expectativas

681 Words
Él había prometido que cuidaría de los humanos por su amada, quien había dado la vida, aunque los detestara y los odiara, ya que, para él, por su culpa había muerto aquella que aún amaba. Desde su asiento, se debatía si era lo correcto o abandonar su promesa y dejar que otro cuidara de ellos. Sentía la presión en la mirada de todos y la culpa de no poder cumplir. Tuvo que apretar los puños y enterrar sus uñas en la palma de su mano para esconder sus emociones. —Sé lo que piensas, papá... —murmuró su hijo, el príncipe Steffan, quien lo hizo mirarlo—. Y no te culpo... Yo también estaría igual que tú, pero... aunque me duela decirlo, yo estoy a favor de ellos...— No le quedó más remedio que aceptar; todos estaban decididos y solo quedaba que el rey diera por terminada la disputa. Con dolor en lo más profundo de él, se levantó de su silla y miró a todos. —Da por terminada la disputa con los licántropos por el derecho sobre la humanidad... Se ha cerrado la sesión de hoy— Fue un alivio para la corte, pero para el rey no era como haber quitado un pedazo de su ser. Su amada era la que le había dado vida a su cuerpo; era como si su corazón latiera, como si su cuerpo se calentara con solo su presencia. Se sentía un humano a su lado, un humano frágil y enamorado. Con ella, sus expectativas sobre el amor y que las emociones le hacían frágil terminaron cuando la conoció en un banquete organizado por los Senescales, ya que era fundamental mantener relaciones con otras criaturas y comunidades. Jamás creyó que la reina hada llegaría y la conocieran en persona, acompañada por el resto de las cuatro estaciones. Pero ella era la que más resaltaba: sus grandes y hermosas alas, tan cristalinas y magníficas, que la hacían no tocar el suelo; su vestimenta, tan pulcra y divina como el mismo sol; su cabello, como el oro, sedoso y largo; esa sonrisa que lo hipnotizaba y sus ojos, tan puros y profundos como la mañana misma. En ese tiempo, se había anulado su matrimonio político con un clan por el abandono de su posición y del reino. De este matrimonio había tenido un hijo, pero quedó a su custodia y su primera esposa regresó con el clan ancestral power, manteniendo la alianza intacta. Su manera de enfrentar las emociones y los sentimientos no existía más que el poder y el beneficio del reino, hasta que la conoció. Ella tenía todo: era hermosa, inteligente, sociable, tenía estatus y poder. Pero eso no importaba; su corazón empezó a latir, sintió un cosquilleo en su estómago y una sensación caliente indescriptible en su cuerpo. ¿Cómo era posible? Para él, era terrorífico y fascinante. Esas emociones no sabía que existían y no podía expresarlas con palabras. De solo verla, se sentía poca cosa ante tan bello ser. No por tal eran conocidas, sino por su belleza, comparadas con el mismo Sol. Eran la luz sobre las criaturas de las noches. Para el rey, querer tocar los rayos del sol era imposible; en su mente estaba el deseo de tocar, aunque sea, un mechón de su cabello o el dobladillo de su vestido. Sentía envidia al ver al rey elfo a su lado; incluso el mismo rey elfo mantenía una sonrisa de orgullo al sujetar su mano. Desde su lugar, observa aquella flor en medio de densas y oscuras criaturas, pero ni eso la hacía opacar; al contrario, era la luz del lugar. Ni siquiera las velas de aquel candelabro se comparaban con su aura. Su sentencia de muerte fue cuando sus miradas se cruzaron; para él fue eterno. Incluso los latidos de su corazón se escuchaban. Estaba vivo; incluso el tiempo se detuvo, y al verla sonreírle, su cuerpo se calentó. No podía moverse y, al verla ir hacia él, quedó paralizado. No se había dado cuenta de que su pareja destinada estaba acercándose a él.
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