Un jefe inesperado

3816 Words
Capítulo 5. Un jefe inesperado Al día siguiente……. Paulina había puesto el despertador muy temprano de manera que no se quedara dormida como el día anterior. Eran las 6:00 am, se dio una ducha y luego se vistió con ropa cómoda y con zapatos deportivos. Mientras se vestía pensaba: “Creo que sería bueno ponerme un chaleco antibalas o un uniforme de fútbol americano para poder estar a salvo en ese autobús del demonio” Luego de terminar de vestirse, aún con sueño y mucha flojera de ir a trabajar, bajó al comedor a desayunar, donde encontró a Irma ya lista con la mesa servida como todos los días. — Buenos días Irma , qué rico se ve todo, amanecí con mucho apetito. — Buenos días señorita Paulina qué bueno porque le preparé los waffles que tanto le gustan. Paulina miró alrededor y se extrañó que su madre no estuviera allí desayunando, puesto que ella se levantaba muy temprano y era la primera en estar sentada a la mesa tomando café. — Irma, me extraña que mamá no esté aquí desayunando, ¿y dónde está? ¿No me digas que aún está en la habitación? Irma bajó la mirada poniendo una expresión que preocupó a Paulina — ¿Pero qué pasa Irma por qué te pones así? Contéstame, ¿Acaso mi madre todavía está en la habitación? ¿Qué pasa? Paulina la noche anterior, como había llegado tan cansada después del día tan ajetreado que tuvo al ir a la entrevista, había cenado en su habitación por orden de su padre y luego se quedó dormida. Por lo que no pudo escuchar el escándalo que tenían Susana y Colate, A diferencia de Irma que se quedó alerta cuando estos subieron a la habitación, puesto que ella sabía lo del sobre que había entregado a Susana y que fue el detonante para que ella se comportara de esa forma tan desafiante con Colate — Bueno señorita Paulina ella no ha bajado aún. —Pero qué raro, si ella sabe que hoy es mi primer día de trabajo. ¿Y mi padre tampoco ha bajado? Irma no sabía cómo decirle lo que estaba pasando, sin embargo no le quedó otra alternativa que contarle toda la verdad. — Lo que pasa es que su señor padre no durmió anoche en la casa. Paulina abrió los ojos sorprendida, puesto que su padre jamás había dormido fuera de la casa. Pero en realidad eso era lo que ella creía, porque la verdad es que Colate siempre llegaba a horas muy tardes de la noche y en varias oportunidades casi al amanecer. Lo que pasa es que como ella siempre se levantaba casi a mediodía, no se daba cuenta de lo que estaba pasando entre sus padres, además que Susana siempre trató de ocultarle lo que su padre hacía, para que ella no tuviera una mala imagen de él. — ¿Pero cómo es posible? ¿Papá no durmió anoche aquí? ¡Eso no puede ser! ¿Y por qué? ¿A dónde fue? Irma prefirió no decirle más nada, ya que no quería que Susana se molestara con ella. Así que le respondió: — Señorita la verdad es que no sé a dónde fue, pero ¿Por qué mejor no se come sus waffles y espera a que su madre baje a desayunar? Paulina se quedó pensativa puesto que nada de lo que había dicho Irma le cuadraba. Por otra parte tenía que darse prisa si quería llegar a tiempo a su primer día de trabajo, por lo que decidió comenzar a desayunar. Susana estaba en su habitación terminando de arreglarse, pero no sabía cómo taparse el morado que tenía en la boca producto del golpe que le había dado Colate Como pudo se colocó un poco de base y polvo compacto, tratando de cualquier forma de disimular el morado. Sin embargo sus intentos fueron en vano, porque a pesar del exceso de maquillaje, se le veía el hematoma y la hinchazón. No le quedó otra alternativa que bajar al comedor y rezar para que Paulina no se diera cuenta. Al cabo de unos minutos, Paulina estaba terminando de desayunar y en ese momento vio que su mamá se acercaba a la mesa. — Buenos días mamá! Por fin bajaste, estaba extrañada de no haberte encontrado tomando tu café, porque a pesar de que siempre me levanto tarde, sé que te gusta tomarte el café a primera hora. — Buenos días hija, ¿Ya estás lista para tu primer día de trabajo? — Sí, ya estoy terminando de desayunar y voy a darme prisa porque no quiero llegar tarde como ayer. Por cierto me dijo Irma que papá no durmió anoche en la casa. ¿A dónde fue? Susana miró a Irma molesta, puesto que no tenía porqué decirle que Colate había pasado la noche fuera de casa. Así que trató de arreglar la situación y le respondió a Paulina — Sí hija tú padre pasó la noche fuera porque tuvo que resolver un problema de la empresa, pero todo está bien. Mientras Susana y Paulina conversaban, Irma estaba sirviendo el desayuno a Susana Sin embargo Paulina notaba que Susana estaba rígida, en realidad estaba tratando de que su hija no le viera el lado izquierdo de la cara que lo tenía bastante inflamado y parte de la boca rota. Cuando Paulina se levantó de la mesa y le fue a dar el beso a su madre para despedirse de ella, se dio cuenta de el hematoma que tenía en la parte izquierda del rostro, lo que provocó que se sorprendiera exclamando de forma muy exaltada: — ¿Pero mamá qué te pasó en el rostro? ¿Por qué tienes ese lado de la cara morado? Irma que no se había dado cuenta porque estaba concentrada sirviendo el desayuno, inmediatamente volteó y se quedó sorprendida al ver el morado que a pesar de que Susana se había tapado con maquillaje, se veía muy abultado. — Cálmate hija, no me pasó nada, sólo fue un accidente en el baño cuando salí de la ducha anoche. — Pero mamá lo tienes muy feo, a pesar que veo que te tapaste el golpe con maquillaje. Deberías ir al médico para que te examine, esas caídas no son nada buenas. Paulina no sospechaba en absoluto de que su padre le había hecho eso a su mamá, puesto que ella sabía que él era un hombre fuerte de carácter, pero no lo creía capaz de llegar a ese nivel de maltrato. En cambio Irma sí sabía que ese golpe se lo había hecho Colate puesto que no era la primera vez que ella los escuchaba discutir. Sin embargo, optó por quedarse callada para no tener problemas con Susana (…) Paulina había salido de su casa rumbo a la empresa, iba caminando hasta la calle donde pasaba el autobús del terror como ella le llamaba. El autobús se detuvo, el chofer abrió la puerta y ella se quedó mirando la cantidad de gente que iba de pie, puesto que no había ni un solo asiento vacío. Pensó: “Dios y pensar que está tortura va a ser todos los días hasta que cumpla un año en la empresa”. Sin embargo no le quedó de otra y se subió dando empujones para poder entrar y quedar a la mitad del autobús, de pie y agarrada de las barandas del techo para evitar caerse. “Ay Dios mío ya comenzaron los olores surtidos que al final son una mezcla tan exótica y ordinaria al mismo tiempo, que mi pobre olfato aún no define qué cosa es” La pobre Paulina estaba traumada tratando de evadir a la gente que tenía alrededor, se echaba a un lado, sin embargo era inútil porque por todas partes tenía gente que la aprisionaba como si estuviera en una lata de sardinas. Cuando por fin le tocó bajarse, salió de allí igual que el día anterior, toda sudada, con la mezcla de olores pegada en su ropa y despeinada como si hubiera salido de una batalla campal. Se sacudió la ropa y respiró profundo, para irse caminando con toda la calma rumbo a la empresa. Ya eran las 8:10 am tenía diez minutos de retraso lo que hizo que acelerara más el paso. Cuando por fin llegó a la empresa tuvo que anunciarse en recepción con Laura la recepcionista, la misma que estaba distraída hablando por teléfono el día anterior. — Buenos días, hoy como no estás hablando por teléfono, me imagino que podrás avisarle al Lic. López que ya estoy aquí? — Buen día señorita, dígame su nombre. — Le preguntó ignorando el comentario que ésta le había hecho. — Paulina De la fuente . La recepcionista llamó a su oficina al licenciado López . — Lic. Ya llegó la señorita Paulina De la fuente . — Hubo un silencio y de pronto exclamó: — ah ok está bien Lic. Yo le digo. Paulina estaba de pie esperando. — Muy bien señorita, tiene que subir al piso 9 en la oficina que está en el pasillo derecho, allí se va a encontrar con el arquitecto José Alberto Velásquez, ah y por cierto está retrasada 10 minutos. Paulina la miró con desagrado y no se molestó en responderle, puesto que lo que había dicho era cierto, ya tenía diez minutos de retraso y era su primer día. Paulina subió al ascensor, llegó al pasillo y justo hizo lo que la recepcionista le dijo, se acercó a donde estaba la oficina del arquitecto Velásquez, cuando llegó allí tocó la puerta dos veces. — ¡Toc toc! Se escuchó una voz gruesa que dijo: — ¡Adelante! Paulina entró y se consiguió que el hombre estaba sentado de espaldas a la puerta, puesto que estaba terminando de hablar por teléfono. Cuando cortó la llamada, se volteó y ambos se miraron sorprendidos diciendo al unísono: — ¿Túuuuu? Paulina estaba impactada al ver que el arquitecto era el mismo hombre con el que se había tropezado el día anterior y al cual se le habían manchado los planos de café gracias al tropezón que había tenido con ella. — ¿Se puede saber qué hace una grosera como tú aquí en mi oficina? Paulina quería que se abriera la tierra y se la tragara, ella jamás se hubiera imaginado que se trataba del arquitecto con el que iba a comenzar su primer día de trabajo. — Bueno yo soy Paulina De la fuente y comienzo a trabajar hoy creo que con usted, porque si usted es el arquitecto Velásquez y no hay otro con ese apellido, entonces sí efectivamente es usted con quien me mandó el Lic. López . José Alberto estaba furioso, puesto que no quería aceptar que Paulina era la asistente que le había asignado la empresa. — Pero es que esto no puede ser, yo no puedo trabajar contigo, eres una grosera, altanera y prepotente, además que llegas 15 minutos tarde a tu primer día y ultimadamente no quiero tenerte cerca de mí después que ayer por tú culpa se me arruinaron todos mis planos. — Bueno la verdad es que yo tampoco quisiera quedarme a trabajar con usted, pero ni modo yo no me voy a mover de aquí hasta que no me asignen otro puesto en la empresa, pero no me puedo quedar sin trabajo. José Alberto la miró de arriba abajo y le dijo: — Bueno, tomando en consideración en las fachas que vienes, creo que sí te hace falta el empleo. Pero en este mismo instante voy a llamar al Lic. López para que le consiga una solución al problema. Paulina lo miró y le dijo: — Pues como usted quiera, yo cumplí con estar aquí, así que esperemos a ver qué dice la chimenea ambulante. — ¿Cómo? — Preguntó José Alberto. — Bueno quise decir el Lic. López alias humo blanco. José Alberto comenzó a llamar al Lic. López para que éste le explicara por qué le habían enviado a Paulina — Lic. López buenos días, le habla el arquitecto Velásquez. — ¿Qué problema tiene arquitecto? — Pues uno bien grande y que está sentado en frente de mí con 15 minutos de retraso además. — Ah ya sé, llegó la señorita Paulina ¿no es así? — Por supuesto que sí, ¿osea que usted conoce entonces al personaje y sabe el porqué lo estoy llamando no es así? El Lic. López que estaba fumando su puro, soltó el humo y le dijo: — Arquitecto, cálmese mire que la señorita Paulina comienza hoy como su asistente. — Queeee? Bajo mi cadáver, yo no quiero a esa señorita cerca de mi ni un instante. — Arquitecto, lamento informarle que eso no se va a poder, porque la señorita De la fuente , está asignada para el puesto de asistente por órdenes del dueño de la empresa, el señor Colate Dosamante. Así que le recomiendo que se calme y respire profundo para que pueda asimilar que a partir de hoy, la señorita será su nueva asistente. José Alberto se quedó mirando a Paulina mientras ella se estaba mordiendo las uñas y viendo todo a su alrededor como si nada estuviera pasando. José Alberto colgó la llamada, la miró y le dijo: — Lamentablemente no me queda otra que aceptar que desde hoy serás mi asistente. Así que espero que vengas preparada para trabajar. Paulina lo miró y tragó grueso. — ¿Y qué tengo que hacer? Puedes empezar por traerme un café y sin derramarlo Paulina sorprendida al ver que la estaba mandando a buscar café como si ella fuera una sirvienta o una mandadera, enseguida le dijo muy altiva sacando de alguna manera sus aires de superioridad: — Óigame arquitecto Velásquez, hasta dónde yo tengo entendido, mi trabajo aquí es como su asistente, no de su criada. José Alberto enseguida la miró asombrado en ver que siendo una simple asistente que además estaba comenzando a trabajar en esa empresa, se atreviera a hablarle de esa forma como si ella estuviera a su altura, por supuesto que él no se hizo esperar con su comentario y enseguida le dijo: — Mira niñita, tú cómo que aún no has entendido cuales son las verdaderas funciones de una asistente, pues te cuento que entre ellas está el traerme el café todos los días en la mañana y colocarlo sobre mi escritorio en su punto, bien caliente, con un toque de crema que lo haga ver espumeante y además con un sobrecito de edulcorante, pero por supuesto entre las cosas que también debe hacer una asistente, está en ser puntual a la hora de llegar a la empresa y sobre todo y muy especialmente en su caso, muy bien peinada y no como si hubieran usado su cabellera como plumero de casa. Ambos se quedaron viendo fijamente, José Alberto dentro de su molestia no podía dejar de reconocer que esa chiquilla malcriada tenía unos ojos hermosos y una mirada profunda, era realmente encantadora, pero el encanto lo terminó cortando la licenciada Maritza, la cual entró en ese instante a la oficina como si fuera la dueña de la empresa. Maritza era en realidad la jefa del departamento de contabilidad de la empresa, era una mujer atractiva, divorciada y estaba interesada en José Alberto desde que éste había entrado a trabajar a la empresa. Ella siempre buscaba cualquier excusa para ir a la oficina de José Alberto, pero no esperaba encontrarse con la sorpresa de que ya tenía nueva asistente. Al entrar se quedó sorprendida en ver que José Alberto estaba embelesado viendo a la joven que para ella era una total desconocida, puesto que jamás la había visto en la empresa. Ninguno de los dos se había dado cuenta de la presencia de Maritza por lo que ella inmediatamente se rascó la garganta y dijo irónicamente: — ¿Interrumpo? José Alberto y Paulina enseguida reaccionaron ante la voz de Maritza, mientras éste le dijo enseguida muy nervioso: — Por favor claro que no interrumpes nada Maritza, pero por favor pasa adelante. Ella es sólo la asistente nueva. — Se refirió a Paulina como si se tratara de alguien insignificante y muy por debajo de ellos. Maritza la miró de arriba abajo y le dijo: — Así que tú eres la nueva asistente de José Alberto, algo me habían dicho, pero no sabía que ya había comenzado a trabajar. Paulina la miró y le dijo mientras le extendía la mano en gesto de saludo: — Mucho gusto, mi nombre es Paulina De la Fuente. Maritza la miró dejándola con la mano extendida, mientras le decía de una forma déspota: — Ve por dos cafés y el mío descafeinado y sin azúcar, ¿Cómo quieres el tuyo José Alberto? José Alberto algo nervioso por la incomodidad del momento, solo se limitó a responder: — Ya la señorita Paulina sabe cómo debe traerme el café. Paulina se quedó mirándolos, mientras trataba de respirar profundo, dio la vuelta sin decir una sola palabra y salió de la oficina del arquitecto echando chispas del coraje. Maritza cuando vio que Paulina había salido de la oficina, se acercó a José Alberto y le dijo: — ¿Y se puede saber quién te recomendó a esa chiquilla tan corriente? La verdad es que no tiene chiste. Se ve tan simplona. — Bueno al parecer la recomendó nada más y nada menos que el dueño de la misma empresa, el arquitecto Colate, así que no me quedó otra alternativa que obedecer sus órdenes y aceptar que sea mi asistente. — Pero si no te sirve la despides y ya, de seguro debe ser una de sus amiguitas que para hacerle un favor la metió a trabajar aquí, pero sabes perfectamente que Colate es un viejo rabo verde y que aquí en la empresa eso es un secreto a voces que conoce todo el mundo, solo que nadie opina nada porque al fin y al cabo él es el dueño. José Alberto que no era un hombre de estar con comentarios de ningún tipo, le dijo inmediatamente molesto: — Sabes que no me gusta que hables así y menos de don Colate, sea como sea es el dueño de la empresa y él puede hacer aquí lo que le plazca. Además recuerda que las paredes tienen oídos. Maritza se acercó aún más a José Alberto y le dijo cerquita mientras le susurraba: — Bueno pero no te pongas así cariño, sabes que esto lo comento sólo contigo, además vine a invitarte a cenar a mi departamento, ¿qué dices? ¿Aceptas? En ese preciso momento entró sin tocar la puerta Paulina, la cual traía una bandeja con los dos cafés que habían pedido. Pero al ver a Maritza casi encima de José Alberto, hizo lo mismo que ella había hecho cuando entró a la oficina. — ¿Interrumpo? Maritza pegó un brinco del susto e inmediatamente le dijo: — Pero bueno niña, ¿no te enseñaron que tienes que tocar la puerta antes de entrar? Paulina tragó grueso y se contuvo en responderle como ella acostumbraba a hacerlo con cualquier persona que la tratara de forma grosera, puesto que a cada momento recordaba que su futuro financiero dependía de ese empleo, así que se limitó a hablar demás y dijo: — Lo siento no fue mi intención, solo entré a traerles el café. Cuando terminó de decir eso, se tropezó con la silla y cayó encima de Maritza derramándole todo el café en el vestido y quemándola al mismo tiempo puesto que ambos cafés estaban humeantes. Maritza pegó un grito y le dijo furiosa: — ¡Ayyy me quemaste! ¡Pero qué torpe eres, mira lo que acabas de hacer! Me arruinaste mi vestido estúpida. José Alberto se puso nervioso al ver el tamaño desastre que había hecho Paulina Ella solo se limitó a decir muy nerviosa: — Ay disculpe pero es que se atravesó esa silla y me enredé con el pie, pero déjeme limpiarla enseguida le quitó la mancha de café. — No te atrevas a tocarme, ya hiciste demasiado con arruinarme el vestido. Mejor me largo de aquí, tendré que ir a mi casa a cambiarme. Quítate de mi camino niña y en vez de quedarte allí parada busca algo para limpiar todo este desastre. — le dijo furiosa mientras la empujaba y ella salía de la oficina totalmente molesta. Maritza salió furiosa y lanzó la puerta de la oficina, mientras Paulina Se quedaba mirando a José Alberto para ver qué reacción iba a tener después de lo sucedido. Por supuesto él no se hizo esperar e inmediatamente le dijo molesto: — ¡Por Dios! ¿Acaso no puedes hacer algo bien? Primero me dañas los planos con el café y ahora le arruinas la ropa a la licenciada Maritza. ¿Y ahora qué sigue? ¿Que incendies la oficina? — Bueno perdón, no fue mi intención, lo que pasa es que yo no estoy acostumbrada a servir café. Esto es nuevo para mí y encima me tropecé con la silla que estaba atravesada en todo el medio del camino. José Alberto la miró con cierto pesar y le dijo: — Bien, ya olvidemos el incidente porque de lo contrario creo que me va a dar un infarto, es mejor que comencemos a trabajar, necesito que me saques unas copias de estos documentos, por favor trata de que salgan en ambos lados y ten mucho cuidado de perder una hoja, porque van en orden correlativo. ¿Entendiste o te lo tengo que explicar nuevamente? Mientras el arquitecto le explicaba lo que tenía que hacer, ella se quedó mirándolo y oliendo su perfume mientras pensaba: “Qué rico huele, es un sangrón, pero no cabe duda que le gusta usar perfumes buenos, huele tan rico que provoca….” — en ese momento sus pensamientos se vieron interrumpidos por el grito que le pegó el arquitecto: — Señorita ¿me entendió? ¡Ey! Le estoy hablando, le pregunté si me entendió lo que le estoy diciendo. Paulina estaba mirándolo y se dejó llevar por su imaginación, pero luego que él le hablara tan fuerte, reaccionó y le dijo: — ¡Ah sí claro! Sí, por supuesto que entendí. ¿Y a dónde se supone que debo sacar éstas copias? — Tienes que bajar al segundo piso, allí está Yajaira, ella es la persona encargada de papelería, allí hay una fotocopiadora que es para uso de toda la empresa, entras y te presentas con ella y le dices que vas de mi parte. ¿Entendiste? — Si entendí, sí entendí, tampoco es que soy tan mensa. Y así lo hizo Paulina bajó al segundo piso a sacar las copias que le había pedido José Alberto , sin imaginarse con quién se iba a encontrar justamente allí. (...) **********************
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