Como un conejito

1116 Words
Durante el día, sus pensamientos estaban en su reunión de hoy en el gran bosque de las flores. Su lobo estaba impaciente; quería ir ya a verla. Durante las actividades del día, su hermano, el rey, y el beta de la manada se percataron de lo distraído que estaba, con una visible sonrisa en su rostro. —Alfa… ¿Estoy alucinando o Calibán está sonriendo? —preguntó Convel al rey. —Así parece. Ha estado distraído y muy impaciente… —respondió Leidolf, con la mirada en Calibán—. Ayer otra vez no participó en la caza de hembras… —Pero alfa… usted tampoco, y ya todos se están preocupando, y más los ancianos —añadió con tono preocupante. Ya van a empezar esos vejestorios a persuadir que busque a mi compañera… —bufó en respuesta y puso los ojos en blanco—. No entienden que no tengo tiempo para eso; además, el destino no me ha dado ninguna señal, por algo es… — Su beta se rió y su atención fue a Calibán nuevamente. —Bueno… ¿qué se puede esperar de su hermano? Tiene su carácter alfa—. —Sí… y eso es lo que me preocupa. No quiero que esté solo; si un día yo ya no estoy, quiero que al menos alguien lo cuide y lo ame —suspiró. A pesar de ser criaturas solitarias y territoriales, los alfas tenían el instinto protector hacia sus parejas. Aunque es un guerrero formidable, también es protector y cariñoso con aquellos que ama. Su instinto es mantener a su manada segura y unida, actuando como un guardián feroz cuando es necesario. En este caso, su hermano era su prioridad, ya que lo cuidó desde que era un cachorro. Leidolf tenía 3 hermanos y hermanas, pero solo Caliban sobrevivió. Su madre murió durante el parto; en ese entonces, fue hace 370 años, cuando Leidolf tenía 268. La fertilidad era baja y escasa, y muy pocos cachorros nacían con vida. Desde entonces, Leidolf se hizo responsable de Caliban. Al terminar las actividades del día, Calibán caminó en dirección al bosque encantado del gran espino blanco. No se despidió de nadie ni avisó al respecto de a dónde iría, y eso a Leidolf le dio curiosidad por su repentina actitud. Sin embargo, al ver su emoción y desesperación por irse, lo tomó como una cita con alguna hembra a escondidas. Además, su intuición no le decía que hubiera algo malo, así que dejó que se fuera. ~ ADELINA ~ Yo estaba nerviosa y emocionada de ver a ese lindo lobito, aunque de lobito no tenía mucho. Quedé sentada en un tronco, mirando a ambos lados y tratando de sentir su presencia, hasta que detrás de mí lo sentí llegar. —Hola… Soy… el de anoche… Calibán—. Una voz diferente a la de anoche, una más suave que la grave, gutural y áspera. Lentamente me di vuelta y lo que encontré fue a un hombre humano. Se miraba nervioso, sus ojos miraban a otro lado. Realmente era él, no había duda; sus ojos no eran negros y no era tan grande. —¿ Tú… eres el Lobito? … —pregunté. A lo que él, más nervioso, se puso y solo asintió; parecía avergonzado y no entendía por qué, hasta que sentí sus emociones y comprendí un poco. —Perdón por lo de anoche… No quería tratarte mal o asustarte… Solo estaba un poco de mal humor —murmuró él con incomodidad. Estaba avergonzado y evitaba mirarme. —No tienes que disculparte… Además, no tenía miedo; sé que no eres alguien malo, que no me lastimaría —sonreí dulcemente. Al verme sonreír, sus ojos se iluminaron. —Yo… Bueno… Es extraño que una pequeña niña… humana me diga eso; por lo general, me tienen miedo y salen huyendo —. Él me miraba como a una humana; eso era fantástico. Mi encantamiento de camuflaje funcionaba a la perfección. Mi aura y mis orejas en forma humana querían decir que lo logré. Estaba más feliz que nunca, pero el problema era que yo no era humana y no podía mentir si me preguntaba. Sin embargo, él no lo preguntó; solo dijo que era extraño que una pequeña humana no le tuviera miedo, no dijo que fuera yo. —Me imagino, solo que yo soy diferente y sé que no eres nadie malo; eres lindo de igual manera… Sobre todo porque ya no estás triste y de mal humor —. Me bajé del tronco y caminé hacia él para verlo mejor. Era alto, de cabello n***o y largo, y ojos azules como el cielo; eran bonitos. —Gracias… Eres muy amable… Y… pequeña… curiosita como un conejito… —dijo mientras su mirada se posaba en mí, viéndome de arriba a abajo. Ya que estaba aquí y no sabía qué hacer más que mirarlo, y él a mí, lo único que se me ocurrió fue preguntar: —Entonces… ¿qué quieres hacer, Calibán? — —¿Qué… quiero… hacer…? —repitió la pregunta con una mirada confusa. —No sé tú… ¿quieres hacer algo al respecto?— No sabía qué decirle; jamás tuve amigos más que los animales del bosque y mamá. Aunque conocerlo un poco sería algo interesante, ya que en la noche lo conocía como un lobo y después como un hombre. —¿Quieres caminar por el bosque y así conocerlo?— Al escuchar que dije eso, se burló de mí, soltando un bufido y poniendo los ojos en blanco, cruzando los brazos. —Por favor… ¿quieres mostrarme el bosque… tú… una pequeña cría humana?— —¿Hay algún problema? —pregunté sin entender nada de lo que quería decir realmente. Tal vez era mi tamaño, porque estaba descalza. Miré mis piecitos y luego a él; más seguro pensaba que no caminaría rápido. Al verme bajar la mirada al suelo y mirarme a él y luego a mí, se echó a reír. — Oye… no es lo que piensas, solo que eres… una cría humana, no un cachorro. Los humanos no dejan a sus crías andar solas y a altas horas de la noche en medio de un bosque. Y, por cierto, olvidé preguntarte —. Se agachó casi a mi altura, se quedó viéndome fijamente, examinando, pero yo no mostré ningún nerviosismo; no entendía qué quería preguntar. — ¿Por qué estabas sola en este bosque? Además, dijiste que era tuyo, que tu mamá te lo dio… Pero eso es imposible porque este bosque esta prohibido y… jamás ha entrado nadie aquí… Ni siquiera mi manada… Lo más raro es que tu presencia no la siento, tu aura es extraña. —
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD