— Hijo… esa linda hada tenía alas — añadió su madre con una pequeña sonrisa en su rostro mientras seguía cosechando.
— No… — respondió aquel niño con tristeza.
— Entonces no es una hada; las hadas tienen hermosas alas como la cigarra, pero más hermosas y brillantes… y la que tú viste no lo era.... Más seguro era una ninfa traviesa — respondió uno de los adultos que estaba ayudando a cargar el recién cortado trigo.
— Eso mismo me contó mi bisabuela… quien también le contó su abuela a ella y así sucesivamente. Me contó que eran seres tan hermosos y benevolentes, de brillantes colores. En ese entonces, mi bisabuela contó que el reino de las hadas cuidaba de nosotros — añadió un anciano que solo llevaba el cargamento en la carreta para ser transportado.
— Aún seguiríamos bajo su benevolencia… todo por esas brujas. —
— Y aun así siguen vivas… Por fortuna, el rey Leidolf se hizo cargo de nosotros. —
El ambiente era deprimente y un poco triste, al recordar lo que una vez fue armonía entre el reino humano y las hadas. Todo esto fue escuchado por el infante, quien estaba insistiendo para que lo escucharan. — Papá… Papá, escúchame… Ella me dijo que fue quien ayudó a crecer la cosecha. —
~ ADELINA ~
Desde que salí huyendo de ese lugar, no regresé a casa. Estaba confundida e inquieta; tenía muchas preguntas para mamá y seguro ella sentía mis emociones a través de nuestro vínculo.
—¿Qué soy realmente?— me pregunté a mí misma mientras me miraba en el reflejo de un río. Miré mis orejas; me sentía extraña. Mamá me decía que eran bonitas y que eran únicas, que me distinguían del resto y que con el tiempo serían más notables.
Con mis manitas tapé mis orejas; con mi magia las oculté y las hice como las de los humanos. No sé por qué me sentí pésimo, insegura, como si estuviera perdiendo mi identidad, de la cual ni siquiera sabía.
Me quedé en silencio, sentada en la orilla, remojando mis piecitos, razonando y pensando en lo que realmente quería, pero no sabía. Todo este tiempo, lo poco que sabía era que mamá me guiaba y me decía sobre el mundo al respecto.
Mis lágrimas caían al agua y mis lloriqueos eran bajos; al fin y al cabo, no tenía a nadie más que a mamá para consolarme. Estuve llorando por un largo tiempo y, cuando me sentí mejor, me levanté y sacudí mi vestido.
Caminé lentamente, sin prisa alguna, sumergida en mis pensamientos, hasta que el crujido de unas ramas me puso alerta. Alguien más estaba en mi territorio; no me gustaba que nadie invadiera mi espacio y me puse en alerta.
Expandí mi magia alrededor de mí. No había nada con malas intenciones; la esencia y el aura de las plantas estaban en orden, y las criaturas del bosque, por igual, hasta que vi una aura, una blanca, pero no tanto; a su alrededor era gris, como si estuviera consumiendo el blanco.
Desde la oscuridad de la vegetación se miraban unos ojos que brillaban intensamente en un color n***o con destellos grises, reflejando su inteligencia y autoridad. Las garras y colmillos prominentes se mostraban, pero con un porte noble. Su pelaje denso y brillante era de color n***o, como aterciopelado.
Ambos nos miramos detenidamente hasta que de él recibí un gruñido bajo. No me asusté; al contrario, me molesté. Puse mis manos en mi cintura y lo miré fijamente con un puchero. — Estás en mi territorio… La que debería estar gruñendo y lanzándote piedras sería yo —
Vi cómo inclinó su cabeza y su mirada brillante me escudriñaba de arriba a abajo. Lentamente salió de la oscuridad, se alzó sobre dos patas, erguido; era como una forma humana y lobo. Al verlo, mi cabeza se echó hacia atrás por lo grande que era y mi boca se abrió. — (¿Qué hace esta pequeña humana en medio del bosque?) — se preguntó aquella criatura enorme.
Fijándome bien, era un lobo gigante, pero estaba en dos patas. Su pelaje era oscuro y brillante; parecía un oso peludo y bonito. Ni siquiera me puse a pensar que me llamo humana; se me había olvidado que estaba ocultando mis ojeras puntiagudas.
—Un lobito… ¡peludito y bonito! —grité con emoción y corrí hacia él para abrazarlo de una de sus patas. Estaba suave y esponjoso; a mí me gustaban las cosas peluditas.
—(Oye… suéltame, humana; te juro que te comeré de un bocado si no me sueltas) —gruñó aquella criatura con molestia, mientras sacudía su pata, pero no la solté; al contrario, más me aferré, hasta que sentí que me tomó de la parte trasera de mi vestido y me alzó hasta llegar a su rostro, y me sacudió ligeramente. —(¿Qué crees que estás… haciendo? Mo… cosa) —.
A mí me causó risa; no veía peligro en él, solo estaba de mal humor y triste. No terminó sus palabras; sus ojos negros me miraban fijamente, ido, y yo con una sonrisa dulce y gentil. —¿Quién eres? Dime tu nombre… Te lo ordeno —preguntó con impaciencia.
—No, si tú no me dices tu nombre… Te recuerdo que estás en mi territorio, así que te pido cortésmente que tú me digas tu nombre, lindo lobito —dije aún con mi sonrisa en el rostro, sin miedo a que pudiera soltarme desde esa altura o comerme.
A mí me causó risa; no veía peligro en él, solo estaba de mal humor y triste. No terminó sus palabras; sus ojos negros me miraban fijamente, ido, y yo, con una sonrisa dulce y gentil. —(¿Me entiendes, no? ¿Quién eres? Dime tu nombre… Te lo ordeno) —ordenó con impaciencia.
—Nop, si tú no me dices tú nombre.... Te recuerdo que estás en mi territorio, así que te pido cortésmente que tú me digas tú nombre, lindo lobito — sonreí gentilmente,sin miedo a que podía lastimarme al soltarme desde ésa altura o comerme
Gruñó en respuesta, mostrándome sus colmillos de forma amenazante. Quería intimidarme, pero yo sabía que no lo hacía con intenciones malas. Sentí cómo su tristeza y angustia se iba desvaneciendo, pero lo no suficiente, mantenía su carácter fuerte. — (Escucha muy bien, pequeña rata de mejillas hinchadas… Este es el territorio del reino de los licántropos; tú eres una intrusa y podría comerte por andar invadiendo…)—
—No… Este es mi territorio… es mío este bosque, mi mami me lo dijo y, además… en ningún lado de este bosque hay algún otro olor que no sea el mío —. Afirmé con orgullo y crucé mis bracitos en mi pecho.