Baúl de mensajes de Summer Cooper a Dominic Pauls:
Nic, ahora mismo estoy en un pequeño pueblo de Grecia. Te adjunto una foto del paisaje frente a mí. ¿Recuerdas cuando tu hermana llevó una cabra a casa e intentó comerse tus pantalones? Odias las cabras desde entonces, así que probablemente este no sea el mejor lugar para ti, sin embargo, creo que la vista valdría la pena. De todas formas, no temas, sabes que siempre me interpondré entre cabras macabras y tú.
Con amor, una pacifica Summer.
2. Reencuentro.
Summer.
Siento mis labios estirarse en lo que es, de por sí, una sonrisa involuntaria… pero es que no puedo evitarlo.
Sus ojos negros, ante la mirada de cualquiera, no son nada especial, pero para mí son probablemente los ojos más bonitos que he visto nunca. Los reconocería en medio de miles. De niña, soñaba con esos ojos. Y volver a tenerlos frente a mí, el misterio tras ellos, su seriedad, los secretos que esconde detrás de esa inteligencia pasiva, me deja momentáneamente fuera de lugar.
Cinco años, cinco años sin verlo y mi corazón se acelera como si hubiera pasado tan sólo un segundo y mis sentimientos siguieran intactos. Es… casi adictivo sentir esto, llenar el vacío en mi pecho, sentir algo más que sólo miedo, sólo con tenerlo aquí, frente a mí.
— ¿Qué haces aquí? — Repite, esta vez más calmado, mirándome inmóvil con su traje gris a medida, impecable y reluciente. Su barba recortada a la perfección, su cabello castaño oscuro peinado y acomodado pulcramente como si estuviera listo para empezar su jornada laboral, en vez de acabar de terminarla.
Siento la sonrisa estirarse más en mis labios, su presencia se siente familiar, me hace sentir… segura y en casa. No hay nada desconocido o nuevo en él para mí, es simplemente hogar.
— Dominic — saco su nombre de mi boca, mis manos llenas de harina se sacuden en mi ropa y avanzo un paso hacia él, pero Dom retrocede y mueve su maleta hacia adelante, dejándola frente a él para evitar cualquier tipo de contacto.
Mis cejas se fruncen en confusión, pero comprendo.
— Sí, no debería abrazarte, soy… — miro hacia mi ropa manchada y sucia por la cocina —, un desastre.
— ¿Dónde está mi hermana? — Su pregunta sale tensa, todo él lo está.
Dominic me mira cortamente antes de llevar la mirada por todo el espacio a nuestro alrededor, el estado de la cocina no parece ser de su agrado.
— Heaven salió — me rasco la nariz con nerviosismo, pero me detengo cuando comprendo que debo de haberme ensuciado más.
Un silencio incomodo se instala entre ambos y busco palabras para llenarlo, hasta que dejo salir un suave —: ¡Cuánto tiempo sin vernos!
— No el suficiente.
Levanto mis ojos hacia él.
— ¿Qué?
Él me mira fijamente, pero no estoy segura de interpretar correctamente su mirada. ¿Está enfadado? ¿Sorprendido? ¿Incomodo? Parece un poco de todo.
— ¿Qué haces aquí, Summer?
Está bien, sigue haciendo la misma pregunta y yo sigo sin responderla.
— Bueno, es una historia un tanto larga, complicada, también un poco desconcertante y, francamente, deprimente, pero…
— ¿Qué… haces… aquí? — Y puntúa cada palabra con dientes apretados.
Oh, Jesús.
— Tu hermana me está hospedando aquí por un tiempo.
— ¿Qué? — La sorpresa en su ronca voz no puede ser más clara.
Él se da la vuelta, saca su teléfono y empieza a marcar mientras se mueve hacia la gran sala. Lo sigo con pies descalzos, su aroma invade mis pulmones, produciéndome un sentimiento que francamente me avergüenza admitir incluso para mí misma.
Mi nariz se presiona contra su espalda cuando él se detiene abruptamente, entonces gruñe al teléfono —: ¿Algo por explicar, Heaven?
Retrocedo un paso, mirando su espalda con cierto desconcierto.
¿Qué está pasando?
— No, no hay la más mínima probabilidad de que… deja de amenazarme con la misma mierda… escucha, esto no se trata de… tú eres… nunca.
Cuelga y un pesado silencio invade el apartamento. Lo que, por cierto, combina con el aspecto lúgubre del lugar. Me pregunto por qué Heaven no tiene una sola foto en el apartamento. A ella le gusta la fotografía, al igual que a su madre. Si recuerdo bien, su casa de infancia está llena de hermosas fotos por todo el lugar.
Abro la boca, dispuesta a preguntarle a Dom, pero entonces me encuentro con la expresión frustrada y amarga de su rostro y poco a poco comprendo.
Oh.
¡Oh!
— ¿Este no es el apartamento de Heaven? — Pregunto, pero no necesito respuesta, el tic en su ojo y el endurecimiento de su mandíbula me dan la suficiente aclaración.
Es el apartamento de Dominic.
Es su hogar.
Es…
— Sí — me río un poco —, me voy.
Me muevo a paso rápido hacia las escaleras, tan avergonzada por la situación. Me siento como una vagabunda, deambulando de un lado a otro sin saber qué hacer. ¿Puede ser más vergonzosa esta situación?
— Espera.
— Lo siento, yo…
— Summer, ¡sólo detente!
Me sobresalto por la fuerza de su voz, no precisamente gritó, pero sí habló más alto de lo que estoy acostumbrada a escuchar en él, o lo que recuerdo de él. Después de todo, han sido cinco largos años sin vernos, el hombre de veinte años que recuerdo probablemente no es el mismo de veinticinco que tengo frente a mí.
Mordisqueo mi labio mientras pienso en una forma de escapar de esta situación sin avergonzarme más.
— Me puedo ir a un hotel — le digo sin más, aunque es lo último que quiero hacer, pero es evidente que él no me quiere aquí.
— Sí — él asiente —, probablemente sea lo mejor.
Su respuesta casi inmediata me hace estremecer, el alivio en su expresión me hace avergonzar más.
Trago el nudo en mi garganta.
— Déjame ir a tomar mi maleta, no te molesto más.
Él ya está retrocediendo, tecleando algo en su teléfono, el problema ya resuelto.
— Te espero abajo, te llevaré.
— No es necesario… — empiezo a decir, pero él ya está fuera de mi campo de visión.
Rasco un poco mi cabeza, pensando cómo es que terminé metiéndome en esta situación.
Siempre puedo volver con mis padres.
Sacudo la cabeza, negando.
No.
Con manos un poco inestables, vuelvo a guardar mis cosas apresuradamente, no me toma más de cinco minutos, y bajo a la sala de estar, en donde Dominic ya me está esperando. Sigue tecleando en su teléfono, y me mira indiferentemente por un segundo cuando dice —: Vamos.
Tomo un respiro y voy detrás suyo.
Mientras bajamos el ascensor, su rico olor se vuelve más presente y embriagador, lo que me hace mirarlo. Él ha… madurado. No sólo físicamente, sino que la seriedad que siempre lo caracterizó parece estar más acentuada ahora. Cualquier rasgo de niño desapareció de su rostro, también de su voz, más gruesa e imponente de lo que recuerdo.
En un intento de ignorar el nudo en mi estómago, me concentro en el movimiento de sus pulgares en el teléfono. Su tranquila respiración y la mía, inestable, son los únicos sonidos que se escuchan en la sofocante caja.
— Supe que tu padre se retiró y ahora tú ocupas su cargo, ¡enhorabuena!
Sus dedos se detienen en la pantalla, pero nada más me indica que me escuchó.
Me aclaro la garganta y en una lucha por llenar el silencio incomodo, agrego —: Te envié un mensaje el día de tu posicionamiento, ¿lo leíste?
Me mira de reojo.
— Lo leí — dice, desapasionado.
Vuelve a su teléfono.
— Oh — desilusión me llena.
Tenía la esperanza de que su número hubiera cambiado y esa fuera la razón por la que los mensajes que le he enviado a lo largo de los años se han quedado sin respuesta.
— ¿Has estado muy ocupado?
El ascensor se abre y él me indica que salga, pero me mantengo al lado suyo para ir a la par con sus pasos. Mientras caminamos, agrego —: Debió haber sido un gran cambio ser el CEO de la empresa, siendo tan joven.
Sus piernas son largas, así que sus zancadas son dos de las mías, lo que me hace casi trotar al lado suyo.
— Es lo que es — es su seca respuesta.
Su chofer nos está esperando en el auto. Dominic me hace pasar al asiento trasero, luego se sube él al otro lado. Me quedo viéndolo caminar, aún sin terminar de asimilar que lo tengo conmigo, en carne y hueso. A pesar de su tosco trato, hay emoción en mi pecho simplemente por estar en su presencia.
Una vez dentro, Dom le indica al hombre de aspecto amable que nos lleve al hotel más cercano.
Me giro hacia Dominic, sonriendo cuando veo lo cerca que estamos. Las luces de la ciudad besan su rostro en diferentes tonos de azules, dándole un aspecto futurista.
— Estás muy guapo.
Él aparta la mirada hacia la ventanilla, escondiendo su rostro de mí.
Sonrío.
— ¿Por qué nunca respondiste ninguno de mis mensajes?
— No tenía nada por decir.
— Pensé que éramos amigos.
— ¿Es así?
Me río, acercándome más, hasta que doblo mi pierna y mi rodilla mueve juguetonamente su muslo.
— Estás igual de antipático.
— Y tú sigues sin entender indirectas.
— Oh, ¿son indirectas?
Veo cómo él casi rueda los ojos, pero en cambio se gira y me mira directo a la cara. Sonrío aún más, detallando su rostro con emoción.
— De verdad me alegra verte, Nic.
Él suspira, negando cuando lo llamo de la forma que siempre le molestó de niño.
— ¿Te cansaste de tu vida de nómada o tus padres finalmente te dejaron sin ingresos para que pares de una vez por todas con ese ridículo jueguito de influencer que tienes?
Ignoro sus insinuaciones porque sé que él nunca entendería mi estilo de vida. Tampoco me creería si le digo que hace mucho no recibo dinero de mis padres. Todavía recuerdo su desagrado cuando supo que no quería continuar con el legado de mi papá, eso fue una decepción para Dominic. Y si antes era incomprendida por él, después de que rechacé ir a una universidad, me volví alguien decepcionante ante sus ojos. Sé cuándo una batalla va a ser perdida y nunca me ha gustado discutir con Dominic, menos ahora que llevo tanto sin verlo, así que me tomo sus palabras a la ligera y dejo que se las lleve el viento.
Sólo tengo junto a él este pequeño tiempo en el auto, no lo quiero desperdiciar.
— ¿Tienes novia?
Esta vez él sí rueda los ojos, murmura algo entre dientes y vuelve a su celular en sus manos.
— Supongo que no, no tienes tiempo para algo tan mundano como eso, ¿me equivoco?
Dominic sigue sin responderme.
Sin preámbulos, me estiro hacia él y le arrebato el celular, llevándolo detrás de mi espalda cuando intenta quitármelo.
— Summer…
— Eso es… — busco su rostro, sonriendo con todos mis dientes hacia él —, mírame a los ojos cuando te hablo, Nic.
Y lo hace, me mira a los ojos, con lo que me deleito.
Suspiro, admirando cada pedacito de su rostro, absorbiendo su presencia lo más que puedo. Me siento maravillada con cómo él me hace sentir. El cosquilleo en mi vientre, el latir fuerte de mi corazón, el sonrojo de mis mejillas, todo eso que me hace sentir viva y no el cadáver que he sido últimamente.
— Sigues siendo un incordio, Summer Cooper.
Me río cuando va detrás de mí y me quita su teléfono, casi sin tocarme, lo que es todo un reto de por sí.
Dominic sacude las solapas de su traje, como si intentara sacudirse pelusas, se acomoda mejor en su asiento y vuelve a teclear en su teléfono.
— ¿Hace cuánto no descansas, Dominic Pauls? — Pregunto, mirando las ojeras bajo sus ojos.
— Lo haré cuando me deshaga de ti.
Asiento, aceptando su respuesta.
— Asegúrate de dormir bien, estás algo demacrado, te quita un poco lo atractivo — me estiro y paso suavemente mi pulgar por la piel oscura bajo sus ojos, él me mira inmutable —. ¿Comes bien?
— Ya tengo una madre, no busco otra.
— ¿Ella está bien? — Pregunto, pasando una última caricia por su delicada piel, mirándolo con la seriedad que la pregunta conlleva.
Ambos compartimos una intensa mirada, recordando ese momento de tal vez hace una vida, un momento perdido en el tiempo, un pequeño episodio del que nunca más nos hemos atrevido a hablar.
— Bien.
Suspiro, contenta de que el cáncer no haya vuelto a aparecer en la vida de su madre. Tener una tercera pelea con él no creo que sea algo por lo que la señora Pauls deba pasar, sería demasiado para toda su familia.
El auto estaciona frente a un lujoso hotel, pero me quedo allí, esperando a que él me mire de nuevo.
— ¿Te saco arrastras, Summer?
— No podrías conmigo ni aunque lo quisieras.
— Sí, no quiero.
Sonrío, acostumbrada a su humor agrío.
— Oye — le digo con suavidad, buscando sus ojos —, no sabía que vivías allí, Heaven me dijo que era su lugar, de lo que debí sospechar tan pronto vi la helada atmosfera del apartamento. Sé que no soy precisamente tu persona favorita, así que no hice esto a propósito, aunque creas lo contrario. A pesar de todo, estoy muy feliz de volver a verte, Dominic.
— ¿Tienes dinero para la habitación de hotel?
Está bien, él se quiere deshacer ya mismo de mí.
— Sí — toco el bolso que cuelga de mi hombro —, no te preocupes, lo tengo cubierto.
— No me preocupo.
Detallo su rostro una última vez, sin saber cuándo lo volveré a ver.
Tal vez dentro de otros cinco años más.
— Come bien, Dominic — me estiro y suavizo con mi pulgar el ceño fruncido entre sus cejas —, y dale un descanso a esta preciosa cabecita tuya, no quiero que te enfermes.
Arrugo la nariz en su dirección y me bajo, recibiendo la maleta del chofer cuando me la extiende.
Me paro frente a la puerta del hotel y me despido con un movimiento de mi mano.
Entonces veo a Dominic desaparecer de mi vida.