Capítulo 1

658 Words
1 A bordo de la nave de guerra valdier V’ager: en la actualidad Carmen se quedó de pie inmóvil en la plataforma de transporte. Una parte de ella quería revelarse contra la idea de abandonar la nave de guerra alienígena en la que se había despertado varias semanas antes; tenía miedo de que, una vez fuera de la nave, las posibilidades de encontrar el camino a casa se redujeran a cero. Miró a su hermana. En el fondo sabía que Ariel se sentía aliviada ante el extraño giro que habían dado sus vidas. Ariel creía que ahora Carmen se vería forzada a abandonar su sed de venganza. «Eso no pasará jamás», pensó con tristeza. «Volveré a la Tierra aunque sea lo último que haga». No recordaba el momento en que la habían llevado a bordo de la nave. Había estado moribunda después de que el hombre que había secuestrado a Abby, la artista que había estado viajando con ellas, la apuñalase. No había visto el cuchillo hasta que ya había sido demasiado tarde, demasiado distraída por los sonidos de algunos animales salvajes a los que habían asustado. O, al menos, había creído que se trataba de animales salvajes; no estaba muy segura de en qué categoría dentro del mundo científico podrían clasificarse los hombres que se transformaban en dragones. Y, personalmente, no le importaba un pimiento. Su mayor preocupación era volver a casa. Al principio se había sentido furiosa de morir antes de haber terminado lo que le había prometido a Scott, pero incluso mientras la recorría aquella furia, otra parte de ella se había sentido aliviada de que el intenso dolor con el que llevaba viviendo los últimos tres años estuviese a punto de desaparecer de una vez por todas. Se había entregado a la sensación de paz que la había tomado entre sus brazos, lista para unirse al fin a Scott. Al despertarse hacía ya un mes en la unidad médica de una nave de guerra alienígena, la furia se había adueñado de ella. Había vuelto a esquivar a la muerte. Se había pasado la primera semana descargando su ira sobre los hombres que había a bordo con la esperanza de que pusieran fin a su miseria, pero tras la primera semana había tenido que admitir de mala gana que aquellos alienígenas tan raros empezaban a gustarle. Tenían un humor de lo más extraño. «Y son buenos peleando», pensó, fulminando con la mirada a un par de ellos que estaban mirando en su dirección y la estaban poniendo incómoda. Sabía que solo acudían a la unidad médica para animarla; puede que Carmen les regalase algunos moratones nuevos, pero nunca los había herido de gravedad. Bueno, excepto por los dos primeros, cuando Carmen todavía había estado en la unidad médica. Ariel, Trisha y ella los habían cogido por sorpresa y habían usado algunos golpes no muy limpios para derribarlos. En aquel momento su enfado había estado en su punto álgido; después de aquello el que uno de los guerreros se acercase a la puerta de sus habitaciones anticipando su respuesta había empezado a ser casi divertido. Carmen había usado ese tiempo para practicar y desarrollar sus habilidades, aprendiendo de los hombres contra los que luchaba y disfrutando de la fuerza y agilidad más agudizadas que poseían. Aquello la ayudaba a volver a ponerse en forma, hacía que el tiempo a bordo pasase volando y mejoraba su capacidad combativa. Se imaginaba que le vendría bien contar con todas las habilidades que pudiese aprender para cuando volviese a la Tierra; iba a necesitarlas para llegar hasta Cuello cuando lo encontrase. Sacudió la cabeza y se concentró al oír a Trelon decirle al hombre que tenía detrás que los transportara al planeta. Tenía que aprender todo lo posible para poder escapar. Lo mejor sería mantener sus recuerdos en el lugar en el que pertenecían, es decir, en el pasado. Todo se iluminó a su alrededor y Carmen se sintió desorientada antes de que todo se volviese borroso.
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