Paulina lo miraba de reojo mientras mantenía sus brazos cruzados. Pero ella estaba tan molesta que no le respondía y miraba hacia otra dirección sin decirle nada. — Dios mío, señorita Paulina por favor, ya le pedí disculpas cosa que jamás soñé que haría tomando en cuenta toda la avalancha de cosas que usted me ha hecho, el café en mis planos después de una semana de trabajo y los documentos destruidos que debía presentar en la reunión con el arquitecto Colate. Sin embargo aquí estamos trabajando juntos y yo he tenido que aceptar por fuerza mayor que usted sea mi asistente de nuevo, poniéndolo en una balanza, creo que estamos a mano. Paulina recordando todo lo antes mencionado, también reconoció que ella había tenido sus fallas, así que no le quedó otra alternativa que aceptar las d