3. ¿Aceptas o no?

2258 Words
Baúl de mensajes de Summer Cooper a Dominic Pauls: ¡Me lancé en paracaídas! Fue la experiencia más excitante y llena de adrenalina que he vivido. Nic, tener experiencias así te servirían para que te saques de una vez por todas el palo que siempre llevas en el culo. Atentamente, una atrevida Summer. 3. ¿Aceptas o no? Summer. Si soy sincera conmigo misma, no tengo hambre, pero comer algo en el restaurante del hotel me ayuda a ganar tiempo. Tiempo rodeada de gente, sintiéndome segura, en donde mis demonios no me alcanzan. Pero hay algo cierto en este falso alivio y es que no puede durar para siempre. En el momento en que no puedo retrasarlo más, mi plato vacío frente a mí, me armo de una artificial valentía y salgo de allí. Con mi maleta en mano, las llantas rodando detrás de mí, voy hacia mi habitación de hotel. Ver el temblor de mi mano al sostener la tarjeta de acceso me hace sentir un poco más histérica, pero de alguna forma consigo abrir la puerta y entrar en la espaciosa habitación. Intento gnorar el temblor que me invade y el miedo que empieza acelerar mi corazón, pero mi horrible estado mental se empieza a exteriorizar, volviéndose físico. Un nudo en mi garganta me impide respirar y la vista de la cama revuelve mi estómago, la comida recién ingerida amenazando con salir. Corro hacia las ventanas y las abro de par en par, sin importarme el aire helado que se adhiere a mis huesos. Tal vez este entumecimiento por el frío me ayude, pero no lo hace. Busco con manos temblorosas mi teléfono y deslizo mis dedos por contactos, pero mis amigos más cercanos viven en ciudades diferentes, incluso países en otros continentes, y no quiero ser una carga para nadie. Intento recordar los ejercicios que hago con mi terapeuta, pero mi mente está tan nublada que nada me llega. ¿Voy a morir? Siento que me estoy muriendo. Ni siquiera sé cómo lo hago, pero mis pies se encuentran corriendo hacia la puerta, a toda velocidad, ciegamente, con sólo la salida y ver a más gente como objetivo. Entonces choco con alguien, un pecho fuerte y rígido y yo pierdo la poca cordura que me quedaba. — ¡Suéltame! — Golpeo como una maniaca, gritos desesperados se me escapan —. ¡Suéltame, suéltame, suéltame! — Summer, soy yo — fuertes manos me agarran por los hombros y me sacuden, hasta que mi cabeza se echa hacia atrás y profundos ojos negros me encuentran —. Soy yo. Siento cómo todo el peso de los últimos días sale de mí, mis ojos sin apartarse de los de Dominic, quien me mira con cierta preocupación en ellos. — Soy yo — repite en un susurro sumamente bajo, como si temiera que yo vuelva a perder la cabeza ante cualquier elevado sonido. — Nic — su nombre me sale casi con veneracion. Sin ninguna duda dentro de mí, me levanto en la punta de mis pies para alcanzar su cuello con mis brazos, en donde me aferro y refugio también mi rostro, inhalando profundamente su olor. Es él. Aprieto con más fuerza, mis piernas se levantan y lo sostengo en un fuerte candado por la cintura, aferrándome con todas mis fuerzas. Y respiro temblorosamente, ni siquiera soy capaz de llorar, sólo me quedo allí, respirando inestablemente mientras trato de calmarme. Es él, me repito. Es Dominic. — Respira — él dice, moviéndose dentro de la habitación con paso firme. Soy consciente de que sigo temblando, soy consciente de que debería decir algo, soy consciente de que no debería estarme aferrando a él así, pero toda lógica desaparece de mi cuerpo, todo lo que queda es frío y agonizante pánico. Niego contra su cuello, apretándolo con mis extremidades cuando intenta bajarme a la cama. — No — niego verbalmente hacia el mullido colchón. No. Mis dientes castañean y todo mi cuerpo podría albergar dentro el frío del polo norte, pero el cuerpo de Dominic pegado al mío poco a poco me calienta, dándome de la cordura recientemente desaparecida. — Summer, ayúdame aquí — susurra en mi oreja —, no sé qué hacer. Y entonces noto su posición rígida. Yo me estoy aferrando a él, pero él no me está sosteniendo a mí. Sus manos yacen flácidas a sus lados, su cuerpo un poco tenso, sus palabras casi sacadas a la fuerza. Pero no lo quiero soltar. — La cama no — le pido. — Summer… — Por favor. Lo siento asentir antes de empezar a caminar, llevándome directo al baño. El lugar es espacioso y él me deja suavemente sobre la encimera del lavamanos. Mis brazos se deslizan de su cuello, mi rostro se aleja, pero mis manos se agarran a su nuca, mirándolo aún de cerca para no perder su calor. Él me mira desconcertado. Miro momentaneamente detrás de él a la puerta abierta, en donde la cama es visible, y mis dientes vuelven a castañear. — Cierra la puerta — le pido, enfocándome sólo en él. Dominic no se mueve. Yo tampoco. — Necesito que me sueltes para poder hacerlo — me informa. — Patea la puerta con tu pie. — Summer… — Mueve el pie hacia atrás y… — Sé cómo hacerlo. — Hazlo — le digo, afianzando mis manos en su nuca. Él me mira como si yo fuera la cosa más extraña con la que se ha encontrado en su vida, pero lo hace, patea la madera con su pie. El sonido de la puerta cerrándose en un estruendo me alivia, dejar de ver la cama me calma. Y aunque sigo temblando, ya no siento que estoy a punto de morir. Me concentro en un solo punto; sus ojos. Busco con mis dedos texturas; su cabello. E inhalo y exhalo, tomándolo a él como punto focal. Creo que nunca hemos estado tan cerca y que hayamos pasado cinco años alejados, sólo hace que su presencia se sienta más grande e intensa para mí. Acompaso mi respiración con la suya, perdida en su mirada, pero encontrándome en él al mismo tiempo. Mis uñas raspan su cuero cabelludo y él hace una mueca, intentando sacudirse de mí, así que alejo mis manos, dejándolas caer flácidas sobre mis muslos para darle el espacio que quiere. ¿Eso de verdad acaba de pasar? ¿Acabo de tener un ataque de pánico frente a él? ¿Él no se había ido a su apartamento? — ¿Qué haces aquí? — Pregunto, curiosa por la respuesta. Dom retrocede un paso, sacude las solapas de su traje como si intentara recomponerse y me mira impasible, como si nada acabara de pasar. — Dejaste esto en casa — saca de su bolsillo un pequeño objeto que no alcanzo a ver bien. Ladeo mi rostro con genuina curiosidad y extiendo mi mano hacia arriba, con la palma expuesta. Dominic deja caer el objeto en mi mano y yo lo miro sorprendida. Levanto mis ojos hacia él, y apuesto a que ahora soy yo quien lo mira a él como si fuera la cosa más extraña que he visto en mi vida. — ¿Un arete? — ¿Es tuyo? — Bueno, sí — digo muy despacio —, es mío. Dominic me mira sin ninguna expresión, así que le pregunto, sólo para ser claros —: ¿Viniste por un arete? — Un arete que dejaste en mi casa — aclara. Cierro mis dedos en el pequeño objeto y lo pongo nuevamente en mi oreja, mirándolo a él en todo momento. Es… tan extraño, pero me ha distraído de mis miedos. — ¿Me puedes decir qué acaba de pasar, Summer? — Oh — intento sonreír —, tuve un ataque de pánico. — Sé eso — dice —, sabes muy bien que esa no es mi pregunta. Agarro el orillo de la encimera con mis manos e intento bajarme, pero mis piernas fallan, así que me veo obligada a volver a subirme. Aprieto mis dientes cuando veo que él nota mi falta de estabilidad. — ¿Hay algo que no sepa? — ¿Sobre mí? — Giro un poco mi cuerpo para alcanzar el grifo del agua y abro la llave. El sonido del agua cayendo es relajante, más aún cuando mis manos se mojan, trayéndome un poco de más calma —. Hay muchas cosas que no sabes de mí. Nunca te ha importado saberlas, agrego sólo para mí. Él suspira pesada y audiblemente. — No voy a seguir con este jueguito en donde te hago preguntas y tú las evades, es infantil. — Mmm — murmuro, mojando aún mis manos, luego llevándolas a mi rostro en busca de más confort. Dominic gruñe algo entre dientes, acorta la distancia que nos separa y cierra el grifo, mirándome con enfado, como si yo lo sacara de quicio. — Bien, toma tu maleta, vuelves conmigo a casa. ¿Qué? — No, ¡espera! Estiro mi brazo y agarra un puñado de su camiseta de seda, jalándolo hacia mí. Su quijada golpea mi frente y yo hago una mueca al mismo tiempo que él se mueve hacia atrás, agarrando la encimera como soporte para mantener distancia. Levanto mi mirada hacia sus ojos, acariciando con mi mano libre mi frente. Él mira mi piel lastimada y endurece la mandíbula, luego mira mis ojos y me alza una ceja, esperando a que hable. — No quiero ser un inconveniente — le digo. — Has sido un inconveniente toda mi vida, puedo soportar unos meses más. Hago una mueca. — Eso no es algo amable por decir. — No soy amable, Summer. Eso es verdad. Muevo mis labios hacia un lado, pensando en las opciones, aunque… no tengo muchas, ¿cierto? Además, estar cerca de él es… bueno para mí, descubro. Dominic adormece cualquier cosa, eclipsa todo alrededor, él se convierte en la atracción principal… como siempre lo ha sido para mí. — Puedo pagarte un alquiler — le digo, tratando de llegar a un acuerdo. — No necesito el dinero. Alzo mis cejas en sorpresa por su falta de modestia, aunque él no lo dice de una mala forma, simplemente informando los hechos. Está bien. — Entonces puedo ayudar cocinando. — Casi siempre como por fuera. — Oh… — lo pienso por un momento —, entonces encontraré la forma de compensarte por esto, ya verás. — Me conformo con que te mantengas fuera de mi camino, no puede ser algo muy difícil de lograr. Con mi puño aún aferrado a la tela de su camisa, aprieto más para pegarlo más a mí y lo miro dulcemente. — Entonces diré que no, no seré una desconocida para ti, cinco años fueron suficientes. — Comparto apartamento con Heaven y, aunque ella no siempre se queda conmigo, cuando lo hace es raro que nos veamos. Te deseo suerte si lo que buscas es tenerme cerca. — Eres tan egocéntrico — le gruño —, no busco tenerte cerca, sólo una convivencia sana. Evitarnos no es algo que quiera para nosotros. — No hay nosotros. — No digo que lo haya — levanto mi mirada hacia él —. ¿Sabes que tuve novios, tuve sexo y me enamoré de más hombres en estos cinco años? — Felicidades. — No es tu polla lo que busco — digo, sonrojándome un poco —, tampoco tu billetera, pero me importas, siempre me has importado. Que te ame no significa que esté enamorada de ti. Hay una diferencia muy grande entre las dos. — ¿La hay? — Abismalmente — le soy sincera —, y tú siempre has sido mi debilidad. Te amo tanto y… — Summer — gruñe. — Y me encanta tenerte cerca, eres como… — busco las palabras —, el sol para mí, y nunca antes necesité tan desesperadamente del sol. Así que, si vivo contigo, no seremos desconocidos. Buscaré tu presencia, me inmiscuiré en tu vida y… — Summer — gruñe de nuevo. — Y — continúo, sonriendo —, buscaré la forma de hacer tu vida mejor. Siempre he intentado sacarte de tu solitario caparazón, darte felicidad, cuidarte. Tú sabes que siempre he sido así en lo que respecta a ti, nunca me rindo contigo y tu bienestar. — Desafortunadamente. — Será bueno para mí, será bueno para ti, ya lo verás. ¿Cuándo fue la última vez que sonreíste? — Cuando creí que no te volvería a ver. — No aprecio tu sarcasmo. Él suspira, mirando al techo momentáneamente. — ¿En qué mierda me estoy metiendo? — ¿Aceptas o no? — Le digo, esperando —. Como ves, tengo algunos problemas internos, dormir sola, sin nadie cerca, desencadena algo malo dentro de mí. Pero soy fuerte, estoy trabajando en ello, así que siempre me puedo quedar en esta habitación de hotel y… — Acepto. Sonrío con todos mis dientes, lo jalo de mi agarre en su camiseta y vuelvo a aferrarme a él, con brazos, piernas y mi corazón. — Ahora cárgame hasta tu auto, mis piernas están débiles — le digo sonriendo con mi mejilla apoyada en su hombro. Dominic parece pensarlo, hasta que finalmente pasa su brazo bajo mi trasero, vuelve a la habitaicon para tomar con su mano libre mi maleta y nos saca todo el camino fuera del hotel, ignorando las miradas curiosas de las personas con las que nos encontramos en el camino. Y así es que, Dominic y yo, empezamos nuestra historia.
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