el honor

530 Words
La adrenalina recorría su cuerpo a tal punto que parecía que tendría alma. La emoción de tenerla al frente, de oler su dulce y delicioso aroma, lo cautivaba por completo. Tenía ganas de morderla, pero no para mal, sino para hacerla suya y probar un bocado de tan divino y celestial líquido. —Es un gusto conocerlo en persona, su majestad, y de antemano agradecerle por su invitación a tan agradable noche —saludó la reina Aine e hizo una pequeña reverencia ante el rey Dominie. En cambio, el rey no pudo responder al instante. A pesar de que tenía un porte digno de un rey y una cara seria, por dentro era un manojo de nervios. Era un caos en su cabeza y no sabía cómo actuar y hablar ante ella. Estaba pensando en las palabras adecuadas sin verse estúpido o pasar vergüenza ante ella y los reinos de las tres estaciones presentes. —No es necesario que haga una reverencia… Usted es una invitada especial —respondió Dominie, el cual estiró su mano tomando la de Aine. El contacto hizo que su piel se erizara y un brillo en sus ojos se notara; era tan caliente y agradable que tenía la necesidad de sentir más, de subir su mano por su brazo y tocar esa tersa y suave piel de porcelana. Tenía un leve temblor en su cuerpo y en su cabeza la sensación de que sus manos estaban siendo bendecidas por tocar a tan bello y hermoso ser. El carraspear del rey Elfo lo sacó de sus pensamientos; no se veía nada feliz, especialmente al ver que alguien que no era él estaba sosteniendo su mano. —Mis disculpas por mis modales— se recompuso y se puso derecho. —No hay ningún problema, rey Dominie... Pero no era necesario tocar a la reina— respondió el rey Elfo con una expresión mordaz; le disgustaba que cualquier ser masculino se le acercara a ella. —Aldiaril... Ya había hablado de esto, no tiene nada de malo que alguien más me toque— inclinó ligeramente la cabeza para mirar al rey Elfo y regañarlo con la mirada, a lo que él emitió un bufido y se cruzó de brazos. — Solo te estoy protegiendo — murmuró a regañadientes. Estaba celoso y lo estaba ocultando lo que más podía. Las risas de los reinos presentes causaron gracia ante el comportamiento del rey Elfo. No era la primera vez que lo hacía; incluso ya se había acostumbrado. Para el reino de las ninfas y los gnomos, ellos están destinados a ser pareja, pero para la reina Aine, él lo veía como un hermano. El sonido de los instrumentos y la selección musical creaban una atmósfera adecuada para una noche inolvidable. Era su momento y no lo iba a desperdiciar. Con valor, se inclinó y estiró su mano. — Reina, ¿me haría el honor de bailar esta primera pieza? — Aunque no lo mostrara, por dentro estaba aterrado de ser rechazado, pero al sentir esa suave y cálida mano, alzó la mirada con emoción. Ver esa luz en sus ojos, esa sonrisa amplia, había perdido la batalla ante las estaciones.
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