Dereck.
Me dejo caer sobre el sofá, exhausto.
Ni siquiera en semanas de exámenes me he sentido tan agotado.
— ¿No tienes hambre? — Sophie pregunta detrás de mí, encargándose de la comida a domicilio que acaba de llegar y está ordenando en la mesa.
— Tengo hambre, pero tengo aún más sueño — le soy sincero.
— Ven a comer algo, después duermes.
Lo cierto es que no tengo ánimos ni siquiera de mover mis piernas para levantarme. Tengo dos días sin dormir por culpa del inconsciente borracho que duerme en una cama.
Seriamente, voy a replantearme cambiar mis amigos.
Me río de mis propios pensamientos, sabiendo que nunca lo haría.
— Dereck — rojita se para frente a mí y toma mi mano, tirando de mí para ponerme de pie, pero me resisto —. Dereck, vamos, tienes que comer.
— No — chillo, sin importar lo finita que pueda escucharse mi voz —. Déjame morir aquí, por favor.
Se ríe, llevando una sonrisa a mis labios.
¿Desde cuándo sonrío por escuchar su risa?
Joder, me tiene mal.
— Dereck, levántate, come algo.
En un arrebato, frustrado por lo rápido que crece mi atracción hacia ella, la jalo de la mano y la obligo a caer sobre mí, todo entre risas por parte de ambos.
— Eres tan frustrante — me riñe, aún riendo, sin embargo, esa risa muere cuando la tomo de las caderas y la acomodo mejor sobre mi regazo —. Dereck — advierte.
La empujo tal vez un poco brusco hacia mí, mis manos en su espalda para evitar que se marche.
— ¿Qué estudias? — Le pregunto, dejando caer de nuevo mi cabeza sobre el respaldo del sofá y la observo allí, más alta que yo debido a nuestra posición.
— Relaciones públicas.
— ¿En dónde?
— En la misma universidad que tú.
— ¿Cómo sabes dónde estudio?
— Estoy viendo tu sudadera de la universidad en la silla de allí — y señala detrás de mí a un lugar que de verdad no me importa, estoy demasiado ocupado observando su rostro —. ¿Qué estudias tú?
Estoy seguro de que sin darse cuenta deja sus manos en mis hombros, buscando comodidad. Cuando se remueve sobre mí buscando más comodidad aún, tengo que controlarme para no excitarme y se escandalice si me encuentra duro. Aunque es difícil, lo consigo. Lo cierto es que no pretendo nada con esto, sólo me gusta tocarla y tenerla cerca.
— Arquitectura. ¿Por qué no nos vimos antes? — Inquiero —. Estudiamos en la misma universidad.
— Con miles de estudiantes más y, además, el campus es enorme — dice con simpleza —. ¿Ya casi terminas la carrera? Eres unos años mayor que yo, ¿no?
— ¿Cuántos años tienes, rojita?
— Veintiuno.
— Veintitrés — le digo mi edad, jugueteando distraídamente con la pretina de su pantalón. Escondo una sonrisa cuando se estremece bajo mi toque —. Pero respondiendo a tu pregunta, no, no estoy por terminar la carrera, de hecho, acabo de empezarla.
Eso le da curiosidad.
— ¿En serio?
— Sí — asiento —. Estaba estudiando leyes, de hecho, estaba por graduarme, pero…
— ¿Pero…?
Trazo una línea sobre la piel desnuda que queda entre su camisa y pantalón, la piel de su vientre sintiéndose tan suave.
— Pero estaba estudiando leyes sólo por complacer a mi padre, no porque quería. Un día me desperté y pensé, mierda, esto no es lo que quiero. Así que me cambié. Mejor tarde que nunca, ¿no?
Me mira fijamente, sospechando que hay más en mis palabras. Y hay más, pero no estoy de ánimos para explicarle cuán enormemente mi papá me decepcionó y dañó todo entre nosotros.
— Tienes una mala relación con tu padre — me sorprende diciendo eso.
— ¿Cómo lo sabes?
— Por tu reacción cuando nos conocimos en su casa.
Recuerdo ese momento, que no fue el mejor de todos, y vuelvo a sentir vergüenza por mi comportamiento.
— ¿Ya me perdonaste por eso?
— No — niega, pero lentamente una sonrisa se estira en sus labios.
— Vamos, rojita, perdóname.
Niega de nuevo y una risita escapa de su boca cuando pincho su estómago con mis dedos.
— Ni se te ocurra, Dereck — advierte, apuntando un dedo hacia mí y dejando claro que las cosquillas están fuera de ecuación.
Me inclino e intento morder ese dedo, pero ella lo lleva detrás de su espalda, escondiéndolo. Al mismo tiempo, pierde un poco el equilibrio, así que por instinto la pego más a mí. Y lo juro que no fue mi intención, pero debido a la fuerza que uso, se inclina hacia mí y sus pechos quedan justo frente a mi rostro, robándose toda mi atención.
Maldita sea.
Levanto mi mirada hacia la suya, pero sus ojos avellana no parecen disgustados, Sophie sólo se queda allí, mirándome, esperando.
Lentamente, sin apartar mi mirada de ella, llevo mis dedos a su camiseta y suelto un botón de su escote.
Su respiración se acelera y la mía también.
Y en una de sus fuertes inhalaciones, sus pechos se levantan y rozan mis manos.
Mierda.
Cierro mis ojos, intentando controlarme, pero cuando los abro, veo en su mirada la misma hambre que debo reflejar yo.
Y pierdo mi batalla.
Sólo se escucha nuestra forzada respiración mientras me deshago de un botón.
Luego de otro.
Y otro más.
Muerdo mi labio cuando sus pechos quedan expuestos, sujetos por un sujetador azul oscuro. Casi por instinto, levanto mi dedo y lo bajo por el valle entre ellos, observando cómo piel de gallina se levanta a mi tacto.
Y cuando me agacho y succiono en un costado abultado de su seno derecho, Sophie entierra su mano en mi cabello y deja escapar el sonido más dulce y erótico que he escuchado en mi puta vida. Chupo con más fuerza en su piel y subo mi mano por su vientre, necesitando tocarla.
Maldición, ¿qué es lo que ella me está haciendo?
Es una bruja, tiene que serlo, porque me tiene bajo un hechizo que ni siquiera comprendo.
— Maldición, Dereck — ambos nos separamos cuando escuchamos el gruñido enojado de Jared —. Lizzy y yo te advertimos que te mantuvieras alejado de ella, ¡así que aléjate!
Y con el rostro tensionado por la rabia, se acerca a Sophie y la saca de encima de mí.
— ¡Suéltala! — Le grito, moviéndome en un santiamén y dejándola detrás de mí —. ¿Cuál es tu maldito problema?
— ¿Cuál es mi maldito problema? ¡Tú eres mi problema! — Me señala con su dedo, furioso —. ¡Eres un maldito mujeriego, Dereck, así que vete a la mierda si crees que dejaré que Sophie forme parte de tu harem!
Qué hijo de puta.
Observo a Sophie detrás de mí y se ve sorprendida, estupefacta mirando entre los dos.
— Jared, vete a la mierda — le gruño con las manos apretadas en puños.
— No, joder, no — él niega —. Lizzy aprecia a Sophie y mientras ella no esté aquí, yo la cuidaré de ti. Sabes perfectamente que no te quería involucrado con Sophie, no si por tu culpa puedes dañar su amistad.
— ¿Cuál amistad si Lizzy ni siquiera está aquí? ¡Ella se fue, idiota, te dejó y no piensa volver! ¡Y eso sí es con seguridad toda tu jodida culpa!
Y esas palabras parecen ser las equivocadas porque el rostro de Jared se desfigura de dolor y, sin decir una palabra más, sale a toda marcha de allí, cerrando de un fuerte portazo.
Joder.
Perfecto.
Ahora no tengo idea de en dónde demonios irá a emborracharse.
— Sophie… — empiezo, sin saber qué decirle.
— Mira, Dereck — ella dice —. No tengo idea si las palabras de Jared son ciertas, si eres un mujeriego, si no lo eres, no importa. Pero creo que esto se nos está yendo un poco de las manos, ¿vale?
— Rojita, por favor…
— Retrocedamos un poco en todo esto — y señala el sofá, en donde hace unos minutos estábamos —. Ahora lo más importante es controlar a Jared, ¿sí? Enfoquémonos en eso, no más.
Maldita sea.
Levanto los ojos hacia el techo, mis manos en mis caderas y camino unos cortos pasos allí, intentando controlar mi enfado. Porque estoy enfadado con Jared, enfadado conmigo mismo, incluso con ella. Pero joder, la entiendo y la respeto por lo que está haciendo.
— Vale — le digo —, como tú quieras, sólo te pido algo.
— Dime.
Y cierro los ojos, armándome de valor para finalmente soltar las palabras.
— No te alejes de mí, no por esto.
Y tarda en responder, pero cuando me da un pequeño asentimiento, dejo escapar un suspiro de alivio.
Porque estoy seguro de que quiero a Sophie en mi vida.
Incluso si es sólo como amiga.