo cuando ella me mira con sorpresa, comprendo que mi voz ha salido brusca y mis manos están apretadas en puños.
¿Qué demonios me pasa?
Me obligo a relajarme, literal, me obligo a hacerlo, porque de repente esta conversación me parece la peor opción que pudimos haber tenido.
— Sí, todavía lo veo, pero no hay nada allí — se encoge de hombros —. Probablemente nunca lo hubo, por eso no funcionamos — cuando no digo nada, ella se suelta a reír —. ¿Por qué tan callado? ¿Te sorprendí? — Casi suena burlona —. ¿Pensaste que te diría que era virgen?
— No, por supuesto que no.
Pero esperabas que lo fuera, dice una molesta voz en mi cabeza que me cabrea.
Soy irracional y un completo hipócrita. No tengo derecho a esperar nada de ella, de su vida s****l. Eso es cosa de ella, no mía. Además, no estoy en posición de opinar nada, no siendo quien soy, no teniendo mi historial.
Sin embargo, no dejo de sentir esa punzada en el pecho, esa molestia en mi interior al pensar en Sophie con alguien más.
Tengo que estar enloqueciendo.
— Necesito terapia — susurro, pero sé que ella me escucha porque suelta una fuerte risotada.
— No quiero ni saber qué está pasando por tu cabeza para que dijeras eso, mi querido Zac.
— Me romperías el cuello si estuvieras en mi mente.
— Tan mal, ¿eh?
Estoy empezando a ser territorial y posesivo contigo, así de mal.
Por supuesto, no le digo eso. En cambio, decido cambiar de tema. Y por mi paz mental, decido alejar nuestra conversación de nuestra vida amorosa. De repente, tener detalles de la vida amorosa de Sophie se me antoja agrio. De hecho, se siente como tragar una bola de espinas. Así que no, definitivamente no hablamos de nuestra vida romántica.
Cuando por fin estacionamos en un parqueadero y empezamos a caminar juntos de bar en bar, buscando a Jared, mi incomodidad se ha ido y justifico mis celos con locura, porque es lo único que tiene sentido.
— Mierda, Dereck, lo encontramos.
Sophie me pega en el pecho y señala la barra del bar al que acabamos de entrar. Y allí está Jared, bebiendo su alma sin importarle nada más que el alcohol en su mano. De verdad, ni siquiera lo reconozco en este punto. De repente, un grandulón, casi del doble de su tamaño, se le acerca y palmea su espalda para después murmurarle algo que no es audible ni para Sophie ni para mí. A cámara lenta, observo cómo, de repente, Jared se levanta y le da un fuerte puñetazo.
Sophie jadea a mi lado, yo me quedo inmóvil, creo que en shock.
Y antes de que incluso yo pueda reaccionar, Sophie corre como una completa amazonas en dirección a ellos… en dirección al sujeto enorme que está lanzando puños a Jared.
Sophie le salta en la espalda y muerde el hombro del violento vikingo, intentado hacer que suelte a Jared.
Parece una fiera.
Una completa loca.
Y joder, yo quiero a esa loca para mí.
Cuando salgo de mi estupor, descubro que estoy riendo, pero no pierdo el tiempo mirando más.
No, no, no.
Yo voy en busca de mi rojita.
Porque, maldita sea, yo quiero que ella sea mía.