Aquella criatura frunció el ceño y nuevamente gruñó, mirándome fijamente como si estuviera buscando alguna señal de que estaba mintiendo, pero yo no mentía, no podía hacer eso; estaba en mi naturaleza.
Su hocico se alzó y empezó a olfatear el aire, y luego me olfateo a mí, cosa que me causó cosquillas: su nariz en mi barriga, en mi rostro y luego en mi cuello y cabello, que estuvo oliendo profundamente. — (Ese es el maldito punto… Todo el maldito bosque huele a ti… A flores dulces y boscoso, a roble) —
— ¿Ves? Yo no miento, este bosque es mío, mi mami me lo dio y yo lo estoy cuidando —. Nuevamente afirmé.
Él me miraba de una manera penetrante, pero no era incómodo, más bien con ternura, así que llevé mis manitas a su hocico y le di caricias. — Me llamo Adelina y tú, lindo lobito peludito —
Sus grandes ojos se abrieron más y de él salió un suspiro, para luego cerrar sus ojos y dejar que lo acariciara. Sus ojeras se fueron agachando y haciendo que su cabeza se frotara más en mis manos. —(Calibán…) —respondió.
Solté una risita de felicidad y lo acaricié más, y él se dejaba más, era como cualquier otra criatura del bosque; le encantaba que yo le diera mimos y caricias. —Qué lindo nombre… Me encanta—
Al escuchar eso, su cola se empezó a menear y a producir sonidos de cachorro feliz. Era tan tierno y lindo ver que un gran lobo se dejara. Su aura fue cambiando; esa aura gris dejaba de tapar su aura blanca, quedando a su alrededor, y para mi sorpresa, en medio de esta había un pequeño aura azul. —¿Por qué estás triste, peludito?—
No dijo nada; se sentía que no quería hablar del tema, solo necesitaba que lo consolaran, y eso fue exactamente lo que hice: darle caricias. Era de noche y yo me quedé con él. Me había bajado y se acurrucó en el suelo conmigo, dándole mimos en su cabeza. —Oye… ya me tengo que ir… mi mami está preocupada—
—(No quiero que te vayas… solo quédate un poco más conmigo, por favor)—, suplicó.
Sentía sus emociones; no quería dejarme ir, sentía miedo, miedo a la soledad, pero ¿por qué? —Si quieres, puedes venir mañana… pero un poco más temprano, ¿qué tal en la tarde?—
Sus orejas se alzaron al instante; le encantó la idea de que me empezara a laminar la cara. — (¿Puedo verte mañana?… Me lo prometes…) —
No me daba asco; aunque su lengua me raspaba, me producía cosquillas. Su cabeza se metió entre mis brazos, frotándose en él. Hace un momento era una criatura a punto de comerme y ahora resulta que parecía un cachorro indefenso. — Te lo prometo… Yo jamás rompo mis promesas ni miento… mañana en la tarde, en este mismo lugar… —
Me despedí de ese enorme lobo peludito. Aunque se miraba que no quería dejarme ir, tuvo que hacerlo. A lo lejos, sacudía mi manita con una sonrisa dulce, y él se quedó sentado viéndome ir por el pequeño camino en el bosque. La luz de la luna iluminaba mi camino a casa.
Cada cierto paso, daba la vuelta para mirarlo, y ahí estaba, hasta que en una de esas dejé de verlo. Ya no estaba, ni su presencia ni su aura; más seguro se fue a su casa, y yo también lo haría. Al llegar a casa, mamá esta vez sí me regañó. Se escuchaba preocupada y su voz temblaba, pero todo bien; no lloré ni me puse triste, porque al fin encontré a un amigo, un poco extraño pero lindo. —(¿Dónde estabas?… ¿Por qué estás cubierta de pelo?)— preguntó mamá mientras me sacudía el vestido con sus ramas.
—Estaba con un amigo, mami… un lobito bonito y peludito —dije con felicidad a mamá.
Ella solo rió; creía que hablaba de un lobo, un animal salvaje, más que de un licántropo de casi dos metros y medio de pelaje n***o. —(Bien… Al menos estabas a salvo… Ahora ve a dormir...)—
Le hice caso a mamá y me fui a dormir. Mañana sería un lindo día y, sobre todo, vería a mi nuevo amigo.
~ Narrador ~
Calibán era el único hermano con vida del rey de los licántropos, Leidolf, de la manada más grande llamada Velvet Shadows, conocido por ser un gran líder que respeta las leyes y códigos por encima de todo. En su forma humana, es alto y de complexión fuerte. Su rostro tiene rasgos afilados que insinúan su naturaleza salvaje, con ojos penetrantes que pueden cambiar de color según su estado de ánimo. Su cabello es generalmente largo y espeso, recordando la melena de un lobo, con matices plateados que simbolizan su conexión con la luna. De aspecto intimidante y fría mirada, de cuerpo musculoso y con cicatrices en cada parte de su cuerpo, señal de sus innumerables batallas y luchas que le han retado. Un ser con apariencia de un hombre de 40 años.
Al verlo llegar al castillo y tomar su forma humana, se quedó mirándolo con los brazos cruzados. Al tenerlo enfrente, le lanzó una prenda de vestir. —¿Dónde mierda estabas? ¿Por qué no te uniste a la caza de hembras? —cuestionó Leidolf.
—Sí me uní, pero no quise cazar a ninguna; no me dio interés alguna hembra —respondió, cortante, sin siquiera mirarlo a la cara.
Terminó de ponerse el pantalón y siguió caminando sin decir más, lo que a Leidolf no le agradó. Soltó un gruñido y lo tomó del hombro, dándole la vuelta. —¿Qué no entiendes que me preocupo por ti? Quiero que hagas una familia, que tengas cachorros —dijo, con preocupación en sus palabras—. Eres el único de todos los machos de tu edad que no tiene pareja... Todos ya tienen hasta dos camadas de cachorros y tú…—
—¿Qué ejemplo puedes darme si, siendo el alfa, tú aún no tienes pareja, ni mucho menos cachorros? Mejor dicho, nadie… No ha habido cachorros desde hace años… Las hembras se volvieron infértiles, todos los cachorros son mestizos… Estamos obligados a meternos con las humanas —reprochó Caliban.
De un tirón, quitó sus manos de sus hombros para irse, pero nuevamente Leidolf lo detuvo. — Lo sé y tú crees que no, además no somos los únicos, el reino de los vampiros también está afectado, hasta los reinos de las cuatro estaciones.. —.
Se dio la vuelta mirándolo fijamente, buscando qué lo comprendiera. —Escucha, eres lo único que me queda… Eres mi hermano y no voy a estar en paz hasta verte al menos con una pareja… Solo así yo podré hacer mi vida —