4. ¿En qué carajos me metí?

2649 Words
Baúl de mensajes de Summer Cooper a Dominic Pauls: Nic, hoy vi un perro que me gruñó cuando intenté acercarme a él. Me recordó a ti. Con amor, una divertida Summer. 4. ¿En qué carajos me metí? Dominic. El primer recuerdo de mi vida incluye a Summer en el panorama, de hecho, ella era la protagonista. Yo era tan sólo un feliz niño de tres años cuando mi padre golpeó mi vida, poniendo a una pequeña bebé de meses sobre mis brazos, presentándomela como si ella fuera algo brillante de ver. No recuerdo muy bien su aspecto en ese entonces, pero teniendo en cuenta que verla me hizo llorar —y no precisamente de alegría— doy por hecho que era tan fea como un bebé recién nacido lo podría ser. Por supuesto, ese encuentro sólo dio abertura a más momentos desagradables que incluían a Summer detrás de mí, yo corriendo para alejarme de ella, y mi padre y el suyo en una pelea perpetua por defender a sus respectivos hijos. Los Pauls y los Cooper son cercanos, junto a más amigos que mis padres han sabido mantener a lo largo de los años. Una vez al mes, se hacía una especie de domingo familiar en donde todos nos reuníamos y yo tenía que aguantar sí o sí la presencia de Summer. Que mis padres me la impusieran no ayudaba en mi rencor hacia ella, su cercanía con mi hermana tampoco, y su inclinación por meterse en mis asuntos era francamente desesperante. Cinco años alejado de sus colores y personalidad extravagante no fueron suficientes, sospecho que toda una vida no lo sería, así que encontrarme en esta posición, abriéndole las puertas de mi apartamento para traerla a vivir conmigo, es algo que, evidentemente, nunca pensé que estaría en mis cartas. Arrastro su maleta mientras dejo escapar un suspiro cansado, al mismo tiempo ella deja su abrigo a un lado, su pequeña silueta se ve extraña en mi apartamento. Todo alrededor es blanco, n***o y diferentes tonalidades de gris. Summer, con sus anchos pantalones cargo, un pequeño top rosa que parece comprado en una tienda de niños y tenis más grandes que ella, resalta como un pulgar puesto al aire. — ¿Tu hermana no ha llegado? Me quito mi abrigo mientras contesto —: Debe estar en casa de su novio. — ¿Heaven tiene novio? — Mmm — asiento cortamente, no interesado en hablar de la vida sentimental de mi hermana, tengo una reunión por zoom en media hora, no tengo tiempo para esto —: ¿Llevo la maleta a tu habitación? — ¿Ya cenaste? — Ella responde con otra pregunta, siguiendo mis pasos cuando empiezo a ir hacia la habitación que mi hermana le asignó antes. — Estoy bien — dejo la maleta en la cama y me tomo un segundo para mirar alrededor. Por lo que sé, antes de que yo la llevara al hotel, Summer estuvo sólo unas horas de la tarde aquí. Pero ese corto tiempo fue suficiente para que ella hiciera sus cambios al lugar. Cambió la cama de puesto para dejarla pegada a la ventana. Accesorios y cuadros fueron movidos, buscando una estética que ella cree mejor. Incluso la cocina fue invadida por su toque, desorden y utensilios puestos equívocamente. Si en sólo unas horas ella ya puso su marca personal en mi apartamento, no puedo imaginarme cómo será dentro de unas semanas. Miro la hora en mi reloj de mano, mi mente ya pensando en la siguiente reunión con los inversionistas de Asia. Me masajeo las sienes cuando me golpea un dolor de cabeza debido al cansancio y al estrés. No almorcé hoy y entre llevar a Summer al hotel y luego volver por ella, no he comido nada desde el desayuno. — ¿Tienes dolor de cabeza? — Summer pregunta y capturo de inmediato el color nítido de preocupación en su voz. Ella lleva sus emociones en su rostro, en su voz, en sus gestos, incluso en la forma en que respira. No creo que sea algo bueno para una persona ser así de transparente, literalmente no se guarda nada para ella misma. — Estoy bien — le digo, mirándola a los ojos para transmitirle el mensaje completo. Los dolores de cabeza son un tema delicado en mi familia, después de todo, las dos veces que mi madre se enfermó, empezó con dolores de cabeza. Pero debido al historial clínico de ella, mis padres nos mantienen a Heaven y a mí religiosamente chequeados en caso de que algún tumor quiera salir a jodernos. Así que no, mis dolores de cabeza no son cáncer, son estrés, cansancio y, mayormente, llevan el nombre de Summer marcado con letras de neón. Está bien, no es del todo cierto, sufro de migrañas cuando tengo un día especialmente estresante, pero sospecho que con Summer cerca, esto se va a volver un diario en mi vivir. El color en sus mejillas volvió, lo que me hace recordar el aspecto fantasmal con el que la encontré en el pasillo del hotel. Ella estaba histérica y catatónica, y no importa cuántos dolores de cabeza Summer me dé, no soy tan cruel como para dejarla viviendo en un hotel cuando evidentemente acaba de pasar por algo traumático que la ha jodido. Lo que me lleva a preguntar —: ¿Estarás bien durmiendo aquí? — ¿Duermes cerca? — En la puerta de en frente. El alivio en su expresión es evidente. — Oh — asiente y puedo ver que quiere pedirme algo más porque, sí, ella es muy fácil de leer. — Sólo di lo que necesitas, Summer, tengo que prepararme para una reunión, no puedo perder el tiempo contigo. — ¿Una reunión tan tarde? — La miro sin expresión, sin dignarme a darle una inútil respuesta, hasta que ella finalmente dice lo que quiere —: ¿Puedes dormir sin pasarle seguro a tu puerta? Yo tampoco lo haré con la mía… es que necesito saber y sentir que podré alcanzarte si algo malo llegara a pasar. Cruzo los brazos sobre el pecho, mirándola fijamente. — ¿Algo malo como qué? Summer aparta la mirada y, por primera vez, tal y como lo hizo en el hotel, ella se cierra cuando intento sacarle información sobre ese suceso que la tiene tan trastornada. — ¿Un terremoto? — Inténtalo mejor, Summer. — ¿Invasión de zombies? — Si los zombies existieran, se cree que su comida predilecta serían los cerebros, así que, en ese caso, tú estarías completamente a salvo — ella tarda en comprender mis palabras y cuando va a darme una réplica, agrego —: Puedes hacerlo mejor que eso, Summer, si vas a darme excusas, busca al menos una creíble. — ¿Te importa? Su pregunta me toma por sorpresa, pero claro, si alguien no tiene tapujos en su lengua y habla con una sinceridad que a veces tacha lo descortés, es ella. Así que, ni siquiera sé por qué me sorprendo. Tal vez fue la distancia, me había acostumbrado a convivir con gente normal, ahora de nuevo estoy con el espécimen humano más extraño del mundo. — Dime — se acerca a mí, mirándome con altivez —, ¿te importa? — Me preocupo por ti de la misma forma que me preocuparía por una mascota, si la tuviera, claro está. No soy tan desalmado, así que sí, me importas. Ella me mira fijamente, luego se suelta a reír como si le hubiera contado un gran chiste. El sonido de su risa retumba en el lugar, es musical y, si soy sincero, un sonido dulce. Es lo único que siempre se me ha hecho soportable de ella, entonces abre la boca. — Nic, si yo soy rebajada a una mascota, tú estarías en la primera etapa de humanos que existió, aun quedándote en el primer paso de la evolución. — Ni siquiera sabes de lo que estás hablando, ¿cierto? Nada de lo que ella dice tiene sentido, es tan descuidada para hablar, sin importarle hacer el ridículo. Y lo hace, ¡cómo lo hace! Sacudo mi cabeza, escondiendo mi sonrisa. Cabeza de chorlito. — En todo caso, estás cambiando de tema — vuelvo al punto principal —. ¿Qué te pasó? — No estoy lista para hablar de eso — es su respuesta definitiva. Medito sus palabras por un largo segundo. Ella es una adulta, ya no es una niña, y voy a tratarla como tal. ¿No está lista? Está bien. Puedo tenerla bajo mi techo mientras se recupera de lo que le haya pasado, pero en algún momento me tiene que hablar de ello. Si es lo que creo que pasó, necesito asegurarme de que el culpable esté pagando lo que le corresponde. Después de todo, somos familia, y nadie jode a mi familia. Incluso aquella a la que no soporto. — Acomódate — vuelvo a ver mi reloj de mano —. Estaré en una reunión en mi despacho, procura no volver a perder la cabeza mientras no estoy cerca. — Está bien, ¡te amo! Me detengo a mitad de camino cuando escucho sus últimas palabras, mi cuerpo se tensiona y la miro sobre mi hombro para encontrarla sonriéndome como el gato que se comió al canario. Ni siquiera una mascota es así de molesta. |…| Cuando estoy a punto de terminar la reunión, la puerta de mi despacho se abre y Summer entra con un sándwich de pollo y una bebida de mandarina, mi favorita. Le hago un gesto para que se largue, pero ella me deja la comida a un lado de mi computadora y se encamina a mirar alrededor en los estantes de libros. Escucho lo que los inversionistas dicen, pero mantengo un ojo en ella. Debí pasarle pestillo a la puerta para que no me molestara, pero dado lo que me dijo sobre no ponerle seguro a mi habitación, decidí ser amable por primera vez en mi vida. Me arrepiento hasta los huesos. Summer pasa sus dedos por los libros que encuentra a su paso. Dudo mucho que los entienda, son mayormente de finanzas y contabilidad, unos cuantos de filosofía y mis novelas favoritas. Estoy seguro de que ninguno de ellos son la preferencia de lectura de ella, es más, dudo que tenga la costumbre de leer. Así que cuando se estira en la punta de sus pies y alcanza uno de mis libros favoritos de Hemingway, quiero rabiarle como un perro para que no lo toque. Por supuesto, no lo hago, porque, en efecto, no soy un perro. Vuelvo mi atención a los inversionistas, pero por el rabillo del ojo veo a Summer dejarse caer en el cómodo sillón que siempre uso para leer. Ella se sienta casi horizontalmente, con las piernas colgando a un lado, despreocupada y holgazana, entonces abre el libro y empieza a leer. Me concentro de nuevo en la reunión. Los únicos sonidos del lugar son mi voz hablando mandarín y las páginas del libro al ser cambiadas. Finalmente, la reunión termina y yo dejo mis airpods a un lado, entonces miro a Summer. — Pensé que estarías durmiendo — le digo. Van a ser las dos de la madrugada. Ella pasa a una siguiente página, concentrada en lo que está leyendo. — Dormiré cuando tú duermas — es su distraída respuesta. Me estiro por el sándwich y le doy un mordisco, mirándola leer. — ¿Al menos entiendes lo que lees? Mi pregunta la indigna. — ¿A qué te refieres? Este es mi libro favorito de Hemingway. No digo nada, no creo nada de lo que ella dice. Summer lo ve. — Que tú me creas una ignorante a la que no le gusta leer, no significa que en verdad lo sea — cierra el libro de golpe —. Podemos ser destruidos, pero nunca derrotados — cita la frase de la novela —, lo tengo tatuado aquí. Se levanta un poco su top y señala bajo su teta, en donde puedo ver tinta negra al final de la pequeña curva de su seno. Por supuesto, no lleva sujetador, pero eso no me importa. Me concentro en el tatuaje… esa también es mi frase favorita. Aunque para muchos esa es la peor obra de Hemingway, esa frase catapultó mi vida. No importa cuántas veces la vida golpee o los demás quieran hundirme, nunca podrán derrotarme. Me tatuaría la frase si me gustaran los tatuajes, pero no me gustan. Así que me conformo con tenerla grabada en mi cabeza. Doy otro mordisco a mi sándwich, sin saber qué pensar sobre ella teniendo mi frase favorita en su cuerpo. Supongo que no es la gran cosa. Summer suspira, bajándose su camiseta para cubrir su piel. — Siempre piensas tan poco de mí — creo que dice, pero no estoy seguro —. De todas formas, tienes que comer. ¿Tomaste tu pastilla para las migrañas? Abro el primer cajón, saco una tableta y me la tomo, dejándola a ella satisfecha. Me como en silencio lo que Summer me preparó mientras ella me mira. No es incómodo ni cómodo, es sólo silencio. Hasta que ella se acerca y se sienta en el borde de la mesa frente a mí, haciéndome mover mi silla un poco hacia atrás para darle espacio. — Hey — susurra, y luego mueve con la punta de su meñique el caballo que me cae en la frente, es una caricia llena de dulzura —. Tienes que cuidar de ti. — Ya te dije que no necesito otra madre. Ella tuerce sus labios mientras mueve muy suavemente otro mechón de mi cabello hacia atrás, y luego toma mi mejilla con una firmeza que me sorprende. — El trabajo no lo es todo en la vida, Dominic. Ruedo los ojos y me alejo de su toque invasor. No necesito este sermón de mierda, menos viniendo de alguien como ella. La estabilidad financiera, el éxito profesional y la independencia es algo que Summer Cooper nunca entendería. Bostezo y llevo los platos sucios a la cocina, en donde me dispongo a lavarlos. Cuando estoy a mitad de trabajo, unos suaves brazos me envuelven por detrás y siento el rostro de Summer enterrarse en medio de mis omoplatos para respirarme pausadamente. Esta chica no podría mantener los brazos y manos para ella misma ni aunque su vida dependiera de ello. Sigo lavando mientras ella deja escapar un bostezo lleno de pereza y sólo se queda allí, como si fuera una extensión de mi cuerpo y yo tuviera la obligación de cargarla. Al terminar, me giro, quedando frente a ella. Miro hacia abajo, en donde Summer me sonríe y afianza sus brazos en mi torso, mirándome con ese brillo y estrellas en los ojos que tanto me irritan. Summer parece vivir en un cuento de hadas, mientras que yo vivo en la realidad. ¿Por qué le gusto a ella? No tengo la menor idea, somos tan opuestos que podríamos ser de diferentes planetas. — Ya vete a dormir — saco sus brazos de mí, pero ella se ríe y me envuelve de nuevo desde atrás. Y así es que termino caminando hacia mi habitación con un mico colgado en mi espalda. Summer se ríe en todo momento, incluso cuando casi me caigo en un tropiezo. Ruedo los ojos, pensando cuándo se tomará algo enserio. Finalmente, me detengo fuera de su habitación y ella se baja de mí, sonriendo llena de felicidad. Cinco años y sigue siendo la misma, ¿algún día crecerá? — Buenas noches, Summer, no vuelvas a perder la cabeza, estoy demasiado cansado para lidiar otra vez contigo. — ¡Buenas noches! — Dice cantarina. Entro a mi habitación, demasiado cansado para sentirme irritado, pero pensando en cómo demonios voy a lidiar día a día con esto. ¿En qué carajos me metí?
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