La tarjeta de presentación

1406 Words
Mientras tanto Susana se encontraba en su habitación organizando un poco sus cosas, en ese momento entró Irma el ama de llaves, ella era una señora que tenía muchos años trabajando para la familia y Susana le tenía mucha confianza y estima, siendo así su mano derecha en todo lo relacionado con la casa, aunque muy de vez en cuando, también era su paño de lágrimas, puesto que Susana no tenía muchas amigas en quién pudiera confiar. — Con permiso señora Susana, vengo a recoger la ropa sucia. — Claro Irma adelante, aprovecha y revisa si Colate dejó algo sucio en el baño por favor. Efectivamente Irma se dirigió al baño donde pudo darse cuenta que Colate, había dejado la ropa sucia en el piso. Ella se agachó a recogerla, pero cuando la iba a meter en la cesta, se cayó del pantalón de Colate, un pequeño sobre blanco, Irma lo recogió y se lo llevó a Susana diciéndole: — Señora Susana tenga, esto se cayó del pantalón del señor Colate, de seguro se le olvidó que lo tenía guardado allí. Susana lo recibió y lo miró algo extrañada, puesto que el sobre no tenía por fuera nada escrito. — ¡Gracias Irma! Qué descuido de Colate, siempre se quita la ropa y no revisa si ha dejado algo en los bolsillos. Un día de estos va a pasar un susto si se le llega a olvidar algún documento importante y que luego se meta en la lavadora, no me quiero imaginar cómo se pondría. Susana miraba el sobre con curiosidad, así que al darse cuenta que estaba abierto, decidió mirar qué contenía adentro. Cuando lo abrió, se dio cuenta que había una tarjeta de presentación que tenía estampado un beso con pintura de labios y en la parte posterior de la tarjeta decía: “Siempre tuya… Yajaira .” Susana al leer el contenido de la tarjeta, sintió que un escalofrío invadía todo su cuerpo, los ojos se le llenaron de lágrimas, sin embargo trató de contenerse puesto que Irma todavía estaba en la habitación. Sin embargo sus intentos en tratar de disimular su dolor y al mismo tiempo su rabia, fueron inútiles, puesto que Irma se dio cuenta que algo le estaba pasando a Susana justo cuando abrió el sobre. — ¿Señora Susana qué le pasa? ¿Se siente mal? — ¡No! No me pasa nada Irma, creo que es la menopausia que de pronto me da esos calorones y me agarra desprevenida. ¿Pero quiere que le traiga un té o un agüita con azúcar? Es que la veo que se puso pálida. Susana sin mirarla a la cara para que ésta no viera que tenía los ojos llenos de lágrimas, le dijo: — Quédate tranquila Irma, todo está bien. Mejor lleva la ropa a lavar y por favor déjame sola que necesito hacer unas llamadas. — Como usted diga señora, pero si me necesita no dude en llamarme. — ¡Gracias Irma! Irma se retiró de la habitación cargando con la cesta de ropa sucia, pero mientras caminaba iba pensando: “Pobre señora Susana, trató de disimular delante de mí que no le pasaba nada, pero estoy casi segura que se puso así cuando abrió ese sobre que conseguí, de seguro era de alguna mujercita con las que sale el señor Colate, es que no comprendo por qué la señora le aguanta tanto” Mientras tanto Susana se tiró a la cama a llorar, ella siempre sospechaba que Colate andaba en cosas raras con mujeres, pero ella se mantenía aferrada a mantener su matrimonio, puesto que creía que en cualquier momento él podía cambiar y volver a ser el hombre amoroso de quien se había enamorado. Pero el encontrar esa evidencia tan clara de que su marido tenía otra mujer, la había terminado de destruir por dentro. En ese momento escuchó que había llegado Paulina, inmediatamente se secó las lágrimas y corrió rápido a verse al espejo y se colocó un poquito de polvo compacto en el rostro, tratando de disimular la nariz roja y los ojos llorosos. Paulina tocó la puerta de la habitación, pero no esperó a que Susana le abriera, sino que abrió la puerta de un solo jalón y le dijo: — ¡Por fin llegué! — Y diciendo esto, se lanzó en la cama boca arriba con los brazos abiertos. Susana al verla en las fachas que traía le dijo: — Pero por Dios Paulina, parece que vinieras de la guerra, ¿Qué fachas son esas? ¿Se puede saber qué fue lo que te pasó? ¿Y por qué vienes así con la ropa tan sucia y despeinada como si te hubieran revolcado en el piso? Y encima te subes a mi cama así, por favor levántate, estás hecha un asco. — Bueno madre, acostúmbrate a verme así todos los días, porque ahora que mi padre me quitó el auto, me he dado cuenta que el transporte público es una jungla, mira como me pusieron en ese autobús del terror y ni hablar del idiota que derramó su mugroso café encima de mi ropa. Créeme mamá que trabajar en esa empresa va a ser una pesadilla. Esto no es justo. Susana la miraba con asombro, estaba consciente de que su hija no estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones, pero por otra parte pensaba que aunque le doliera verla así pasando por todos esos malestares, al final eso la iba a convertir en una mujer con carácter y la iba a llevar a ser alguien en la vida. No como ella que a pesar de haber estudiado una carrera, no había luchado por sus sueños y se había quedado anclada en esas cuatro paredes, a las órdenes de un esposo que siempre la había maltratado y encima le era infiel. — Bueno hijita entiendo que esto ha de ser algo nuevo para ti, pero ya verás que con el pasar de los días, te vas a ir acostumbrando y ya no será tan difícil. Además sólo es un año lo que tu padre te pide que trabajes. — Mamá por qué siempre tienes que defender todo lo que decide papá? Es que no hay una sola cosa que él diga que tú desapruebes aunque sepas en el fondo que está mal. Susana la miró y suspiró, tratando de no profundizar en el tema, porque en el fondo ella sabía que su hija en cierto modo tenía razón, pero ¿qué podía hacer ella a estas alturas de su vida? Su crianza fue así, sus padres le inculcaron desde pequeña, que la mujer debía seguir los pasos del marido y que además lo tenía que obedecer, fue por esa razón que ella jamás ejerció su profesión y nunca tuvo participación en la empresa, que en realidad fue fundada y construida a lo largo de los años, con el dinero de sus padres, puesto que Colate no tenía un solo centavo, lo único que él hizo fue trabajar para sacarla adelante, pero legalmente Susana también tenía derecho, sólo que él nunca quiso que ella siquiera asomara la nariz por la empresa. — Bueno hija no vamos a discutir otra vez lo mismo, no es que le dé la razón en todo, sino que es tu padre y el que manda en esta casa, así que hay que respetar sus normas, eso es todo. — ¡Pero mamá! ¡Por Dios! ¡Vives en el siglo pasado! Tú eres su esposa no su esclava, y tienes tanto derecho como él a mandar y tomar decisiones. Esa empresa de arquitectura se hizo gracias al dinero de mis abuelitos, papá ni siquiera aportó un solo centavo, la empresa en realidad es más tuya que de él y tú ni siquiera vas a visitarla. Susana no quería seguir llenándose de más cizañas, porque ya se sentía lo suficientemente mal con la tarjeta que le había encontrado a Colate como para llenarse de más cargas negativas. — Bueno hija ya basta, no quiero seguir escuchando una sola palabra más de quejas, esa empresa la maneja tu padre y aunque no puso un centavo como tú dices, la empresa ha sido una de las más importantes del país, gracias a su trabajo y profesionalismo. Y además mis padres nos obsequiaron esa empresa para poder tener un futuro estable y ahora te toca a ti luchar para que algún día también sea tuya.
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